La antigua sede del legendario Portalillo
Reformado dentro del marco de la restauración de la casita de las Heras de la capital jiennense, el mítico casinillo acogió a personajes tan ilustres como Galdós
Fundado en el último cuarto del XIX, de la célebre tertulia del Portalillo quedan todavía un único socio superviviente (el conocido comerciante nonagenario Francisco Espinosa), un montón de anécdotas y recuerdos en los libros costumbristas de la capital y la que fuera su sede, en un todavía acogedor y frecuentado rincón de la Plaza de Santa María.
Sí, ahí está, enmarcada en el inmueble paredaño a la flamante casita de las Heras, con su verde ajimez de forja (que delata su cronología finisecular) y ese balcón al que, durante décadas, se asomó lo más granado de la ciudad con todas la chufla del mundo en los ojos, siempre dispuestos a cortar un traje a medida al más pintado.
Y es que, precisamente, aquel inmortal casinillo tuvo su origen en el taller de un sastre de la calle Maestra al que el local se le quedó pequeño para tanta cháchara y no le quedó más remedio que llamar la atención de los tertulianos para buscar acomodo más amplio.
Vaya si lo encontraron, y lo bautizaron oficialmente como el 4x6=24=6x4, en alusión al número de socios y en homenaje a aquellos caballeros veinticuatro a los que, con todas las distancias del mundo, emulaban los componentes del Portalillo en eso de vigilar, de andar ojo avizor.
Sede, primero, de una imprenta, allí llegaron los contertulios de principios del siglo XX dispuestos a no dejar títere con cabeza; gentes fascinantes entre las que brillaban con luz propia nombres insustituibles de la historia sentimental de aquí.
Ellos se cuajaron, allá por los primeros años de la segunda década del pasado siglo, la verbena del Cristo del Amparo, en honor del pequeño Crucificado cuya hornacina aún desafía al tiempo, una auténtica feria de barrio que duró pocos años pero que hizo más ruido que las de San Lucas y la Virgen de la Capilla juntas.
A uno de sus más significados componentes, el fascinante Manolito Ruiz, se debe que el mismísimo Benito Pérez Galdós visitase este coqueto local en 1906, costumbre que seguirían posteriormente el escultor Mariano Benlliure o el rey de los toreros de la época, el cordobés Rafael Guerra 'Guerrita', además del albertiano matador Luis Mazzantini, entre otros muchos.
Todos ellos pasaron ante el espejo del monumental perchero que ocupaba la planta baja del Portalillo y que, curiosamente, pese al tiempo transcurrido, sigue reflejando al personal a la entrada de la residencia de las Hermanitas de los Pobres, en el jaenero Paseo de la Estación, adonde llegó una vez que la tertulia se disolvió.
"Era un local muy bonito, era un cuadro, de unos veinticinco metros cuadrados. A la izquierda de la planta baja había un rinconcillo, como una bóveda, y ahí tenían un pilarillo, que se usaba también si había alguna necesidad perentoria", evoca Espinosa, y añade:
"Tenían fotografías de unos y de otros, y los muebles eran muy buenos, dos divanes abajo, y un perchero magnífico de nogal, que cuando se cerró aquello se llevaron a las Hermanitas de los Pobres. El perchero lo tienen donde está la dirección, y los divanes estarán metidos en algún despacho", continúa, y concluye:
"Había fotos con los que habían sido alcaldes, porque había varios. Arriba había dos mesas, una de ellas para el julepe. Era un sitio privilegiado, entraba el sol... ¡Magnífico!".
Alberto Cancio Uribe, José Gómez Soriano, el ya citado Manuel Ruiz Córdoba, Enrique Cabezudo, Mariano Velasco, Eduardo Díaz, Juan Pedro Gutiérrez Higueras, José María Comas, José Gómez-Zorrilla, Fernando Pérez Serrabona, Mateo Ruiz Vílchez, Cipriano Medina, Manuel Suca, Francisco Herizo, Pedro Esteban García de Quesada, Ramón Espantaleón, Inocente Cuesta García, José Fiestas, Lucas Espinosa, Pedro de las Parras, Antonio María Sánchez, José Alonso, Antonio de Gregorio, Inocente Fe...
Ah, y un imprescindible que si nunca llegó a socio, contribuía a la fama del Portalillo con sus viandas y chanzas: el mítico Petrolo, el del quiosco, cuya esposa, Dolores la Perdigona, se encargaba también de la limpieza del establecimiento.
Un local que, andando el tiempo, llegaría a manos de los Espinosa y su no menos ensolerado Tejidos el Carmen, a cuya propiedad se agregó. Vamos, que pasar hoy día bajo aquel balcón es hacerlo ante uno de los espacios más jaeneros de los Jaenes.
Únete a nuestro boletín
COMENTARIOS
Antonio Moral Amaro Julio 01, 2023
Muchas gracias, Javier Cano,por la gran aportación cultural que nos transmites.Leer, tus reportajes, sobre la historia de nuestro Jaén,es un lujo.Gracias por tu dedicación, recordando personas y lugares, de nuestro pasado
responderMarco Pérez-Vilches Espantaleón Julio 06, 2023
Gracias por hacer recordar y enseñar ese lugar tan emblemático de Jaén. Una pena no haber repuesto la preciosa cancelación que cerraba ese balcón.
responder