"Me ilusiona motivar a jóvenes que escriben: a veces pasan imposibles"
Juan Manuel López 'Juarma' (Deifontes, Granada, 1981) está viviendo el éxito literario con las novelas Al final siempre ganan los monstruos (2021) y Punki (2023), publicadas ambas con Blackie Books, sin volverse loco. Porque sigue haciendo lo que hacía antes: dibujar y escribir. Eso sí, ahora es consciente de que su trabajo llega a más público. Basta darse un paseo por sus redes sociales para comprobarlo.
Granadino con raíces familiares en Noalejo —también vivió un año en Jaén capital y ha parado más de una vez por Alcalá la Real—, Juarma ha encontrado en la vida de los pueblos un motor para crear ficciones muy reales. El escritor atiende a Lacontradejaén por teléfono una mañana de los días finales de julio. En juego, la literatura, las oportunidades y la vida misma.
—¿Cómo empezó la idea de Punki?
—Estaba escribiendo Al final siempre ganan los monstruos en una página cerrada de Facebook, y me fui dando cuenta de que habías más historias en personajes que salían de refilón. De pronto tenía personajes con vidas parecidas, pero con formas diferentes de solucionar los problemas. Así fue como empezó Punki.
—¿Dio muchas vueltas con la trama o le ha salió de forma orgánica?
—En cuanto a la historia principal, algunas cosas las tenía muy claras. Luego, a medida que escribes, vas modificando. La primera versión de la novela se diferencia bastante del resultado final, porque al principio yo no entendía bien del todo a Álex [el protagonista]. Me costaba, por ejemplo, meterle humor. Finalmente estoy muy contento con él, porque sí es lo que yo tenía en la cabeza.
—Le habrán preguntado unas pocas veces cuánto de Álex hay en usted. ¿Tenía claro que debía contar la historia con la voz de la primera persona?
—En la primera novela había varios narradores. Es cierto que llegué a plantearme contar Punki con dos voces, la de Álex y la de Paula. Pero tenía, entre otros, el problema de irme a un libro de 600 páginas. Al final, me decanté por el punto de vista de Álex, que me resultó cómodo y me dio la oportunidad de abordar con respeto temas complejos.
—Punki es especial para quienes somos de pueblo. Esa idea de que a veces no puedes salir o, de que no quieres salir, está muy presente en la mayoría de personajes.
—Depende. Álex es un personaje que odia al pueblo. En cambio, en Al final siempre ganan los monstruos los personajes están encantados de vivir donde viven. Como escritor, me obsesiona el contexto. Quería hacer algo localista y que sonara a verdad aun siendo ficción. Mi idea era contar una historia de alguien que odia el pueblo y que lo que más quiere es salir, pero se da cuenta de que incluso saliendo no se puede quitar al pueblo de encima, como si llevara siempre una camiseta vieja.
Como digo, me obsesiona el contexto. Por eso quería contar las cosas a mi manera, con el deje andaluz de mi zona tan presente en las voces. Hablo de un mundo, el de los pueblos, en que muchas cosas ya han cambiado para mejor. Villa de la Fuente es un lugar inventado. Mi pueblo, Deifontes, es maravilloso y tranquilo. En ese sentido, ni trasunto ni nada.
—¿De niño o adolescente tuvo esa sensación de que le sería más difícil ganarse la vida escribiendo o dibujando siendo de pueblo?
—Cuando yo escribía en mi pueblo ni lo enseñaba. Me daba vergüenza hasta que supieran que escribía. Lo veía un imposible, porque entonces no había internet ni redes. Sé que estoy aquí un poco de chiripa, porque el libro está gustando. Y me hace gracia cuando me dicen que uso "el lenguaje de la calle". En realidad, yo hablo así.
Me ilusiona motivar a jóvenes que escriban en nuestras comarcas de Granada y de Jaén. A veces pasan cosas imposibles, como me ha ocurrido. Que cuenten sus historias, ése es mi consejo. Por ejemplo, si yo hubiese escrito en castellano neutro las dos novelas, le quito el chiste. Y además es un 'trabajazo'. Ahora que vivo fuera de Andalucía, si digo algo y la gente se queda extrañada porque no lo entiende, enseguida me lo apunto en el móvil.
—A la hora de desplegar los personajes, ¿trabajó más con la nostalgia o con la idea ir hacia algo desconocido?
—Detesto la nostalgia. No hay ninguna en mi trabajo. Cuando empecé a escribir la primera novela la ambienté los primeros capítulos en una ciudad, que era Granada. Cuando escribí uno ambientado en un pueblo me di cuenta que en realidad tenía la historia delante de mí. Y fue más fácil utilizar el escenario de mi pueblo, cambiando el nombre y los personajes, como decía antes.
—Una de las ideas que se repiten en Punki es "nunca te fíes de un romántico". ¿Por qué? ¿De dónde viene?
—Bueno, me salió escribiendo. Hay gente romántica que es maravillosa, como demuestran todas las pintadas de amor. En realidad, la idea es "nunca te fíes de las malas personas". Se puede ser un romántico encantador. Pero para Álex es lo peor. De hecho, a él le cuesta expresar el amor, porque está traumatizado con la idea que tiene de los románticos.
—¿Le sale más natural dibujar o escribir?
—Me resulta más fácil escribir. Vengo de escribir, de la vergüenza que me daba hacerlo. Pero es cierto que me resulta más fácil, aunque a ratos me gusta mucho dibujar. Por ahí saco la rabia y las ganas de contar historias.
—Hábleme de su vínculo con Jaén. ¿Qué tal fue la vida en la capital?
—En Jaén viví en 2013, en la Avenida de Granada. Estuve allí un año por circunstancias de la vida. Y luego volví a mi pueblo. Me gustó para vivir, porque es una ciudad bonita y tranquila, todo pilla a mano. Estuvo muy bien.
—Ahora reside en Puerto de Sagunto (Valencia). ¿Echa de menos Andalucía?
—Echo de menos mi pueblo, mi familia y mis amigos. Estoy deseando hacer una escapada para visitar a mi abuela, a mi madre y a mis hermanos.
—¿Qué tema le gustaría tocar en siguientes libros?
—Tengo dos historias en proyecto, pero no sé si saldrán publicadas ni en qué orden. Y el siguiente tema apuntará más a un 'nosotros' que a un 'yo.
Fotografías: Cecilia Díaz.
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