TERRYJAÉN EN EGIPTO, UNA AVENTURA DE PELÍCULA

La artista jiennense ha vivido una experiencia apasionante e inolvidable en el país de las pirámides, donde ha trabajado como fotógrafa del equipo arqueológico de la UJA en el Proyecto Qubbet el-Hawa
Pocas personas acumulan experiencias como las que, a sus 52 inviernos, lleva en su mochila TerryJaén, o lo que es lo mismo, Teresa Valderrama Zafra. Una jaenera que no pierde el tiempo en mirar el reloj y cuya carpeta de proyectos anda siempre completita.
Muchos (y muchas) la recordarán como aquella miss Jaén 1995 que hizo suspirar a más de uno (y de una) y que a punto estuvo de convertirse en 'chica Chicho' [Ibáñez Serrador —las Mama Chicho eran otra historia, nada que ver—]; toda una musa que al final ha terminado pasándose al otro lado, al caballete, para dar rienda suelta a su creatividad como pintora.
Y mucho más, porque el lienzo se le queda pequeño y allí donde no llega con el pincel, lo hace cámara en ristre, colocando sus jaenerísimos ojos tras el objetivo para firmar fotos de catálogo o imágenes de carácter mucho más técnico, como las que se ha cuajado en Egipto tras vivir una experiencia "inolvidable", así la define ella misma: "He cumplido un sueño", sentencia.
Historiadora del Arte por la Universidad de Jaén, escribe relatos infantiles, artículos en prensa, habla varios idiomas (como Indiana Jones, otro apasionado de la cultura egipcia, pero el de verdad, aquel arqueólogo de New Jersey que inspiró el personaje encarnado por Harrison Ford) y lo mismo que el intrépido protagonista de la saga de George Lucas, ha viajado más que la Sábana Santa.
Afincada en Alicante desde hace varios años, hoy desempolva de arena del desierto su memoria para compartir con los lectores de Lacontradejaén su particular búsqueda del Arca de la Alianza en el país de las pirámides.

PASIÓN POR EGIPTO
Antes de entrar de lleno en la aventura, conviene conocer de dónde le viene a TerryJaén esa pasión suya por la cultura faraónica, aquella civilización que (lo escribió Gautier, otro viajero empedernido) "no sabía hacer nada que no fuera eterno": "De siempre, desde que era pequeñita he sido una apasionada de Egipto", aclara, y añade: "Me acuerdo que una vez llevé a mi madre a que me acompañara a unas charlas de una asociación sobre Egipto, en la antigua Escuela de Peritos, yo tenía trece o catorce años solo".
Una querencia que, en sus tiempos de estudiante en el campus de las Lagunillas, se acrecentó al convertirse en alumna de Jiménez Serrano, director del Proyecto Qubbet el-Hawa, muy cerquita de la ciudad de Asuán (¡qué jaenera coincicidencia —ay aquel teatro, que antes fue el Norte!—).
Luego, ya formada en fotografía técnica y con un amplio bagaje de estudios sobre el mundo egipcio, no quedaba más que esperar una llamada: y el teléfono sonó, ¡vaya si sonó!
"Estaba con mi marido en el parque, sacando a los perros, y recibo un correo proponiéndome participar en esta expedición", comenta. Una aventura que abarcó del 14 de noviembre al 19 de diciembre de 2024 y que recibió como el premio ese, ancho de caderas, que cantan unos niños tres días después: "Me puse a bailar y a cantar, mi marido flipaba".
Y allá que se fue, con su contrato de fotógrafa-arqueóloga bajo el brazo, camino de las legendarias orillas del Nilo, como aquellos científicos y artistas que, fascinados por el liderazgo de Napoleón, desembarcaron en el país africano, sin saber que inauguraban una costumbre que, luego, se extendería entre Venecia y Benidorm, desde Los Ángeles hasta Lisboa: el turismo.
Contenta no, lo siguiente: "Para mí, trabajar en Egipto es un honor, porque allí solo trabajan los mejores", dice, más que satisfecha, y apostilla: "Haber sido elegida para este proyecto, que es uno de los más importantes que se desarrollan allí, ha sido un éxito total".

CRONISTA GRÁFICA DE UN MUNDO MÍTICO
Una vez en su destino, la tarea de la fotógrafa-arqueóloga le dejó poco tiempo para el ocio. Si se tiene en cuenta que, además, le tocó ejercer de 'community manager'... "Allí, la fotografía técnica lo que hace es que todos los artefactos que se van encontrando, restos humanos, cerámicas y todo lo demás, se fotografía, para que quede archivado y cualquier profesional en la materia pueda recurrir a la imagen para acompañar sus teorías y poder hacer publicaciones", argumenta. "Además he llevado las redes sociales, para divulgar el trabajo que se hace en este proyecto".
Impresionada por la belleza única de 'la madre del mundo', Valderrama disfrutó, eso sí, de algunos días de asueto, los viernes, que le permitieron, igualmente, llevarse la mejor de las impresiones no solo del paisaje, sino también del paisanaje: "La gente es maravillosa, me he sentido muy bien acogida, no he tenido ningún problema, nos respetan muchísimo. Ellos llevan su mundo, su religión, en la que no quieren que entres, y ellos respetan tu mundo".
Eso fuera pero, ¿y dentro de las construcciones milenarias? ¿Qué vivencias de película la acompañarán ya para los restos?
"Para mí todo era nuevo, y muy importante; llego allí y claro, el primer día, con la apertura de tumbas, tenía yo que registrarlo todo, fotografiarlo todo, que el teléfono tuviera capacidad, tener todos los medios disponibles para esos registros, hacer vídeos... ¡Un caos! Tenía los nervios a flor de piel en momentos tan claves como esos de la apertura de tumbas", relata.
Una emoción comparable a la que el mismísimo Howard Carter se topó con la última morada de Tutankamón, poco más de cien años antes.
Cargada de responsabilidad, confiesa que "las primeras noches no dormía nada": "Entre los cánticos del imán a las cuatro y media de la mañana y la responsabilidad, al principio me costó, fue durillo, sinceramente; había que dar la talla, no podía fallar, cada momento era importantísimo", arguye.
Pero la sensación de encontrarse en medio de algo trascendental, esa no la cambia por nada: "Estar en las tumbas era alucinante, estar al lado de una momia que lleva en su lugar de enterramiento cuatro mil años, y tú cara a cara con ella, respirando el olor a venda momificada... Es un olor que yo nunca había percibido, un olor diferente. Son sensaciones que te ponen el pelo de punta", cuenta la fotógrafa-arqueóloga, y destaca:
"Es impresionante el respeto que se respira en esos momentos, la gente de allí muestra un gran respeto hacia su historia, aunque no tengan muchos conocimientos; es increíble la atmósfera de respeto hacia su pasado que es maravillosa, y que nos une a todos, aunque hablemos diferentes idiomas. Eso crea unos lazos humanos muy grandes, que me hace echarlos de menos".
Está claro que hay un antes y un después en la existencia de TerryJaén, que después de andar entre sarcófagos y pasar horas y horas a solas con las momias, seguro que está en disposición de escribir ese libro capaz de acercar al lector lo vivido en Egipto.
Deseosa de volver, de que la UJA vuelva a contar con ella, de regresar al escenario de sus más hondas emociones, la jiennense no tiene otra palabra que la que Silvio Rodríguez transformó en título de uno de sus himnos: inshallah. O sea, ojalá, que no es otra cosa que un exótico 'si Dios quiere'.

Únete a nuestro boletín