ORIGEN Y ESPLENDOR DE LA FIESTA DEL VINO
Creadores y actores indispensables de la Jornada Vinícola y Gastronómica repasan la historia de la cita más representativa de Frailes, un revulsivo turístico que hoy alcanza la edición 25
De una celebración con poco más de 100 comensales a una comida multitudinaria cuyo pico rondó los 3.000 asistentes al aire libre, en el recinto ferial de Frailes. Ése es el viaje de la Fiesta del Vino —desde 2012 denominada Jornada Vinícola y Gastronómica— en el último cuarto de siglo. Hoy se celebra la edición número 25 y Lacontradejaén habla con quienes crearon la idea, con los tres alcaldes que arroparon la propuesta y con los actores diferenciales para convertir la cita en un punto de inflexión en la historia del pueblo. La alegría del vino, que diría Quintero, derivó en un activo turístico único para la Sierra Sur, todavía con combustible.
José Luis Martín Afán de Rivera, concejal desde 1995 hasta 2015, echa la mirada hasta el 25 de enero de 1997, cuando se celebró la primera edición del evento. Él creó el concepto de la Fiesta del Vino y le propuso la idea a Antonio Cano, alcalde desde 1991 hasta 2011. "Las viñas se morían. Todo el mundo decía que el vino de Frailes estaba bueno, y yo pensé en darle también publicidad al pueblo", evoca Martín. "Enseguida se lo dije al alcalde y también al cocinero Miguel Montes, porque queríamos abrir la propuesta al pueblo", añade.
La primera edición se celebró en el bajo comercial propiedad de Antonio Martínez, en el extinto Bar Avenida, junto al Puente de los Molinos. Fue el lugar de la celebración hasta el año 2002, cuando 'saltó' al ferial, desde donde se ha celebrado hasta ahora, con la salvedad de las dos años de ausencia condicionados por el coronavirus (2020 y 2021).
"Luis Martín me llamó y me pareció magnífico. No podíamos perder las raíces del vino en la villa", explica por teléfono Miguel Montes, hoy cocinero emérito. "Aposté por el potaje de habichuelas y recuerdo que servimos un par de corderos. También ayudaron vecinos como Mercedes García y lo servimos Antonio Martínez y yo con la ayuda de Manolo 'Pancanto'" precisa.
Aquella primera fiesta tuvo cierto cariz elitista, pues el momento de la comida era más privado, con representantes de las administraciones de la época, como Gaspar Zarrías, entonces consejero de la Junta, y Felipe López, en aquel momento presidente de la Diputación. "Teníamos que elegir a los invitados más representativos de todos los ámbitos para dar difusión. Luego, acabada la comida, sí que abríamos la fiesta al pueblo. Vino gente a beber vino y a comer tapas. Fue un pelotazo, porque mucha gente almorzó gratis y la publicidad empezó a funcionar", recupera Martín, quien aún tiene en la cabeza el apunte que le lanzó un reportero: "Me dijo que el vino estaba buenísimo, pero que cómo era posible almacenarlo y servirlo en botellas de gaseosa".
El primer pregonero fue Santiago Campos, funcionario del Ayuntamiento y corresponsal de la prensa provincial durante décadas. "Pienso en la Fiesta del Vino y la imagen que tengo es ver a mi primo Antonio Cano de un lado para otro, desbocado por la cantidad de gente que empezó a venir", cuenta el periodista, que ayer estrenó la exposición Vino y Frailestud, un recorrido de los últimos 40 años del pueblo a partir de su cámara. Campos se encargó de contar el efecto de las primeras celebraciones. "Fue la fiesta que nos hizo mejores", asegura con orgullo y remarca el paralelismo que tuvo con avances imprescindibles para la villa, como habilitar la carretera de la circunvalación de Linarejos, esencial para el desarrollo urbanístico.
EL CAMBIO AL FERIAL Y LA PROMOCIÓN DE GRANDES PLUMAS
La sexta edición, en el año 2002, supuso el cambio definitivo al recinto ferial y a partir de ahí también tomó protagonismo la Casa de la Cultura, donde se empezaron a dar las conferencias, ahora escenario habitual del pregonero.
"A los tres años nos dimos cuenta de que teníamos un buen formato. Frailes salía hasta en los papeles del pescado. Ése era el reto que teníamos Luis Martín y yo: poner al pueblo en el mapa. Fue un éxito", cuenta Antonio Cano.
A favor de la promoción remaron novelistas de la provincia como Salvador Compán y Eslava Galán. Especial resonancia tuvo el reportaje de cuatro páginas que el autor neerlandés Cees Nooteboom dedicó al evento en El País Semanal. "Michal Jacobs lo trajo aquí", apunta Santiago Campos. En el apartado de las personalidades que contribuyeron al furor por la fiesta figuran en negrita los nombres del citado escritor inglés que eligió Frailes para vivir —hasta su muerte en 2014— y de su inseparable Manuel Ruiz 'El Sereno', vitales para promocionar la iniciativa.
Fue tal la demanda que hubo que habilitar el sistema de las entradas más por cuestiones logísticas que por económicas. Las subvenciones de ámbito turístico procedentes de la Diputación y de la Junta allanaron el camino en cuanto a números. El tema organizativo era otra cantar. "El primer año en el ferial fue difícil", concede Miguel Montes acerca de una edición que superó los 2.000 comensales. "Luego recuerdo que otro año no había servicio de camareros, sino que la gente iba a los puntos donde estaban las ollas para ponerse el plato. Algunos repetían hasta tres veces", recuerda entre risas.
Montes, más que curtido en la gastronomía andaluza, subraya que la Fiesta del Vino fue un golpe de efecto para la restauración frailera. "A finales de los años 90 aquí no asomaba ni el Tato. El trabajo de las diferentes corporaciones ha sido un gran reclamo. El día del vino es un reencuentro que también beneficia a los bares y a los restaurantes", analiza.
En la misma línea, Antonio Cano y Luis Martín echan de menos cuando la fiesta se expandía tras el almuerzo a los negocios del pueblo. Y recuerdan que la fecha de celebración cambió de enero y febrero (primera, segunda y tercera edición) a los meses primaverales por dos motivos: evitar la coincidencia con los meses de campaña olivarera y la lluvia. Sí, entonces llovía de verdad y los precursores todavía tienen pesadillas con las ediciones pasadas por agua.
CAMBIO DE NOMBRE, DOS DÍAS Y LA PLAZA DE LOS TOROS
José Manuel Garrido, alcalde de Frailes entre 2011 y 2019, organizó su primera fiesta vinícola en el año 2012, cuando los comensales sumaron 2.200 en un día de lluvia. "Me acuerdo que cayeron más de 80 litros y, por más que lo intentamos, fallaron comensales. Al final lo salvamos", expresa en declaraciones a Lacontradejaén.
El equipo de Garrido tenía claro entonces que la iniciativa era ya una bandera del pueblo, de modo que el objetivo era enriquecer la propuesta a partir de "un enfoque distinto". "Queríamos ir más allá del mero hecho de comer e intentamos dar a conocer rincones del pueblo con potencial como la Plaza de los Toros, que es un punto estratégico", explica.
Las primeras modificaciones son el cambio de nomenclatura —pasa a llamarse Jornada Vinícola y Gastronómica— y extender la celebración a dos días, con el protagonismo de los productores locales en la Plaza de los Toros. "Entendimos que había que incluir otros de nuestros productos, como el queso y los dulces caseros, para dinamizar la economía y que la gente comprase aquí. Por eso introducimos los estands", argumenta.
Bajo esa idea, Garrido agregó la fórmula de prolongar las horas de fiestas en el ferial con la contratación de un grupo de música que amenizase la jornada; el tardeo era una apuesta por distinguir la actividad de festejos más convencionales, como las bodas. "Queríamos que la gente se quedara y disfrutase de la armonía", recuerda Encarnación Castro, entonces concejal en el equipo de Gobierno, alcaldesa de Frailes desde 2019.
LOS VISITANTES SUPERAN A LOS VECINOS
Los últimos cambios ha llegado precisamente en la etapa de Castro como máxima responsable municipal. La barra, a los pies del escenario, se licita desde el año pasado. Además, hay una reorganización de las carpas: una está pensada para los comensales y otra, para la zona de barra. "Repetimos este año esa propuesta de dar libertad a quienes no quieren estar sentados", detalla.
La edición de hoy, la que conmemora el cuarto de siglo, se ha organizado bajo una previsión de 1.150 comensales. Miguel Montes ha preparado 80 kilos de judías con los ingredientes tradicionales de la olla podrida: panceta, chorizo, pollo, zanahoria, calabaza, col y patatas, entre otros.
Al cocinero emérito lo apoya un equipo de ocho trabajadoras que ponen "todo el esmero" para que la celebración funcione. El dispositivo de servicio lo integran 28 camareros, con dos encargados. La cita es también la oportunidad de un jornal para los empleados.
En los últimos años el porcentaje de visitantes en la comida es del 60% frente al 40% de asistentes fraileros. Claro que ha cambiado la fiesta, cuenta la alcaldesa. "Yo era una niña en las primeras ediciones y las recuerdo cerca de mi casa, con mucho ajetreo. Con el caos normal de los proyectos que empiezan. Mi padre tenía su bodega y era uno de los que aportaba vino", dice.
Qué pasará con el Día del Vino, la Fiesta del Vino o la Jornada Vinícola y Gastronómica. "El evento nunca se perderá porque Frailes lo necesita", opina Luis Martín, quien guarda con cariño una colección de los antiguos regalos de cerámica de buena parte de las ediciones, fabricados en Arjonilla. "Ha supuesto un punto de inflexión para Frailes y ahora es muy evidente con el éxito de las casas rurales", aporta Antonio Cano. "A diferencias de otras propuestas culturales, la Fiesta del Vino sí que ha conectado con la gente y los resultados han superado las expectativas", concede Santiago Campos.
"La idea continuará y es interesante innovar e ir cambiando entre el formato de siempre y el que prefiere la gente joven", añade José Manuel Garrido. "Ojalá nunca se pierda. Yo todavía disfruto apoyando el evento", aporta Miguel Montes. "Es la fiesta de todos. Han pasado tres alcaldes y hemos trabajado para que vaya a más", sentencia Encarnación Castro. El vino sirvió —sirve— para vender y para contar mejor la identidad de un pueblo.
Fotografías históricas: Santiago Campos.
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