"Hay un intento falaz de convertir nuestra historia en una caricatura"
Antonio Pérez Henares (Bujalaro, Guadalajara, 1953) pasó hace pocos días por el paraíso interior que es Jaén para hablar de su nuevo libro, La Española, en el que retrata otro paraíso (la América de los tiempos del Descubrimiento) y a sus principales habitantes.
Con su insobornable y característica independencia, que a sus setenta otoños mantiene intacta o hasta más vigorosa, el conocido periodista y escritor comparte con los lectores de Lacontradejaén sus reflexiones acerca de uno de los momentos más importantes de la historia en modo cien por cien 'Chani'.
—De la Edad Media de Tierra Vieja, su penúltima novela, a la América del Descubrimiento en La Española, señor Pérez Henares.
—Hay tres temáticas a las que vuelvo de manera continua, que son la Prehistoria (un mundo que me entusiasma, me apasiona), la Edad Media y América, Hispanoamérica en concreto.
—¿Qué relación vital mantiene con el continente americano? Se adentra usted en su pasado a lomos de un evidente y profundo conocimiento, que destilan páginas como las de La Española.
—Allí hice muchas expediciones con mi amigo Miguel de la Quadra Salcedo, el maestro, y otras por mi lado. Lo siento es que me siento muy vinculado, y parte incluso de ese mundo.
—Dice eso, Antonio, en un momento, en el que el episodio histórico protagonizado por Colón continúa generando polémica, defensas tan encendidas como condenas no menos virulentas.
—Me da exactamente igual. Hay una enorme comunidad cultural de la que yo me siento parte, que hablamos la misma lengua, que tenemos una misma raza cultural, que somos además una profunda sociedad (muy mestiza, por otro lado, y creo que precisamente ese mestizaje es lo que tira por tierra cualquier argumento de la leyenda negra). La inmensa mayoría de la población hispanoamericana es indígena o mestiza. Con eso está dicho todo. Excepto en algunos países del Sur, andinos, que no fuimos nosotros precisamente quienes exterminamos a los indios, ese exterminio fue muy posterior y mucho más cercano, en el siglo XIX, a finales incluso, casi en el XX.
—Esos orígenes indígenas están muy presentes en su nuevo libro, donde retrata los primeros tiempos de la América recién descubierta...
—Sí, me parecen (curiosamente) los más ignorados, los más olvidados y, sin embargo, son los más trascendentales. Ese fue un viaje, ese fue un tiempo que cambió el mundo, no ha habido ningún momento, en la historia de la humanidad, que haya supuesto tanto: ¿nos podemos imaginar un mundo sin América, sin el Pacífico? Pues existían pero no los conocían ni Europa ni Asia ni el mundo conectado, no tenían la más remota idea de que existiera, ni ellos de que existiéramos el resto de la humanidad.
—¿Cómo definiría usted el Descubrimiento de América, del que tantas definiciones se han hecho a estas alturas?
—Fue un gran descubrimiento, una gran exploración que cambió la idea que el mundo tenía de sí mismo y cambió, además, a los propios que habitaban el mundo. Pongo un ejemplo: miren lo que han comido hoy o lo que van a cenar esta noche, y se darán cuenta.
—Colón, y una larga lista de personajes ya míticos relacionados con el hecho del Descubrimiento, también son retratados por Antonio Pérez Henares en esta obra, ¿verdad?
—Sí, eso es lo que he querido hacer, esencialmente; y ubicarlos en La Española y en Santo Domingo porque, en algún momento, todos estuvieron allí, todas esas gentes (los Colón, los Pinzón, los Niño, Juan de la Cosa, Ponce de León, Vasco Núñez de Balboa, Nicuesa, Cortés, Pizarro...), todos ellos estuvieron en algún momento allí. Personajes como Bartolomé de las Casas, Antonio Montesinos, que son hoy parte de la historia del mundo.
—¿Es usted indulgente con alguno de ellos, 'da caña' a otros? Vamos, que si a través de su libro cae más de un mito.
—No, no, no; he querido trasladar algún tipo de emoción de aquel tiempo, pero también la emoción de un paisaje, de un mundo absolutamente nuevo, de algo en lo que creyeron ver el paraíso verdaderamente, pero también hay personajes que son los que ahí estaban.
—¿A quién se refiere?
—Por ejemplo Caonabo, y sobre todo Anacaona, con su final trágico y terrible, una auténtica felonía y un asesinato por parte del gobernador Ovando; hay unos textos muy importantes donde estudiarlos, y hasta quien los reescribe: de Bartolomé de las Casas se conoce el panfleto de La Brevísima, pero la Historia de las Indias no, cuatro volúmenes que son un retrato de aquel momento desde su punto de vista, por supuesto. Pero fue un contemporáneo, lo mismo que Hernán Díaz del Castillo o el propio Cortés. Los documentos están, solo hay que ir al Archivo de Indias o consultarlos digitalmente, es fácil acceder a ellos. Todos dejaron crónicas que nos permiten acercarnos a aquellos personajes.
—Pero ese acercamiento tendrá que ir inexcusablemente acompañado de una condición sine qua non: tener en cuenta la mentalidad de la época en la que vivieron, ¿no?
—Por supuesto, no puede haber mayor idiotez que juzgar el pasado no ya con los criterios, sino con las modas actuales. Es verdaderamente ridículo. La leyenda negra, por ejemplo, no me cansaré de repetirlo que no se combate con leyendas rosas, sino desde el rigor o intentando acercarse a la historia más verosímil, pero dentro de los parámetros de aquella época. España aportó dos adelantos inmensos, por ejemplo, como son la prohibición de esclavizar a los indios (no por la esclavitud en sí, que era perfectamente legal y cotidiano en todos los países, sino porque eran súbditos de la Corona española y, por tanto, españoles, y eso se mantuvo hasta que los echaron en el siglo XIX).
—Hace cuatro días...
—¡Lo que dice exactamente el capítulo primero de la Constitución de Cádiz, que la nación española está compuesta por los españoles de ambos hemisferios!
—¿El otro ejemplo de esos adelantos que aportó España?
—El mestizaje, la mezcla. Todos los matrimonios quedaron perfectamente legalizados ante Dios, ante los hombres y ante las leyes, en 1514. En Estados Unidos, el matrimonio interracial no se ha permitido hasta 1967, y resulta que los genocidas somos nosotros. Los que decían que el mejor indio era el indio muerto, hasta hace tres días; el presidente argentino pidiendo el exterminio de hombres, mujeres y niños, de "esos indios piojosos" (está negro sobre blanco), ¡y los genocidas y los racistas somos nosotros!
—¿Ignorancia de la historia pura y llana, entonces, o promoción de esa ignorancia por parte de quienes tienen la sartén educativa por el mango?
—Hay un intento de que ignoremos, se está imponiendo un pensamiento único falso, falaz, que lo que pretende es convertir nuestra historia en una caricatura. Por supuesto que hubo atrocidades, y encima fueron denunciadas por los propios españoles, ahí están Antonio Montesinos o fray Bartolomé de las Casas, ahí están las leyes de Indias, las leyes de Burgos, desde 1512: pero se pretende que ignoremos la historia, y que la despreciemos. Eso se ha impuesto hegemónicamente, y hoy incluso se enseña en los colegios, en los institutos y es norma de fe en algunas cátedras.
—¿Por qué? Y sobre todo, ¿para qué?
—Porque hay una parte de la sociedad española que ahora se llama izquierda (y es novedoso, porque en esto jamás lo ha sido) que asume precisamente esa falsedad y esa ignorancia y dice que España viene a ser algo así como quien ha cometido un pecado original y universal contra el mundo y todos sus habitantes. O sea, ¡que no ha habido nunca un imperio ni una conquista con unos excesos como los nuestros! Son una pila de ignorantes y de aminorados mentales, es inconcebible que se pueda decir semejante estupidez o que se pueda juzgar toda la historia de una nación como España a base de panfletos.
—Le afecta, Antonio, parece que no le resbala en absoluto.
—La verdad es que esto cada vez me entristece más. Pero, por otro lado, empiezo a detectar que la gente está hasta las narices del cuento repetido una y otra vez. Hay una serie de gente que dedica a insultar a nuestros abuelos y que ya está hasta las narices, porque cada vez que se hace eso, nos avergonzamos de nuestra historia, nos condenamos, nos flagelamos y solo estamos insultando a nuestros abuelos.
—Ahora toca preguntarle por la solución, por el remedio.
—El único remedio contra la ignorancia es el conocimiento, es así de sencillo. Lo que hay que lograr de nuevo es que la historia de España se enseñe fuera de lo que es el doctrinario ideológico, ese pensamiento que se intenta imponer y que intenta adoctrinar en la mentira, en la falacia, a toda la población. No hay que ocultar el momento determinado en que se cometieron atrocidades, pero hay que ponerlo en su momento. No se puede decir, ni siquiera, que Hernán Cortés construyó los cimientos de lo que es la nación americana, pero sin embargo a nadie se le ocurre meterse con Julio César o con cualquier otro imperio. Es algo que tiene que ver con una especie de odio a nuestro pasado, por parte de alguien que a quienes odian es a sus propios abuelos.
—Hay quien dice que el masoquismo es muy español...
—Convertir eso en mayoritario... Pero es que la izquierda española nunca fue así. A don Claudio Sánchez Albornoz, último presidente de la Segunda República en el exilio, jamás se le hubiera ocurrido semejante disparate, ni a nadie de la Generación del 98 ni de la del 27. La palabra estaba en todos sitios, una idea de España de izquierdas. Pero esto es otra cosa, es un intento de que nos flagelemos, de que nos abramos en canal.
—Según sus palabras alguien podría pensar que cuando gobierna la derecha, la cosa cambia. ¿Suscribiría esa sensación, la haría suya?
—Desde luego, lo que no he visto ha sido una gravedad tan terrible en el ataque como se está produciendo ahora contra la lengua española, contra la historia, contra las humanidades, pero también he de decir que cuando han gobernado los otros, tampoco es que hayan hecho mucho. La solución no está en la alternancia, sino volver a una política real de Estado. Pero claro, decir eso en estos momentos... Hay que llegar de verdad al raciocinio y a la madurez de una maldita vez.
—Esta semana se ha conocido el nuevo Gobierno de España, ¿tiene esperanzas en que los ministros con competencia le den la vuelta a la situación que usted denuncia?
—No me interesan lo más mínimo los nuevos ministros, son camareros de la corte sanchista. En realidad no mandan nada, ni siquiera Sánchez manda nada, en realidad quien puede cesar a ese Gobierno es el prófugo: este no es el Gobierno de Sánchez, es el Gobierno de un prófugo, lo tiene en su mano. ¿Por qué?
—Cuente, cuente.
—Porque se ha vendido. Sánchez es una persona curiosa, un tipo que no es que se deje chantajear, es que busca que lo chantajeen para pagar lo que sea y dormir él en Moncloa. Él no manda en España, quienes mandan son Puigdemont, Otegui, Ortúzar, Junquera... Es así de simple. Sánchez va muy de bravucón, pero es una marioneta y un tipo que se arrodilla delante de estos. Sánchez ha hecho que España sea una colonia de los separatistas, que imponen sus privilegios y encima nos exigen tributo.
—Así, Antonio, sin paños calientes ni pelos en la lengua...
—Hay momentos en los que hay que levantar la voz, aunque solo sea por dignidad y aunque eso se vuelta contra uno mismo.
—Volviendo a su libro, habla usted de paraíso cuando se refiere a La Española. Hace pocos días pasó por Jaén, el paraíso interior. ¿Qué tal la experiencia?
—Una experiencia maravillosa, pero maldito sea lo que están haciendo con Jaén, es una cosa verdaderamente atroz. Estáis incomunicados, es intolerable. No puede ser que esto esté sucediendo, y lo siento mucho. Me uno a los jiennenses en eso, no podéis seguir así.
—¿Qué relación ha mantenido con la provincia jiennense a lo largo de su vida?
—He ido bastantes veces, me encanta viajar por España; y me unen a Jaén grandes amigos como Emilio Lara o Juan Eslava Galán, o mis amigos de Linares, de Úbeda, de Baeza...
—¿Le gusta venir, se siente bien en Jaén?
—Yo me siento bien en muchos sitios, pero hay algunos que de manera especial, porque siempre me encuentro a gente con la que me encuentro como en casa, y Jaén es de esos sitios.
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