'Mantícora': ¿Qué es un monstruo?
La forma de la película, en apariencia sosegada, contrasta drásticamente con el fondo, la perversión en su máximo exponente
Imágenes digitales. Distintas extremidades monstruosas van cobrando forma poco a poco. Intuimos que alguien está construyendo una criatura aberrante. Esta es la primera escena de Mantícora, que desde el principio establece una perturbadora declaración de intenciones. Porque al fin y al cabo, la película es una tesis sobre la génesis del monstruo que discurre entre varias capas de realidad. El protagonista es el diseñador de la terrorífica figura que vemos nada más comenzar el filme, pero: ¿es también su propio arquitecto o lo moldean desde el exterior? No hay respuestas, la esquinada obra maestra de Carlos Vermut tan 'sólo' nos formula preguntas desde una transgresión que, de natural, aterra.
Ya desde la trama la cinta es original; no se trata tanto de sus personajes como de su sórdida psique. Con tan solo dos personas Mantícora —Nacho Sánchez y Zoe Stein, dos actuaciones magnéticas que a través de un juego de espejos revelan identidades fragmentadas— tiene suficiente para generar un relato hipnótico. Conviene no dar más pistas sobre el argumento, para que el espectador pueda por sí mismo descubrir el elemento ominoso que condiciona toda la historia; sin ni si quiera verbalizar dicha cuestión, lo que durante una hora parece un drama romántico, se torna en una árida pesadilla. Un diseñador de videojuegos que oculta —o muestra— su identidad tras lo virtual y una chica dependiente de la dependencia de los demás. Vermut vuelve a hablarnos de relaciones tóxicas, pero con un tono antagónico.
El director madrileño, pura vanguardia en nuestra era de productos algorítmicos, abandona su estilo saturado y artificioso —con causa— para ofrecernos la más sobria de las intoxicaciones; transmutado en Haneke, aplica la máxima de que ante el tabú, solo la distancia austera es una aproximación válida. Sin juicios autorales, sin exacerbaciones musicales o estéticas, solo la gelidez libre de piruetas posmodernas es capaz de tratar un tema tan controversial atravesando nuestras miradas escépticas y cínicas.
El trabajo de cámara, impecable, que disecciona como bisturí afilado nuestras cómodas moralinas, más una puesta en escena que es marco tan tenso como paciente de lo impensable, son los dos elementos que fusionados hacen tambalear cualquier concepción previa y nos arrastran hacía lugares que aún sabiendo que siempre estuvieron ahí, no queremos ni si quiera nombrar. En su forma, minimalista y contenida, Vermut encuentra la esencia de la obra: como su protagonista, no somos lo que hacemos ni lo que pensamos, somos la tensión que surge en el medio. La forma de la película, en apariencia tranquila y sosegada, contrasta drásticamente con el fondo, la perversión en su máximo exponente. Y ahí, en esa contradicción, en esa dualidad, reside la genialidad de un cineasta que es capaz de confrontar al espectador con sus demonios más rutinarios.
No queda más que rendirse a la evidencia de un director que ha conseguido el sueño húmedo de cualquier artista: ser transgresor. Y además lo ha conseguido desnudando la forma. Es hora de decirlo, Carlos Vemut va camino de convertirse en uno de los directores más importantes de nuestra época. Incluso si decide no dirigir más, pocas obras existen tan valientes, contestatarias, sutiles, sugerentes y estimulantes como Mantícora. Cuidado cuando escudriñes en tu verdadera identidad, no vaya a ser que la encuentres.
FICHA TÉCNICA
Título original: Mantícora
Año: 2022
Duración: 115 minutos
Director: Carlos Vermut
Nota en IMDB: 7,3
Nota en FilmAffinity: 7,2
Nota del crítico: 5/5
La película está disponible en Movistar+
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