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El 'San Sebastián de los pobres' del mar de olivos

Por Javier Cano - Junio 04, 2023
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El 'San Sebastián de los pobres' del mar de olivos
Grupos de jiennenses alivian los calores en la lonja norte de la Catedral, también conocida como San Sebastián de los Pobres, en una imagen de mediados del XX. Foto: Facebook.

La lonja norte de la Catedral de Jaén fue siempre, y continúa siéndolo, un encantador y fresco refugio urbano cuando el calor aprieta

El 'San Sebastián de los pobres'. Así fue conocida durante décadas (y continúan nombrándola quienes ya peinan canas) la lonja norte de la Catedral de Jaén

Esa pasarela diáfana que se deja a su espalda la fachada del Obispado y el cerro de Santa Catalina y concluye en la mismísima puerta del Sagrario: parafraseando al gran Manuel Molina, el compañero de Lole, "¡a ver qué lonja del mundo tiene mejores orillas".

Cuenta José Rus en Aguas pasadas (recuerdos del Jaén antiguo), que allá por los locos años 20, cuando veranear en la playa de la Concha era lo más de lo más, este singular paréntesis urbano que asoma sus monumentales balcones a la calle Campanas era un cotidiano hervidero de jiennenses que, cuando el calor hacía de las suyas, encontraban a la sombra catedralicia el mejor de los toldos:

"Durante mi época de lonjero, allá por el año 25 y sucesivos, la lonja nueva, conocida por San Sebastián de los pobres, en honor a la agradable temperatura que disfruta, vióse muy concurrida, las mañanas estivales, de numeroso público buscando la frescura del ambiente".

Y así sigue, la tira de años después, acogiendo al personal que conoce las bondades de este rinconcito, tan peculiar que en cuanto se llega a él por la doble escalera que hace frente a la antigua calle del Mesón de la Parra, un silencio inesperado e inexplicable lo envuelve todo. 

Cabalmente abrigada por la rejería vizcaína que delimita lo sacro de lo profano desde principios del XIX, aún luce como escenario de excepción para los reportajes de boda de las parejas que escogen la iglesia que se cuajó el gran Ventura Rodríguez para poner el punto final al templo mayor de la diócesis, de paso que concedía consistencia al edificio, sacudido pocos años antes por los temblores de la Tierra. 

Puestos a encontrarle un pero, un momento malo, aquella tarde del Viernes Santo de 1951 en que un chavea valentón se asomó para ver el Santo Entierro por la calle Campanas y, al asirse de un cable de alta tensión, se quedó pegado el pobre, con la consecuente conmoción en la ciudad. 

"Aquí se está mejor que en ningún sitio, yo vengo desde hace un montón de años y me tiro aquí un buen rato. Mi padre me traía cuando yo era chico y no he perdido la costumbre", comenta Manuel Gutiérrez, tan locuaz y amable en su conversación como firme a la hora de negarse a una foto: "¡Que a mí no me gustan los retratos!", esgrime.

Improvisado campo de fútbol de la chiquillería o apetitosa y bien protegida pista de carreras para los perrillos de aquí, la lonja norte no ha perdido ese carácter de lugar apacible cuyos poyos se pueblan, verano a verano, de jaeneros listos.

 Detalle de un cuadro del pintor villargordeño Blas Tericias, con la lonja norte como protagonista. Colección particular de Javier Cano.
Detalle de un cuadro del pintor villargordeño Blas Tericias, con la lonja norte como protagonista. Colección particular de Javier Cano.

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