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El 'vigilante Cañas' cuelga la placa después de treinta años en la UJA

Por Javier Cano - Enero 12, 2025
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El 'vigilante Cañas' cuelga la placa después de treinta años en la UJA
El protagonista del reportaje, en la Universidad de Jaén, donde ha desarrollado su trabajo los últimos años. Foto cedida por Juan Antonio Cañas.

Presidente también del Villargordo CF, se jubila tras toda una vida laboral en diferentes empleos hasta estabilizarse en el mundo de la seguridad

A unos les han traído los Reyes Magos calcetines con el rostro de su perro (que están de moda en las redes); a otros carbón del malo, pero a Juan Antonio Cañas Martos le caído uno de esos regalos que no se reciben más que una vez en la vida: la jubilación, el mismísimo 6 de enero. 

"Antesala de la muerte" llamaba el gran Delibes a ese periodo propio de sesentones, una definición completamente opuesta a la que Cañas prefiere: ""Hay que reconocer que la nostalgia te invade cuando sabes que es tu último día de trabajo, pero también la alegría va por otro sitio, eso es así", afirma. 

Con estos mimbres y toda una vida laboral a sus espaldas llega este villargordeño a la etapa del merecido descanso, a ese regalo de tiempo ganado a pulso a fuerza de madrugones y noches en vela, que de todo ha habido en la aventura profesional del protagonista de estas páginas digitales.  

"Mi primer trabajo lo tuve en 1971, en la aceituna, con once años, aquí en Villargordo, y con doce o trece años me fui a Socuéllamos (Ciudad Real); mi padre cayó malo, yo era el mayor de los cinco hermanos y tenía que trabajar, así que me fui a la uva. Luego estuve un año en el campo, por aquí, y en el 75 me fui a Mendavia, en Pamplona, a una fábrica de conservas en la que estuve tres meses".

Juan Antonio rememora: "Luego, el resto del año, volví al campo. Me fui otra vez a Mendavia, y en el 76 estuve trabajando con Juan Moreno de pintor en la Renfe, dos años y medio, hasta que me fui a la mili. Cuando vine me fui con mi hermano y mi cuñada a pintar por la parte de León, Valladolid y Gijón, un año, y luego me vine (¡porque estaba ennoviado!) y empecé a trabajar aquí en el campo, en lo que me salía, por ejemplo llevando una finca en Mancha Real, el Alamillo. Después me fui a la construcción un año, y en 1992 pase a ser vigilante de seguridad".

Vamos, que no ha parado. Hermano de guardia civil y hermano y padre de vigilantes (su hijo y una de sus hijas también lo son), empezó "de portero de discotecas" por la provincia, no tanto por vocación como por recomendación médica, así, como suena: 

"Me operaron de una verruga maligna y me dijo el médico que buscara un trabajo donde no me diera el sol, que no me favorecía. Tenía un amigo jefe de celadores en el Hospital de San Agustín y habló por mí para meterme en la empresa de seguridad, estuve en el hospital dos años; estuve dos años en Drogodependencias, en Andújar, y ya pasé a la UJA". Tantos años, que terminó convertido en un clásico. 

Y como el teniente Colombo en los mediodías televisivos de los nostálgicos o el comisario Montalbano en los de los de más rabiosa actualidad, el ya 'emérito' acabó por tener su propio nombre de guerra en las instalaciones universitarias jiennenses: "He estado muchos años allí, soy el vigilante Cañas".

Ha trabajado también en el universo de las alarmas y en el del no menos singular de las máquinas expendedoras de bebidas y snacks, pero si a un currante se le distingue por su mono azul o a un canónigo por su filetata, a este pausado hombre de Villargordo se le recordará para los restos con su placa, su porra y otra arma que ha manejado magistralmente: 

"He sido siempre muy dialogante, he ido siempre por las buenas, y eso ayuda mucho, por ejemplo en la puerta de una discoteca; soy muy pacífico, no soy agresivo, y aunque creas que no, la gente lo nota eso. Quien va a meter follón lo nota también, y ya no es tan agresivo", explica a Lacontradejaén. 

Y desde el pasado 6 de enero toca echar más tiempo en sus pasiones particulares, que se reparten entre el fútbol y el baile. ¡El baile, sí, han leído bien!: "Tengo mucha faena, aburrirme no me voy a aburrir". Aburrirse es besar a la muerte, escribió Gómez de la Serna. 

 Cuarto por la izquierda, Cañas defiende la camiseta del equipo que preside desde hace más de tres décadas. Foto cedida por Juan Antonio Cañas.
Cuarto por la izquierda, Cañas defiende la camiseta del equipo que preside desde hace más de tres décadas. Foto cedida por Juan Antonio Cañas.

ENTRE EL CÉSPED Y LA PISTA

Titulado con el nivel 1 de entrenador, Juan Antonio Cañas Martos es presidente del Villargordo CF desde hace la friolera de treinta y seis años.

"Ahora podré dedicarme al futbol y a mis clases de baile, siempre me ha gustado mucho bailar, pero antes no podía, por el trabajo;me apuntaba, pero solo podía ir alguna vez. Ahora sí, tengo clase tres días a la semana, en Linares". 

¿Pero qué baila este 'emérito', así, con todas las letras y todo el respeto del mundo? "Bailo bachata, salsa, meregneue, tango, bolero, psasodoble, de todo". 

Más de un lector habrá pensado lo mal que lo pasaría Cañas el tiempo que estuvo en las puertas de las discotecas, controlando el asunto, cuando en realidad lo que le hubiera gustado era mover el esqueleto, sacudir el cuerpo... ¡Como que se iba a quedar él con las ganas, ni mucho menos! 

"Una vez incluso me atreví, creía que me iban a echar, porque esto no es muy profesional, pero se dio el caso y con otro compañero nos dimos un bailoteo. Hecho se quedó, y no me echaron". ¿No dicen que dijo Confucio aquello de que nunca se debe dar una espada [o una porra, puestos a adaptar la frase] a alguien que no es capaz de sonreír y bailar? Pues eso. 

Y si se pierde, a Juan Antonio Cañas que lo busquen en la pista. O en el césped. Y en Villargordo. 

 En plena ejecución de una coreografía doméstica, Cañas da rienda suelta a otra de sus pasiones, el baile. Foto cedida por Juan Antonio Cañas.
En plena ejecución de una coreografía doméstica, Cañas da rienda suelta a otra de sus pasiones, el baile. Foto cedida por Juan Antonio Cañas.

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