EL MAR DE OLIVOS SE SIENTA EN LA REAL ACADEMIA DE LA MAR
Madrileña de nacimiento, por las venas de María Dolores Higueras rebosa la sangre santistebeña de su familia paterna, los dos universales Jacintos de la escultura. Con un currículo apabullante a sus espaldas, la reconocida americanista suma un nuevo y trascendental reconocimiento a su celebrada trayectoria y sitúa a la provincia en la prestigiosa institución
En las páginas de Marinero en tierra, Rafael Alberti alude líricamente a su voz "condecorada con la insignia marinera" pero, ¿habrá distinción más hermosa, más poética que la que acaba de recaer sobre María Dolores Higueras Rodríguez (Madrid, 1945)?
Sí, académica de la Mar en condición de electa hasta que pronuncie su discurso, reciba su medalla y ocupe el 'sillón' de la madrileña sede de la RAM, la Real Academia de la Mar, prestigiosa institución donde, a partir de ahora, Jaén se hace presente de la mano de esta ilustre de origen santistebeño nieta e hija, respectivamente, de los universales escultores Jacinto Higueras Fuentes y Jacinto Higueras Cátedra.
Una presencia jiennense, por cierto, de lo más natural, si se tiene en cuenta que a mediados del XVIII el territorio jiennense fue designado provincia marítima, controlada por la Marina española, gracias a la riqueza forestal de estas latitudes y con epicentro en Segura de la Sierra. Pero eso es harina de otro costal.
Una auténtica pionera cuyo currículo apabulla, de tanta aportación como evidencia a la cultura marítima y el americanismo y tanto reconocimiento como ha recibido por ello, sin obviar el buen número de disciplinas 'de secano' en las que también ha brillado con luz propia, como la mismísima estrella del Norte. 'Galáctica' pero, eso sí, con humildad franciscana:
"Yo agradezco muchísimo todos los reconocimientos, pero para mí no es lo esencial de la vida, lo que me mueve es la vocación, el interés, las personas, el cariño, las cosas bien hechas, la concordia, la verdad, el no hacer daño a los demás, trazar tu vida honradamente y, eso sí, con espíritu de superación pero sin competencia con nadie.... Considero que hay gente muy valiosa que, sin embargo, no ha recibido un reconomiento público, pero estoy muy agradecida", asegura a Lacontradejaén.
Licenciada en Historia de América, lo tenía claro desde bien pronto: "Desde muy joven leía los temas americanos y quería estudiar la historia de América, la expansión española, la historia del Descubrimiento".
Catedrática de Historia del Arte, directora técnica del Museo Naval de Madrid hasta su jubilación (en 2005), comisaria de exposiciones, conferenciante, profesora, autora de más de noventa publicaciones sobre la historia marítima española, en general, y la Marina ilustrada y los viajes científico-marítimos a América y el Pacífico en el siglo XVIII, en particular; coordinadora científica de importantes publicaciones, directora de series monográficas...
Pero, ¿de dónde esa vocación marina, ella que "por ninguna de las dos familias" [ni la paterna ni la materna] contaba con ascendientes vinculados al universo oceánico?
"Desde muy niña he veraneado siempre en San Sebastián, en una casa fantástica que tenían los abuelos maternos, maravillosa finca. Allí íbamos todos los primos como se veraneaba antes, tres meses. Y siempre el mar. Papá era un nadador fantástico, y desde muy chica me atrajo el mar. Como dicen los hindúes, yo en la otra vida he debido ser pececillo, porque me ha atraído siempre mucho, me ha fascinado. Aprendí a nadar antes que a hablar". Como el poeta José Hierro, también madrileño de cuna pero quien se proclamaba, entre amigos, una "criatura marina".
A la amplia y aplaudida trayectoria de Higueras se suman distinciones como la de Colaboradora de Honor del Departamento de Historia de América I de la Universidad Complutense, la Placa de Honor del Centro di Studi Malaspiniani (Italia), la Medalla de Lepanto, dos cruces al Mérito Naval, Medalla de San Telmo de la Fundación Letras del Mar y el reconocimiento como Miembro de Honor de la Sociedad Geográfica Española (que vicepresidió), entre otros muchos, el más reciente de ellos el Premio Periplo a la Investigación 2022.
Es, además, correspondiente de la Academia Nacional de la Historia Argentina y de la Real Academia de la Historia Española, 'sillones' que desde ya comparte con su ingreso en la RAM.
Y estas líneas (que periodísticamente hablando no son pocas) representan solo el sucinto resumen de una carrera vital y profesional que incluye también el sonoro y pionero título de Buceadora de Honor del Centro de Buceo de la Armada Española.
Porque María Dolores Higueras Rodríguez, entre tantísimos méritos, cuenta igualmente con el de pionera de la arqueología naval, o lo que es lo mismo, la primera mujer buzo de la Armada:
"Quedó libre una plaza de investigación en el Museo Naval (que era uno de los archivos americanistas más importantes que había en Madrid), y con esa audacia que da la juventud me fui a ver al almirante Guillén (una personalidad impresionante en ese mundo), le dije que yo todavía no había acabado la carrera pero que mi gran vocación era investigar, que si me esperaba unos meses no se arrepentiría", recuerda la protagonista de este reportaje.
La respuesta del alto mando no se hizo esperar: "Este hombre tuvo esa empatía que a veces se crea con algunas personas y me dijo que sí, que me esperaría. Entré en el museo acabando la carrera, no había sacado el título aún de Secretaría".
Una vez asentada en su puesto (llegó a jefa de investigación y de Conservación, Investigación y Exposición antes de ser su directora técnica), el almirante, "que era un gran visionario, pensó que el museo tenía que estar cerca de las primeras excavaciones subacuáticas, que entonces (años 69-70) dependían de la Armada; y se le ocurrió ofrecerme a mí esa tarea".
Audaz donde las hubiese, Lola Higueras respondió sin dudarlo: "Sería la ilusión de mi vida". "Ya existía el Centro de Buceo en la Armada , pero no había mujeres, no se admitían. Así que Guillén me mandó a formarme con un gran industrial, referente del buceo en España, Joaquín Saludes, que era un personaje extraordinario y con gran generosidad me enseñó todo lo que sé de buceo".
Ahí estaba esta santistebeña de corazón, enfundada en su traje de neopreno, a pie de cubierta o en los congresos divulgativos a los que le tocaba ir entre "hombres exclusivamente, que además eran muy rudos, gente que ponía los tendidos de cables submarinos, plataformas, los coraleros...". Pero ella, como pez en el agua. "Luego vinieron muchas más mujeres, primero en el buceo deportivo y luego en el arqueológico".
Si sería aquel un universo masculino que a cada cita científica que acudía se encontraba en su hotel un kit (gentileza del establecimiento) que siempre contenía "una corbata o crema de afeitar". También en eso (en la cortesía hotelera) hizo cambiar el chip Lola Higueras.
CON LA MÚSICA EN TODAS PARTES
Las vocaciones americanista y marítima de la nieta del autor del Cristo de la Buena Muerte copan su historia personal y profesional, pero no de forma tan excluyente como para no dejar hueco a otra de sus grandes pasiones: la música. De casta le viene.
Gran aficionado al violín fue su abuelo, el gran escultor Jacinto Higueras Fuentes, y voz internacionalmente aplaudida su tía Lola Rodríguez Aragón; por si fuera poco, es hermana de la soprano de trayectoria universal Ana Higueras Rodríguez (madre a su vez de Jaime del Val, reputado pianista y compositor).
"Estudié música, me encantaba, me ha entusiasmado toda la vida, ha sido mi pasión, pero yo no tenía facultades como Ana, solo me divertía cantando", confiesa.
Menos mal, porque si se lo llega a tomar como destino laboral definitivo... Tras pasar por las aulas del Real Conservatorio de Madrid (donde aprendió Canto con su tía, piano con el reputado Manuel Carra y Solfeo y Armonía con el desaparecido Roberto Pla), fundó el Coro de la RTVE, del que formó parte entre 1965 y 1967: "Me apasionaba cantar obras maravillosas", afirma.
Catedrática de Historia del Arte en la Escuela Superior de Canto de Madrid de 1970 a 1996, tiene el mejor de los recuerdos de aquella etapa:
"Florentino Pérez Embid [respetado académico de la época] quería una asignatura de arte y cultura para los músicos; yo estaba ya de ayudante suya en la Universidad y montando la biblioteca, pero me atrajo mucho la idea de una Historia del arte a mi manera; no había programa y me propuse enseñarles a apreciar por sí mismos, conectarse a través de su propio gusto, era muy bonito. Les creaba un espacio de entendimiento y ellos opinaban de arte, fue algo fascinante, aprendí mucho con los alumnos".
Americanismo, el mar, el arte, viajar, la música... "He tenido mucha fortuna porque mis grandes vocaciones las he podido configurar como profesión, y ese es un gran privilegio que no todo el mundo puede disfrutar. He sido una persona muy feliz profesionalmente, he podido dedicar mi vida a mis vocaciones", sentencia de paso que suscribe a Shakespeare en aquello de que "nunca hay pecado en seguir la propia vocación". ¿Pecado? Todo lo contrario.
"TENGO A SANTISTEBAN (Y A JAÉN) EN EL ALMA"
Pudo haberse dedicado al dibujo (su padre le aplaudía sus facultades), pero no lo hizo. Lo que sí heredó de los Higueras es su amor a Santisteban del Puerto, la patria chica de la dinastía, cuyos paisajes, aromas y gentes la dejaron (en el mejor sentido de la palabra) tocada para los restos:
"Santisteban tiene un peso muy grande en mi vida, es un amor que he vivido trasladado de mi padre y mi abuelo, al que conocí muy chiquitita, se nos murió muy pronto. Pero mi padre toda su vida hablando de Santisteban, era una pasión".
Como un auténtico "paraíso" recuerda la académica sus viajes al pueblo: "De niñas veníamos, subíamos en borriquito, eso era la felicidad del mundo para nosotros; esas grandes lomas rojas, esas madroñeras de los olivos, es una cosa que llevamos en el alma, lo hemos vivido como un amor grande en casa, y cuando nosotros hemos llegado a Santisteban se nos ha metido en el alma", explica. Y apostilla: "Me siento muy cercana a la tierra de mi padre y mi abuelo".
Y muy próxima, también, a Jaén capital, una verdadera 'ruta higueriana' constelada de monumentos con las firmas de sus ascendientes:
"Siempre que vengo me alojo en ese hotel que hace esquina con el monumento del abuelo [el Monumento a las Batallas] y pido una habitación con vistas a él; a mí Jaén me gusta muchísimo, es emocionante todo lo que hay de los Higueras, el abuelo anda por la calle, está en todos lados".
Experta en arte, no lo duda a la hora de ponderar los valores de la Catedral jiennense: "Es de los monumentos que más me gustan de toda la arquitectura española de esa época, es extraordinaria". Y es que la mantiene unida al corazón, como una arteria vital:
"Una de las emociones más grandes que llevo en mi corazón es la salida y la entrada del Cristo de la Buena Muerte en la Catedral de Jaén, es una impronta, sobre todo la llegada, después del recorrido, con la plaza atiborrada de gente, una luz sepulcral dando sobre el Crucificado, ese momento de entrar y que se enciendan las luces, el aplauso de la gente... Es una de las emociones más importantes de mi vida".
María Dolores Higueras Rodríguez, Lola Higueras, una insigne madrileña de Jaén que ya ocupa sitio, por derecho propio, en la 'RAE' de los océanos. Del mar de olivos a la Real Academia de la Mar, "capitana [Alberti dixit] de un blanco bajel..." de paz.
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