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Lucía Fernández, desde Murcia con ¡mucho! amor

Por Javier Cano - Octubre 07, 2023
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Lucía Fernández, desde Murcia con ¡mucho! amor
Lucía acaricia a un tierno burrito. Foto: Facebook.

Nabera de pura raza, enviudó en 2012 pero ha logrado rehacer su vida junto a un malagueño al que mima y con quien comparte, también, la pasión por su pueblo

"Yo soy nabera, serrana (como me dice mi marido)". Así se presenta a los lectores de Lacontradejaén Lucía Fernández Garrido (Benatae, 1964). 

Una enamorada de su patria chica que vio la luz primera en la pedanía de Puente Honda, fue inscrita en el registro en Siles, se marchó a Granada tras la muerte de su primer esposo, del que enviudó en 2012) y, de la mano de un nuevo amor (el malagueño Sergio de Arcos), vivió a las mismísimas orillas del mar hasta que ambos decidieron cambiar las arenas de la Costa del Sol por la huerta murciana.

"Le conocí por internet, en una página, y después de un mes me dijo: '¿Qué haces tú en Granada y yo en Málaga? Y a Murcia nos fuimos. 

Era 2018, seis años después de que el padre de sus dos hijos (niño y niña) expirara víctima de una enfermedad "que vino a por él y se lo llevó en un año" (lamenta) y de que la soledad que la embargaba en Benatae tras perder también a su padre poco después (al que cuidó hasta el último momento). "Me fui, además, porque no veía salida, había meses y meses sin trabajo", explica. 

 Con sus hijos Nito, Cristi y Caro. Foto: Facebook.
Con sus hijos Nito, Cristi y Caro. Foto: Facebook.

Mujer con un acusado espíritu de servicio (que dejó claro durante un buen periodo como voluntaria en la parroquia nabera), a fuerza de cursos y de voluntad terminó convertida en una consumada cuidadora a la que, por donde iba, se la rifaban: 

"Se hizo un curso a través del INEM allí, en la sierra, de auxiliar a domicilio. Al terminarlo, nos propusieron hacer una empresa y la hicimos cinco compañeras, para cuidar a la gente mayor, llevarles comida... Luego, ellas se salieron y me quedé yo sola. Estuve cinco años, y la cerré en 2013", recuerda mientras asegura que llevar un negocio y tener la mente y el cuerpo en habitaciones de hospital, acabó por llevar a pique la empresa. 

Con estos mimbres, su hija la animó a trasladarse a la ciudad donde ella trabajaba como peluquera, la poética Granada, y allí que se fue:

"Cinco años estuve, allí cuidé a los niños de una amiga de mi hija, uno de ellos con síndrome de Down; y luego a otros, con autismo también uno de ellos. Después me contrató un teniente coronel para cuidar y dar de comer a sus tres hijos". Hasta que se 'licenció' y cambió el horizonte de Sierra Nevada por Málaga.

"Vivíamos bien allí, pero a mi actual marido no le iba bien porque tiene reúma y vivíamos al lado de la playa; decidimos cambiarnos y nos fuimos a Murcia, por salud: aquí no le molesta nada el reúma". Otra vez en un pueblecito en el que, si bien no es andaluz, descansan a pierna suelta aunque el nombre de la aldea pueda sugerir lo contrario: Nomduermas

Abuela de cuatro nietos, ama tanto su tierra natal, su Benatae, que no lo duda y en cuanto "empiezan los espárragos", cambia los dejes murcianicos que ya le pueblan la conversación para retomar su acento serrano:

"Cojo la mochilica con mi cuchillo, y a buscar espárragos; es que de Murcia a la sierra de Jaén hay solo dos horas y media". Vamos, que le da tiempo ni de tener nostalgia. Y por si la tuviera, están pensando comprarse "una casica" (¡toma diminutivo murciano!, para terminar). 

 La pareja, en plena celebración. Foto: Facebook.
La pareja, en plena celebración. Foto: Facebook.

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