"Tengo una promesa al Abuelo que por ahora no he podido cumplir"
Actor, productor y guionista, Enrique Villén Cruz (Madrid, 1960) es uno de los rostros más populares del cine y la televisión, uno de esos entrañables secundarios requerido por los grandes directores que forma parte ya de la memoria sentimental de varias generaciones de telespectadores y cinéfilos. No tiene acento de Jaén ni cuando se calla, pero lo cierto es que, como él mismo asegura a este periódico, no es jiennense "de casualidad".
—¿Por qué no es usted jiennense, Enrique, qué ha pasado ahí?
—Por el tema de la emigración. Mi padre pensó que en Madrid conseguiría mucho más que en Jaén en aquella época de la posguerra. La verdad es que él tenía un buen puesto de trabajo, era el encargado de comprar las frutas y verduras en los campos para el mercado central de Jaén. Pero su hermano vino para Madrid y él dijo: 'Vamos a probar suerte'. Solo dos hijos de la familia somos madrileños, todos los demás son de Jaén.
—Villén y Cruz... ¿Qué parte de su sangre huele a mar de olivos, la paterna o la materna?
—Por parte de padre y de madre, tanto los Villén como los Gallego, los Quiroga, los Ruiz, los Cruz, los Moya..., todos esos son familia mía. Toda mi familia está en Jaén. Mi madre nació en la calle Remojadero del Pescado, toda mi infancia la pasé con mis amigos de Jaén, con mis primos, no tengo ni un familiar que sea de Madrid, todos son de allí.
—¿Qué vinculación ha mantenido con Jaén a lo largo de su vida? ¿Conserva buenos recuerdos de la ciudad?
—Desde que yo nací, mis padres venían siempre tres meses a Jaén, por el verano; así fue hasta mis doce años o por ahí. Por lo tanto, toda mi infancia de los juegos, de la diversión, del cine... pasó en Jaén. Mi tía por parte de madre vivía en el barrio de San Felipe, a un lado tenía la carretera de Circunvalación y al otro ya estaban los olivares; íbamos allí a jugar, a hacer trastadas, con mis primos. Mi tía era muy conocida, Encarnación Villén; tenía un colmado en la carretera de Circunvalación. La gente que venía de Madrid en la llamada 'pava' decía al taxista: 'A casa Encarna', y sabía dónde tenía que llevarlos. Sus hijos, mis primos, todavía tienen negocios de hostelería en Jaén.
—Entonces, ¿sus primeros contactos con el cine tuvieron lugar aquí?
—Sí. Había varios cines de verano, pero yo iba al Jardín, que es donde veía todo el cine del mundo con mis padres, por la noche, oliendo a jazmín. Para mí, mi infancia en Jaén es lo más bonito. Jaén es para mí mi segunda casa, por mis venas corre sangre de Jaén.
—Ese cine que cita estaba situado en un lugar emblemático de la capital, aledaño a los restos del antiguo convento de San José, del que únicamente se ha conservado el Camarín de Jesús, donde se venera a Nuestro Padre Jesús, 'El Abuelo'.
—Ah, no lo sabía. Recuerdo que había un barranco ahí, un puente y que estaba camino de la Plaza de Santa María.
—El Jaén de los 60, ¿no?
—Claro, de los 60 y 70; imagínate, la leche nos la traían en borrico [ríe]. Un Jaén que era un pueblo maravilloso, y supongo que lo seguirá siendo. A mí me da mucha pena que esté olvidado.
—¿Eso cree?
—Sí, Jaén está olvidado, en parte también por culpa de los giennenses, que no saben vender todo lo bueno que tienen, que es mucho: historia, leyenda, unos Baños Árabes increíbles, tiene unos pueblos maravillosos... Habría que apretar al Gobierno para que el AVE pasara por Jaén; su Semana Santa es la más grande de Andalucía, y es desconocida; El Abuelo es, no sé..., un símbolo tanto para los creyentes como para los que no lo son.
—Líneas arriba le comentaba que el cine de su infancia era aledaño al Camarín de Jesús; ahora habla usted de El Abuelo y tiene que hacer una pausa al nombrarlo, le ha temblado la voz...
—Yo tuve un accidente en el ojo derecho, me salió un glaucoma secundario, de ahí mi estrabismo en ese ojo; yo debería de haber tenido, ahora también, unos dolores increíbles, y no los he tenido nunca. Mi madre le puso a Jesús unos ojos de plata y siempre me ha protegido. Soy creyente, no soy católico, pero soy cristiano, aunque no caso con la Iglesia; con Jesús, con El Abuelo, sí caso.
—En Jaén, la 'visita' a El Abuelo es un ritual cotidiano para mucha gente, una costumbre muy arraigada. ¿Usted también es de esos?
—La última vez que lo visité fue para pedirle, entre lágrimas, que me salvara de un cáncer, que me ayudara. De eso hace seis años, y lo hizo. Bueno, lo hicieron los médicos, y Él también. Al respecto, sí es verdad que tengo una historia que quise ofrecerle a Jaén, un ofrecimiento que yo le hacía a El Abuelo.
—Una promesa, como se ha dicho aquí toda la vida.
—Exactamente, tengo una promesa con El Abuelo que por ahora no he podido cumplir pero que me gustaría hacerlo antes de morirme.
—Normalmente ese tipo de promesas no se cuentan, a no ser que el oferente quiera...
—Es hacer una pequeña película sobre la leyenda de El Abuelo. Está todo el proyecto desarrollado, acabamos de rodar en Jaén, con medio equipo de Madrid y medio de Jaén y actores de Jaén, con la figuración de Jaén... Es una historia muy bonita, la verdad, no sé si podremos llevarlo a cabo algún día.
—Parece que ve su viabilidad como otro 'milagro' del Nazareno.
—Sí, porque me tendría que tocar La Primitiva; eso, o que las empresas de Jaén y la Diputación o el Ayuntamiento se mojaran un poco. De alguna manera sería una proyección exterior de Jaén a nivel nacional, a través de uno de sus grandes símbolos. La idea es pasearla por festivales nacionales e internacionales, y también por los Goya [premios que en 2006 reconocieron su trabajo como productor]. Sé que entusiasmaría al creyente y al no creyente, porque la leyenda de El Abuelo es mágica.
—Deja aquí ese aviso para navegantes, ¿no?
—Sí. Santi Rodríguez, que también es un símbolo en Jaén, me ha intentado echar una mano, él que siempre lucha por que Jaén esté en su sitio, pero hasta ahora no hay nada.
—El Abuelo, Santi Rodríguez... y la Sombrerería Cámara, que por lo visto también tiene algo que ver con Enrique Villén Cruz. Va usted de símbolo en símbolo.
—Sí, según mi madre su abuelo (mi bisabuelo) era el dueño de esa sombrerería, que estaba en la Plaza de Santa María. Yo sé que tenía ascendencia alemana, era un militar alemán.
—Va usted de símbolo en símbolo.
—Si es que yo debería de haber sido giennense, y no lo soy por accidente. Me siento madrileño, pero también me siento muy de Jaén.
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