"Antes tenía más fuerza, pero ahora tengo más conocimiento"
Como a Silverio Franconetti —el legendario cantaor lorquiano—, a Enrique Soto (Linares, 1950) le gusta eso de quitarse algunos años, pero la voz no engaña y la suya destila la solera propia de las siete décadas largas que lleva a cuestas en su espigada anatomía de banderillero de postín, que es lo que quería ser Manuel Machado.
El flamenco jiennense le rendirá homenaje en su ciudad natal, y si hubiera que medir los aprecios por el número de nombres propios del arte jondo y la copla que se han sumado al tributo, al del teatro Cervantes del próximo 24 de febrero habría que bautizarlo, sí o sí, como el cartel de la admiración y el afecto.
—¿Cómo se encuentra, Enrique? ¿Le acompaña la salud, o es todo fachada?
—Bien, gracias a Dios. Nunca he estado malo, solo por las 'cornás' de los toros.
—Está ya en capilla para su homenaje, ¿le emociona? ¿Cómo afronta ese 'paseíllo' jondo?
—Me siento bastante alegre, porque creo yo que ya era hora después de sesenta años cantando con todas las figuras del flamenco, con todas todas las habidas y por haber: Camarón, Enrique Morente, con Lebrijano..., con todas las figuras, gracias a Dios. Tengo un aprendizaje muy bueno.
—¿Pero es que a estas alturas de su carrera sigue usted aprendiendo?
—Claro, me pongo mis cascos, oigo flamenco, apunto lo que me gusta, hago mis letras... He hecho cuarenta o cincuenta palos diferentes del flamenco, que eso es muy difícil. Pero con el tiempo, aprendes.
Enrique Soto flanqueado a su izquierda por el cantaor villacarrillense Carlos Cruz y a su derecha, al micrófono, el mítico artista de Andújar Rafael Romero 'El Gallina'.
—¿Qué quitan los años, y qué le dan, a un cantaor flamenco? ¿Qué le han quitado y qué le han dado a Enrique Soto?
—Antes tenía más fuerza, pero ahora tengo más conocimiento, una profundidad, un empaque, una solera.
—Un poco más, y hay que hacer el cartel de su homenaje a tamaño gigante, de tanto artista como no quiere faltar al acontecimiento. Debe de ser satisfactorio eso de que lo quieran tanto, ¿no?
—¡Y se ha quedado gente fuera! Será un homenaje muy variado, con cante, copla, rumba... Estoy muy contento. Yo he procurado ser siempre un hombre bondadoso, ayudar a quien he podido, donde llamo me abren. Ahora que digo esto, me gustaría recordar a un gran amigo mío que ha hecho mucho por el flamenco, Herminio López Contreras, que ya ha muerto. Fue presidente de la Peña La Taranta y ha hecho muchas cosas, y ni siquiera le han dado un homenaje pequeño.
—Dicho queda, pero cambiando de tercio: más de uno pensará que el próximo 24 de febrero se cortará usted la coleta en el templo de la taranta.
—No, no, no, qué va. Esto es un reconocimiento a mi trayectoria. La coleta, por lo pronto, no me la voy a cortar ni muchísimo menos. Cuando yo me vea sin facultades, seré el primero en decir '¡hasta aquí hemos llegado!', pero ahora mismo no.
—Celebra usted sesenta años de carrera, como su paisano Raphael. ¿El balance de una biografía artística tan amplia es positivo, o tiene alguna espina clavada?
—Muy positivo. He actuado mucho fuera, gané el concurso Gente Joven en 1979 e hice programas de televisión, como Estudio Abierto... Un balance muy bueno, positivo total.
—En ese cartel, además de artistas, hay apoyos privados e institucionales, con el Ayuntamiento linarense a la cabeza.
—Estoy muy orgulloso de eso, y con el Ayuntamiento estoy supercontento, con Javier (el alcalde), con los concejales... Muy agradecido.
—El homenaje, como todo, pasará. ¿Cómo viene esta 'temporada' 2023 que prácticamente está dando todavía sus primeros pasos?
—En las peñas flamencas de hoy día llaman a gente joven que por dos pesetas que les dan, hacen sus tres o cuatro cantes y ya está: a los profesionales ya no los quieren. Yo no voy a ir a cantar por cuatrocientos euros. Es una pena que las peñas flamencas no llamen a cantaores profesionales buenos.
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