Linares y la esencia del fútbol
Linares es una ciudad sufridora, también en lo que respecta al fútbol. En los últimos años, la grada de Linarejos ha vivido un descenso, varias promociones de ascenso fallidas e incluso una desaparición. Lo mejor de tantos varapalos es que ya nada sorprende a la afición azulilla, familiarizada con lo que te da y te quita este deporte. Sin ir más lejos, hace un año su equipo peleaba por disputar el play-off de ascenso a Segunda División; una temporada después, navega sin pena ni gloria en el Grupo IX de la Tercera.
PROFESIONALIZACIÓN VS 'AMATEURISMO'
Para explicar la situación actual del Linares Deportivo es preciso remontarse al verano de 2016. Poco antes del fatídico deceso de Fran Carles, una nueva junta directiva encabezada por Jesús Medina se hizo con la dirección del club. Su objetivo no era otro que profesionalizarlo. Un término que suena muy bien, sobre todo cuando no se conocen todas sus acepciones. Según el Diccionario de la Real Academia, ‘profesionalizar’ significa “dar carácter de profesión a una actividad”, además de “convertir a un aficionado en profesional”. El segundo significado expone una contradicción que suele obviarse: cuanto más se profesionaliza un sector, más irrelevante es el rol de los aficionados. De ahí parten casi todas las contradicciones del fútbol moderno, tan denostado por los más nostálgicos.
En Linares, esa tensión profesional-aficionado floreció la temporada pasada, tras la marcha (por la puerta de atrás) de jugadores carismáticos como Rafa Payán y Javi Quesada o del entrenador Torres, todos ellos artífices del último ascenso a Segunda División B. Puede que no fueran los más experimentados en la categoría de bronce, pero eso importa poco a la hinchada de cualquier equipo humilde. Su vara de medir es distinta, y para bien y para mal, se halla ponderada por el sentimiento y la memoria, en detrimento de la estadística.
Lo explicaba muy bien el actual seleccionador argentino, Jorge Sampaoli. En su etapa en el Sevilla FC, afirmaba que su filosofía no era otra que el ‘amateurismo’: jugar a fútbol disfrutando, por el escudo y la afición, “como se hace en el barrio”. Dicho de otra forma, el técnico de Santa Fe pretendía que sus pupilos recuperasen la entrega y la actitud que los caracterizaba antes de convertirse en profesionales. Y en una ciudad como Linares, pequeña, industrial y venida a menos, el amateurismo no se trata de una alternativa más. Es la única posible.
LA ESENCIA DEL FÚTBOL QUE AÚN PERVIVE
Ignoro los motivos, pero lo cierto es que ese fútbol analógico, tan de barrio y con tanto barro, aún pervive en la localidad minera. Una vez escuché a un aficionado visitante afirmar que Linarejos le transportaba a los años setenta. No lo decía con desprecio, sino más bien con admiración.
Un estadio sin pistas de atletismo y con gradas de cemento, en el que la afición aprieta y en cuyos aledaños también se juega a la pelota es un patrimonio del que muy pocos clubes pueden presumir. Por alguna razón, en los últimos años se consideraron de mal gusto y fueron reemplazados por armatostes de hormigón muy bien iluminados a los que solo se puede acceder en automóvil. Campos modernos y bien equipados, pero tan impersonales que cuando conoces uno, ya crees haber visto el resto. Personalmente, no me generan ninguna envidia.
Sea como fuere, la esencia balompédica linarense no se reduce a su feudo. Por suerte, en la ciudad de las minas todavía se valora la cantera. Seguramente su gestión y resultados sean mejorables, mas cabe recordar que, en los últimos años, la primera plantilla ha contado siempre con más de un jugador procedente de categorías inferiores, lo que cada vez es menos habitual en este deporte. He ahí otra razón por la que la afición azulilla debería sacar pecho.
LA NECESIDAD DE VOLVER A LOS ORÍGENES
Conviene no caer en el maniqueísmo: la profesionalización es muy deseable en determinadas áreas de cualquier club deportivo, como la economía, la comunicación o relaciones públicas. A mí también me gusta seguir la actualidad de mi equipo a través Twitter y comprar sus productos oficiales por internet. Pero dirigir una escuadra como si de fuera una empresa conlleva el riesgo de dejar de lado a la afición, que siempre fue el alma de este deporte.
Ascender a Segunda o Primera División son metas por las que la gente del fútbol estaría dispuesta a casi todo, incluso a renunciar a sus valores. He aquí un peligro recurrente que se ha materializado en más de un rival. Con demasiada frecuencia, la identidad de los clubes se acaba diluyendo en pos de unos resultados que nunca llegan. Se suceden entonces las idas y venidas de futbolistas y entrenadores, los cambios de estrategia constantes y una inestabilidad permanente que da lugar a que el aficionado se identifique cada vez menos con su equipo de toda la vida.
Quizás, el ambiente enrarecido de la temporada pasada tuviera algo que ver con haberse distanciado de la humildad desde la que se refundó este club, allá por el año 2009, cuando varios exprofesionales hicieron de tripas de corazón y se amoldaron a los campos de tierra de la provincia. Sé que esta postura resulta en exceso simplista, pero no estaría de más dedicar unos minutos a reflexionar al respecto.
La fórmula del éxito es difícil de obtener, sobre todo en mundos tan competitivos y exigentes como el del deporte. Estoy convencido de que Jesús Medina, Alberto Lasarte, Jaime Molina y el resto de la directiva y del cuerpo técnico hacen lo posible para dar con ella, aunque no siempre acierten.
No se trata de buscar culpables de la presente crisis. Tampoco pretendo juzgar las intenciones ni la buena o mala fe de nadie. El objetivo de este artículo no es otro que recordar, a los que están y a los que vendrán, que el fútbol linarense es difícil de concebir sin el ‘amateurismo’ sampaoliano. Que la modestia siempre fue una virtud, y no algo de lo que avergonzarse. Que los modelos a seguir deberían ser los del Eibar y el Leganés, y no los de aquellos rivales dirigidos desde China o Qatar.
Pero, sobre todo, lo que la directiva y el cuerpo técnico del Linares Deportivo nunca deberían olvidar es que a algunos nos ilusiona más un equipo entregado a su afición, aguerrido y carismático, que debutar algún día en Primera División, ahora llamada ‘LaLiga Santander’. Y por el futuro de este club, espero que sigamos siendo mayoría en las gradas de Linarejos.
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