"La felicidad plena no existe, pero sí los momentos maravillosos"
Desirée Amaro Vega (Jaén, 1974) es coach personal y deportiva, emprendedora y escritora. Diplomada en Trabajo Social y licenciada en Ciencias del Trabajo en la especialidad de Recursos Humanos, se adentró en el mundo del coaching por vocación. Con ella es fácil dialogar. Tiene una conversación fluida y sencilla. No pierde la sonrisa en toda la entrevista, ni cuando habla del dolor o las cicatrices que deja el desamor. Charlamos sobre su profesión y el anverso y envés de la condición humana. También de su segundo libro, “Después de tu piel”. Una recopilación de microrrelatos (pensamientos) en los que escribe sobre lo que le provoca curiosidad o le duele. Actualmente, trabaja para el Villacarrillo CF, con el que está a punto de ascender a Tercera División. Es madre de tres niños, con lo que ello conlleva, pero saca tiempo para leer, bailar y viajar.
—¿Cuál es la función de un coach?
—Nos dedicamos a acompañar a una persona o a un grupo a conseguir objetivos. No hacemos terapia. Nos centramos en el objetivo y, para ello, trabajamos temas emocionales, de pensamientos, de hábitos o de conductas. Siempre proyectado hacia el futuro para la consecución del objetivo.
—Y las derrotas, ¿las sufre tanto como el entrenador o el jugador?
—Depende. A estas alturas de la competición, no sufro tanto por mí, sino por el equipo. Es un sufrimiento desde la perspectiva humana al ver sus caras. Como profesional, a la hora de analizar las causas del resultado, mantengo al margen las emociones. Si tomas una decisión desde la rabia, probablemente no estés tomando la mejor decisión. Lógicamente debo dejar las emociones fuera para que no influya en mi trabajo. Asimismo, cuando hablamos, lo hacemos desde un punto de vista objetivo para saber qué ha pasado. Nunca emocional.
—¿Qué añade un coach que no aporte un psicólogo?
—Excepto terapia, podemos hacer las mismas cosas. En mi caso, vengo de la rama de lo social, por lo que puedo trabajar mil aspectos, desde seguridad, confianza o autoestima hasta orientación laboral. Lo hago tanto individual como con el grupo. Además, trato de separar muy bien lo que es la parte del coaching de cosas que considero que faltan o son necesario mejorar. Hay jugadores que, por ejemplo, veo que están algo perdidos y lo que hago es trabajar con ellos de manera individual para que rindan más. En mi caso, soy una coach algo atípica porque introduzco cosas que vienen de mi formación, como la resolución de conflictos. En este sentido, pienso que es bueno combinar el coaching con el asesoramiento personal.
—¿Cómo ve este mundo tan individualista y tan falto de empatía?
—Lo que pienso es que todo está conectado y se proyecta al futuro. La decisión que tomemos hoy tendrá una repercusión dentro de unos años. Lo que hagas en una relación o lo que le hagas a una persona saldrá con el tiempo, y en un equipo pasa lo mismo. Lo mejor es abrir el zoom de la cámara para conocer bien la interrelación dentro del grupo para saber manejar la situación, porque de esto dependerá mucho el futuro.
—Se habla mucho ahora de crecimiento personal, ¿tan importante es?
—Siempre que sea combinado con el objetivo del equipo. Si no es así, el jugador tiende a perder la presión competitiva. Para ello, se marca un trabajo de equipo e individual, pero ambos deben estar alineados, tanto en valores como en progresión. Cuando logras ese equilibrio, se produce la magia y llegan los resultados.
—¿Qué mueve a la persona, el amor o la confianza?
—La confianza parte del amor. Y este es el motor más poderoso.
—¿Cómo se siente una mujer en un deporte en el que predomina el sexo masculino?
—Hasta ahora no he notado la diferencia, pero sí le digo que no partimos con la misma ventaja. Por ejemplo en mi caso, yo preparo las previas en la cocina, mientras que pongo lavadoras o cocino para la familia. Se hace todo más complicado y, en cierta forma, eso te da rabia porque no puedes dedicarle el tiempo que otros compañeros sí pueden. Noto esa diferencia y el trabajo que cuesta llegar hasta el domingo. Y nos pasa a las mujeres, y en especial a las que somos madres, en todos los ámbitos.
—¿Cuesta mucho compaginar la vida laboral y la familiar?
—Cuesta muchísimo. Yo comparto muchas tareas con mi pareja, pero cuando, por ejemplo, se va de viaje, todo recae sobre mis espaldas. Y, cuando yo soy la persona que se va de viaje, debo dejarlo todo organizado y preparado, aunque confíe en la otra persona. En mi caso no es una cuestión de pareja, sino de estructuración de tiempos y de vida.
—¿Ser madre le ha privado de algún objetivo?
—A mí no, pero sé lo que he llevado a las espaldas. Sin ir más lejos, cuando me matriculé para hacer la licenciatura acababa de dar a luz a la tercera. Eso acarrea muchas cosas, como bajar a la Universidad sin comer o pagar a una persona para que cuidara de mis niñas. También es cierto que he tenido mucho apoyo en mi pareja. El precio que pagas es altísimo, como no tener tiempo para ti, ni para los amigos, ni para prácticamente nadie.
—¿Cree que el papel de la mujer ha cambiado de un tiempo a esta parte? ¿Hemos avanzado? ¿Quedan muchos pasos por dar?
—Creo que hemos dado pasos externos, hacia lo público, pero seguimos en un mundo desequilibrado entre el hombre y la mujer. Y en el ámbito profesional todavía estamos por debajo. Me gustaría que se miraran más los currículos antes de contratar a la persona. Todavía se penaliza el hecho de ser mujer en un trabajo. Sigue habiendo prejuicios, si bien es verdad que hay hombres que, simple y llanamente, no quieren trabajar con mujeres. Eso es una realidad.
—¿Por qué?
—Ellos sabrán. Quizá se cuestionan su virilidad.
—¿Hasta ese punto llegan?
—En el mundo del fútbol (risas)... Porcentualmente los jugadores me guardan más cariño que los entrenadores.
—¿No será porque creen que se entromete en su trabajo?
—Mi trabajo se resume en proyectar aquellas cosas que no funcionan. Hay entrenadores que son inteligentes que quieren tener a su lado profesionales que le ayuden y le hagan crecer, y otros en cambio, no. Pero eso pasa también en la empresa privada. Hay jefes sanos que aceptan una crítica (aunque les moleste) porque saben que es por el bien del equipo, y otros que en la misma situación optan por vetarte o directamente echarte. Los que suelen hacer esto son personas mediocres.
—¿Existe la felicidad plena?
—Como concepto máximo, no. Lo que existen son momentos maravillosos.
—El Villacarrillo va camino de disfrutar de un momento maravilloso.
—La verdad es que sí. Nadie puede imaginar lo mucho que estamos disfrutando.
—Con Valenciano (entrenador del Villacarrillo), ¿las cosas son más fáciles?
—El hecho de que haya sido futbolista y que sea una persona joven, ayuda mucho, pero no es cuestión de eso, sino de valores. Es un tipo genial, que te deja trabajar libremente. Al igual que yo, es una persona súper ambiciosa, pero, al mismo tiempo, es humilde y cercana. Está en continua formación y sabe escuchar. Compartimos muchas cosas en común y, como es lógico, todo es más fácil con él. Se pueden tener cincuenta másteres en fútbol, pero si eres una mala persona o un cafre, al final, nada sale.
—Sin demasiados cambios, ni recursos, le ha sabido sacar el máximo rendimiento a la plantilla.
—En eso consiste el liderazgo. Además, ha sabido envolver el vestuario en una emoción muy poderosa. No todos los entrenadores saben comunicar y transmitir emociones. Y eso es un plus que tiene Valenciano.
—¿Tan importante es la química en la vida?
—Absolutamente. Mis trabajos y mis métodos son los mismos, pero los resultados cuando existen química no son los mismos. Con Valenciano, existe esa conexión y esa química que son necesarias para realizar bien tu trabajo. Si estás feliz y a gusto en un sitio, más rindes.
—Bueno vamos a hablar de su libro. ¿Qué nos puede contar?
—Es una colección de microrrelatos o cuentos cortos que hablan de emociones. Viéndolo con perspectiva, el libro cuenta una historia a cachitos sobre el dolor, el duelo, el desamor y de la memoria, y que esta sea agradecida al final del camino. La gente actúa de dos maneras tras una experiencia traumática. Los hay que no quieren soltar el recuerdo, y constantemente se martirizan con él, y los que quirúrgicamente lo olvidan. Las dos formas, a la larga, son negativas por heridas no cerradas o sin curar.
—La vida está llena de cicatrices.
—Por supuesto, y algunas de ellas son maravillosas. Hay personas que son capaces de transformar el dolor y curarlo, y lo más importante sobrevivir.
—¿Qué le parecen los libros de autoayuda?
—Estoy en contra. Estos libros le sirven a los que los han escrito. Un problema es un problema y hay que asumirlo y afrontarlo. La forma depende ya de cada persona. Una cosa son las frases bonitas y poéticas con las que empapelamos las redes sociales y otra la realidad. A una persona que realmente tiene un problema, no la puedes inflar con psicología positiva. Lo que necesita es que la escuches para saber qué es lo que realmente le pasa. Eso requiere de una evaluación. En este sentido, hay coachs que simplemente aplican el manual, sin detenerse en el análisis para saber qué es lo que está pasando. Una vez realizada esa evaluación, es cuando ponemos las herramientas. Las frases bonitas solo dan calor, pero no son la solución.
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