"Lo que quiero es seguir trabajando, pelear por lo que me gusta"

Como el piloto en su cabina cuando se coge un avión, todo el mundo sabe que quien pincha la música está ahí, imprescindible por más que la mesa o los cristales lo separen del resto del mundo. Lo dicho, como el piloto de un avión. 

Uno de ellos (de los DJ, no de los pilotos) y de los más cotizados de la actualidad de entre los que gastan acento jiennense es Alberto David Molina Vázquez, que parte la pana como Alberto DJ (Alcaudete, 1988) en las mejores salas y eventos. 

—¿Lo suyo es vocación? Si es así, ¿cómo la descubrió?

—De toda la vida. La música ha sido importante en casa (mi padre siempre ha tenido vinilos y cintas, se ha puesto mucho la radio) y lo que empezó como una afición terminé llevándolo al campo profesional. 

—Y a usted le llamaba la atención no tanto escucharla, sino ponerla, ser quien le daba al play...

—Exactamente, y desde pequeño. 

—¿En qué momento de su vida decidió que esa querencia suya podía convertirse también en su trabajo?

—Hará unos veinte años, casi. 

—No son pocos, Alberto. ¿Será por eso que a día de hoy puede presumir de vivir de lo que más le gusta y mejor sabe hacer?

—Bueno, yo trabajo únicamente como DJ, esa es la verdad. 

—Vuelva la vista atrás, haga memoria...

—Empecé en plan amigos, llevando la música a cumpleaños o fiestas de navidades de amigos hasta que un día, casualmente, un conocido de mi pueblo que alquilaba altavoces me preguntó si yo sería capaz de poner música en una boda. Y yo le dije que sí. A partir de ahí empezó mi andadura profesional.

—Una trayectoria para la que, además de afición, ha hincado usted los codos, ¿verdad?

—Me tuve que formar, sí; estuve en una escuela de música de Málaga, aunque lo hice on-line, no tenía disponibilidad para irme allí. Pero me formé, sí, hoy en día el DJ está reconocido como profesión. Me dieron mi título profesional, pero lo que de verdad te enseña es el trabajo, pinchar, la experiencia. 

—Una experiencia, un trabajo que no le ha faltado en todo este tiempo.

—La verdad es que no. 

—Habrá rachas, claro...

—Sí, pero al estar en todas las plataformas posibles de lo que puede hacer un DJ, te curte mucho a la hora de leer al público, de la psicología musical. 

—Es que usted lo mismo se le encuentra en una sala que en una boda, en un evento al aire libre...

—Exactamente, y también he hecho radio. Mi abanico es superamplio. 

—¿Dónde se siente más cómodo?

—No sabría decir, me tengo que sentir cómodo en todos los sitios: el día que deje de hacerlo, esto terminaría para mí. 

—Además se le notaría.

—Obviamente, y uno tiene que transmitir buen rollo, buena energía. 

—Ya está aquí el verano: ¿cómo está su agenda? ¿Muchos huecos libres?

—El verano se presenta movido, prácticamente lo tengo cerrado todo: la feria de Albacete, Menorca, la provincia de Jaén...

—El suyo no es un trabajo sedentario, precisamente, no le permite echar raíces.

—Eso es así, dependiendo del nivel al que quieras llevarlo. 

—¿Qué quiere decir exactamente, Alberto?

—Que si lo quieres llevar a un nivel más amateur, pues no te tienes que mover tanto. Pero si vas fuerte, hay que estar siempre para arriba y para abajo. 

—Usted apunta a lo más alto, está claro. 

—La verdad es que no me pongo objetivos, voy andando el camino y hasta donde llegue. 

—El tópico del productor, del descubridor: imagínase que uno de ellos lo ve pinchar, por casualidad. ¿Eso sería lo mejor que podría pasarle profesionalmente hablando, con toda la trayectoria que lleva detrás?

—Estoy abierto a todo en ese abanico: lo que quiero es seguir trabajando, seguir peleando por lo que me gusta en un mundo en el que tienes mucha competencia, tanto por los nuevos como por los que ya están; vas conociendo a gente, las redes sociales hacen mucho, son superimportantes, pero obviamente el boca a boca también, de toda la vida. 

—Pero, ¿qué tiene Alberto DJ, qué procura al personal, por qué hay que contratarle?

—Yo prometo, lo primero, un buen servicio, que la gente lo va a pasar bien y que cuando se vayan van a decir: ¡Qué bien lo hemos pasado, qué bueno es este tío!