González López, una calle para dos efemérides de 2024
Desde 1951, la calle que asciende desde la antigua Plaza de las Batallas hacia Arquitecto Berges lleva el nombre del que fuera cronista oficial de la provincia
El mismo año que se colocaba en la cumbre del cerro de Santa Catalina la nueva cruz de hormigón costeada por los Balguerías, se rotulaba una empinada calle del ensanche con el nombre del a la sazón cronista oficial de la provincia Luis González López.
Se rendía así urbano homenaje a la figura y la obra de aquel hombre de menuda estatura que se ganaba la vida como jefe de Correos en Jaén y al que muchos y muchas, todavía hoy, recuerdan con el cariñoso apelativo de 'tío Luis', quien curiosamente, antes de ver su nombre en las cartelas del cuestón que va desde la Plaza de las Batallas hasta Arquitecto Berges, había tenido ya ese honor a las mismísimas puertas de Hacienda.
Sí, allá por 1935, cuando la construcción de la nueva sede de la Agencia Tributaria dio lugar a la pequeña plaza presidida por el monumento a Justino Flórez Llamas (pequeña solo si se la compara con la inmensidad de lo que fue la Plaza del Mercado), a la que posteriormente se rebautizó para honrar al deán Martínez de Mazas.
No por haber nacido el cronista en Torrevieja (Alicante) ni haber muerto en Jaén, sino por hacerlo respectivamente en 1889 y 1969, le cabe a esta vía el singular privilegio de celebrar, en 2024, sendas efemérides: la de los 135 años de la llegada al mundo de quien la bautiza y la de los 55 de su muerte.
Calle lindera con la actual Subdelegación del Gobierno, edificio del 75 que antes fue (quienes peinan canas lo saben) aquel grupo escolar soñado por Prado y Palacio para cuyos jardines fue creada la estatua que en 1921 firmó el gran Jacinto Higueras y que, andando el tiempo, terminó reducida a un pequeño espacio, accesorio, en el Museo Provincial.
Un colegio que, en tiempos de fatigas, acabó convertido en sede de Auxilio Social hasta su derribo, a comienzos de la década de los 70 del siglo XX.
Otra escuela, la de Puericultura (de 1943 y obra del arquitecto tertuliano del 4x6=24=6x4 Antonio María Sánchez) era la dueña de las instalaciones que, ahora, se asoman a la calle Cronista González López en su parte inferior.
Y arriba del todo, si se mira desde las lindes del parque, el Palacio de Justicia, de José María Rodríguez Cano, finiquitado en 1956, cuyas instalaciones del Registro Civil dieron, durante décadas, constante vidilla a la zona.
Pero, ¿quién fue Luis González López, qué lo trajo a tierras jaeneras desde sus levantinas costas natales? Al Santo Reinó llegó siendo niño, de la mano de su padre, Agustín, que en las ensoleradas instalaciones del viejo instituto de Jaén de la calle Compañía impartiría clases de dibujo.
Formado como maestro, prácticamente dedicó toda su vida profesional al universo postal, donde escaló puestos hasta concluir su trayectoria como administrador principal de Correos en la provincia.
Hasta su muerte vivió precisamente en el edificio de la Plaza de San Francisco, esquina con Campanas, cuyas dependencias domésticas tenían su entrada por la jaenerísima calle de la Parra. Un inmueble en el que, además, dio buena muestra de su calidad humana con quienes pasaban por él, según evocan muchas de las personas que lo conocieron.
Sin embargo, la auténtica vocación de don Luis estaba en los papeles viejos y en las páginas de los periódicos y los libros de su época, que ya en 1944 lo llevó a crear la mítica revista Paisaje, continuadora de la labor de Cazabán, de quien fue discípulo y amigo. Lo mismo que de por entonces joven Rafael Ortega Sagrista, a quien facilitó sus primeras publicaciones.
Dramaturgo, novelista, ensayista, periodista, poeta ocasional, varias veces condecorado, fue hecho cronista oficial de la provincia de Jaén en 1934, que desempeñó hasta su último aliento con el breve e inquietante paréntesis de la Guerra Civil, periodo en el que, también oficialmente, fue despojado del título hasta su restitución una vez concluido el conflicto.
Una vida y una dedicación volcadas en la divulgación de la historia y las bondades de su tierra adoptiva, a la que se abrazó definitivamente y en la que sus restos reposan desde hace media década y un lustro, en el patio segundo, sección 5, nicho 40 de las venerables ruinas del viejo cementerio de San Eufrasio.
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