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“Soy la primera mujer alcaldesa de la democracia en Jaén y la más peleona”

“Soy la primera mujer alcaldesa de la democracia en Jaén y la más peleona”

Por Fran Cano - Julio 21, 2024
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Encarnación Anguita Delgado (Frailes, 1932) tiene un premio en cada rincón de su casa, en el pueblo donde se convirtió en la primera mujer alcaldesa de la democracia en la provincia de Jaén. Reconoce que dio el paso más alentada por quienes la buscaron como cabeza de lista que por motivación propia. De aquella primera legislatura entre 1978 y 1983 recuerda el reto que supuso instalar contadores de agua en la hoy conocida precisamente como villa del agua.

Volvió a citarse con las urnas en 1983, después del triunfo con Unión Progresistas Indepediente de Frailes. Lo hizo con otra formación alternativa y en aquella segunda ocasión —ganó por primera vez el PSOE— el suyo no fue el primer nombre de la lista. Cuando cerró la etapa como política se centró en la docencia, su vocación, y en ser catequista de tantas generaciones del pueblo. “He disfrutado enseñando a los niños”, reconoce.

El último galardón que recibió de manos del presidente andaluz Juanma Moreno fue el Premio de Honor de la Federación Andaluza de Municipios y Provincias (FAMP), en el Nuevo Teatro Infanta Leonor el pasado mes de junio. Antes, en 2019 la Junta reconoció su trayectoria con el premio Meridiana. En Frailes siempre es y será Encarnita Maravilla, y ahora tiene un nuevo reto: dominar las tecnologías de la información.

—¿Cómo lleva la oleada de reconocimientos a su trayectoria?

—La verdad es que no lo esperaba. Me ha cogido completamente por sorpresa. Parece ser que a raíz del reportaje que emitió Canal Sur sobre las alcaldesas de la primera legislatura de la democracia en Andalucía me vieron y he encajado en los premios que me han dado. Yo creo que soy la mayor de las que todavía vivimos. Y quizá me reconocen porque también fui la más peleona.

—¿Hay alguno que le haya hecho especial ilusión?

—Quizá el Premio de Honor de la FAMP, al no esperarlo, me ha hecho más ilusión. Pero la verdad es que yo no le di ni le doy ahora tanta importancia al cargo que tuve. No fue para tanto. Creo que las primeras alcaldesas de la democracia nos hemos puesto de moda y lo que ocurre es que reconocen ahora que fue difícil para nosotras. Decían que la política era cosa de hombres. Pero ocurría igual con la medicina y con otros ámbitos. Y resulta que las mujeres son capaces de todo, igual que los hombres.

—¿Imaginó algún día que una plaza del pueblo tendría su nombre?

—La verdad es que no me lo imaginé nunca. Ni una plaza con mi nombre ni tantos reconocimientos ni nada. Porque, ya le digo, no le doy importancia. ¿Que fue difícil? Naturalmente. Porque no se conocía hasta entonces que una mujer pudiera llevar un ayuntamiento. Entramos y ninguno lo habíamos pisado.

—En la vida.

—En la vida. Recuerdo que hasta mi madre dijo: “Pero si ella [en alusión a Encarnación Delgado] no ha estado en el ayuntamiento”. Y un hombre contestó: “Eso nosotros la orientamos. En realidad, todos los concejales entraban sin ninguna experiencia, igual que yo.

—Cuando el presidente andaluz Juanma Moreno le entregó el premio Meridiana...

—Sé lo que va a decir.

—... usted dijo: "Sin pudor ninguno, voy a a decir que es bastante merecido".

—(Risas) Sí, sí. Le hizo gracia a todo el mundo, porque fue espontáneo y nadie lo esperaba.

—Y lo que parece una broma encierra una verdad muy grande.

—Sí, claro que sí.

“CUANDO ENTRÉ A GOBERNAR LAS MUJERES NO TENÍAN LA AYUDA DEL PARO”

—Vayamos a ese tiempo entre finales de los años 70 y comienzos de los años 80. ¿Por qué se presentó a la Alcaldía en 1979?

—Mire, yo no lo busqué. Los dirigentes del partido me buscaron a mí. Incluso tenían la lista hecha. Al parecer, ninguno quería ponerse en cabeza. Y claro, una lista independiente tenía las de perder en una etapa donde UCD arrasaba con los votos, seguidos por los socialistas. En casi ningún municipio prosperaban las listas independientes. Vinieron y me preguntaron si quería encabezar la lista. “Ya lo pensaré”, les dije. “No, tiene que ser ahora mismo”, me comentaron. Y dije que sí, sin más.

Ahora, ¿qué me movió? Lo tuve bien claro desde el primer momento. A cualquier político le debe mover hacer el bien. Y si no te mueve eso creo que vas a fracasar.

—¿Cuál era la necesidad más urgente para Frailes en aquel momento?

—El paro. Había mucho paro. Imagínese, entonces las mujeres no pintaban nada en el paro. Estaba la ayuda por el desempleo para los hombres y al final conseguimos que también llegase a las mujeres.

Y otro tema capital para el pueblo era el agua. Supongo que sabrá cómo la instalaron. A las Eras del Mecedero y al Cantillo [dos zonas de Frailes] el agua no llegaba. Al Cuartel de la Guardia Civil, tampoco. A los sitios más alejados, nada. ¿Por qué? Porque quienes sí tenían la estaban desperdiciando. Tenían o teníamos el grifo abierto todo el día y toda la noche. Unos criaban papas y tomates, y otros cultivabamos flores. Pero otros la dejaban sólo por el gusto de escuchar el agua cayendo. Ése era el motivo de la escasez junto a las tuberías, que eran chiquitísimas. Hasta tres alcaldes anteriores a mi etapa plantearon poner contadores.

—¿Quién fue su predecesor?

—Paco Mudarra. Como no llovía tanto, el Nacimiento tampoco tenía tanta agua. Entonces la gente protestaba y tenía toda la razón. Así que lo tuve claro: hay que poner contadores. No quedaba más remedio.

—Antes ha mencionado a su madre. ¿Su entorno la animó o dar el paso o le subrayó las dificultades?

—Mi madre me animó. Mis hermanos y mi familia también lo vieron bien. Al resto quizá ni se lo comenté. Recuerdo lo que me dijeron algunas de mis alumnas: “Nos hemos alegrado mucho de que seas alcaldesa”. Las niñas empezaban a tener conciencia.

—El feminismo.

—Eran feministas.

—El nombre del partido con el que gobernó es llamativo: Unión Progresista Independiente de Frailes. ¿Quién lo decidió y por qué?

—Fueron ellos, porque ya le digo que yo llegué al final. Lo decidieron quienes armaron la candidatura. Y le digo: era una candidatura derechista. Gente mayor, principalmente.

—¿Cuál fue la mejor decisión que tomó en aquella legislatura en el gobierno?

—Los contadores. Porque naturalmente dicen que las cosas cuanto más difíciles son mejor resultan al lograrlas. Y esta cuestión fue realmente compleja. Instalarlos supuso cuatro años. La gente no quería poner contadores. Claro, los que tenían agua no querían. Había que hacerlo para que llegase a todas partes. Cuando fuimos arreglando las calles, sustituimos las tuberías por otras nuevas. Calle por calle. Le hablo de obras tremendamente difíciles.

Y otra cosa interesante, ya al final de la legislatura, fue que plantamos pinos en Las Lomas. Era un terreno tremendamente improductivo. Recuerdo que lo pensé cuando fui a verlo. No había ni tomillos. Nada. Y sirvió para dar trabajo. No recuerdo con exactitud cuántos parados había, si eran en torno a 600, pero muchísima gente desocupada. Gracias al trabajo generado por el ayuntamiento y a la iniciativa de los pinos se le dio tajo a todos los desempleados. Incluso venía gente de fuera de Frailes, como de Trujillos (Granada), para trabajar en los pinos.

“ME GUSTARÍA QUE ME RECUERDEN COMO ALGUIEN QUE HIZO EL BIEN”

—Quizá no sea tan conocida su faceta de catequista. Algunos del pueblo tuvimos la suerte de ser sus alumnos. ¿Qué recuerda de aquella etapa?

—Me acuerdo que el sacerdote Francisco Zafra me decía siempre que me ocupara de quienes iban a hacer la primera Comunión. Le daba mucha importancia. Y me lo razonaba así: “Es que después de la primera Comunión los niños dejan de ir a la escuela. Lo que aprendan ahora es lo que se van a quedar”. Ahora hay gente que me recuerda que fui su catequista, y de algunos me acuerdo, pero de otros no. Luego también me ocupé de quienes se preparaban para la Confirmación. Yo disfrutaba mucho con los niños, pero también pienso a veces: “¿Qué les he enseñado? ¿Qué se les habrá quedado? ¿Qué habrán aprendido? ¿Les habrá servido de algo?”.

—El recuerdo que me queda de aquellos días es que estaba bien leer la Biblia con los amigos.

—Sí, pero aprender la religión no es sólo leer la Biblia y los evangelios. Es vivir la moral de la Iglesia y de la fe. Saber que Dios nos quiere y que estamos en sus manos. Eso es la religión: aceptar la vida tal y como viene porque Dios nos la manda así. Eso da una felicidad y una tranquilidad tremendas. Vivir con la moral de la Iglesia es fundamental para cualquier persona.

—¿La religión ha sido importante siempre en su vida o se dio algún momento en que no tuvo tanto relieve?

—Cuando yo era niña no había catequistas; la función la hacían los maestros. Tuve una profesora que se llamaba doña Candelaria, quien precisamente estaba aquí, en esta habitación. Y esa puerta —señala con el pulgar— estaba cerrada. Después la abrimos, cuando llegó aquí la escuela. Esa maestra nos enseñaba mucho. Aquello se me quedó, todo lo que nos decía y cómo lo invocaba todo. Después, al ser más mayor, yo seguía creyendo, pero quizá no tenía una vivencia más fuerte. A los 16 años volví a comprender de nuevo.

—Cuando la entrevisté aquí hace 15 años comentó algo que me resultó gracioso: “Nunca me ha interesado el matrimonio”. ¿Siempre pensó igual?

—El matrimonio es un heroísmo del que yo no soy capaz (risas).

—Nunca me lo habían contado así (risas).

—Es una definición acertada.

—En verano suele venir al pueblo, a esta casa. ¿Cómo ve Frailes ahora?

—Ha cambiado mucho. Me llama la atención la cantidad de casas vacías. ¡Con lo bien arreglado que está el pueblo ahora! Cuando yo entré de alcaldesa las casa estaban peor y las calles eran de peñones. Alguna quizá tenía una capa de algo, pero estaban casi todas de pena. Ahora miro por la ventana y veo todo tan  arreglado que pienso: “Qué pena tanta casa vacía justo cuando todo está tan bien puesto”.

—La despoblación es un problema en la provincia.

—La España vaciada.

—A usted le preguntan mucho por el pasado, pero yo también le quiero preguntar por el futuro. ¿Qué le gustaría hacer y no ha hecho aún?

—A mí me ha llamado siempre la atención la frase de San Juan de la Cruz: “En la tarde de la vida te juzgarán sobre el amor”. Y yo, como estoy en la tarde de la vida, me planteo muchos interrogantes. ¿Qué me gustaría hacer? El otro día me preguntaron algo parecido, sobre cómo me gustaría que me recordara la gente. Y dije sencillamente: “Me gustaría que me recordaran como una persona que pasó por el mundo haciendo el bien”. Eso deseo, seguir haciendo el bien. Aunque a veces no es sencillo, pero la intención es eso. Al final de la vida, lo único que queda es lo que has hecho bien y el bien que hayas hecho.

Fotos y vídeo: Fran Cano.

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