"Me gustaría ayudar a mamás de nenes como mis hijos"
La historia de una madre coraje, María Isabel Ruiz Coronado, que además de sacar adelante a sus pequeños, con Asperger y autismo, disfruta apoyando a los demás
"Ayudar me hace sentir satisfacción, sentirme bien, hay que hacer todo lo que se pueda por los demás". Este es el lema que campearía bajo el escudo heráldico de María Isabel Ruiz Coronado (Villacarrillo, 1978) si lo llevara en un estandarte o presidiese la fachada de su palacio, pero no.
Es tan desprendida, tan sencilla y piensa tanto en los demás que hasta prefiere desprenderse del nombre compuesto y responder al hipocorístico de Maribel: todo es poco para facilitar las cosas a los demás: "Doy gracias a cada día que amanece", asegura. Y eso que su existencia no ha sido, precisamente y pese a su juventud, un camino de rosas. Para nada.
Tampoco curriculum es precisamente de relumbrón: "Siempre he estado cara al público, empecé en unos salones de boda, en la oficina, y luego en una pastelería. Pasé a un supermercado, después me fui a trabajar fuera, en los hoteles, en Ibiza, volví y entré en otro gran supermercado", detalla.
Lo dicho, no tiene ningún doctorado Honoris Causa ni da nombre a una biblioteca o algo por el estilo, pero a madre coraje pocos la ganan. ¿Que no?
"La vida me ha venido un poco complicada; me casé, tuve dos nenes, Daniela, con Asperger, y David, autista con un grado grande". Dos ángeles que son el motor de su día a día y cuya condición especial (afirma) dio al traste con su matrimonio, una situación que (a qué negarlo) trastocó sus planes pero que no la ha hecho más que reafirmarse en su principal objetivo:
"Ellos me necesitan y sé que puedo, que van a tener todo lo que necesitan, antes de que no sea así me muero yo. Daniela y David tienen que tirar para adelante, evolucionar, y para eso estoy yo".
Lo tiene claro y por ellos no cesa en su lucha, ha conseguido una "ayuda para mamás con nenes con TEA" para no tener que moverse de casa y poder atender a sus hijos (de ocho y cinco años) según sus necesidades, pero hasta llegar aquí ha conocido bien la amargura de tener que salir a trabajar fuera de su pueblo, a pasar las horas en vilo, a masticar zozobra.
Y ya que puede estar a su lado las veinticuatro horas, lo cumple con creces: "Ahora que tengo la posibilidad, no dejo de trabajar con ellos día y noche, porque ni siquiera las noches son tranquilas". Horas nocturnas con un ojo abierto y otro cerrado (solo a medias) que, en tiempos de confinamiento, aprovechó para echar las dos manos y coser mascarillas y batas, para contribuir a la causa común, a la par que desarrollaba su trabajo en el supermercado:
"Se hicieron, entre las ciento cincuenta mujeres del pueblo que nos coordinamos, casi catorce mil mascarillas no solo para Villacarrillo, porque llegaron incluso hasta Barcelona, Sevilla, Extremadura, Madrid...", recuerda. Todo eso en su tercer piso sin ascensor, el mismo que quiere vender para poder adquirir una vivienda acorde con las características de sus pequeños: "David no sube tantas escaleras, y tendría que enrejar todas las ventanas", lamenta.
"DE CASTA LE VIENE..."
Hija de un conocido mecánico de coches jubilado, al frente del taller Pedro Ruiz Nieto (que ahora atiende el menor de la prole con ayuda de Maribel), es la mayor de cuatro hermanos que, como ella, han mamado el espíritu solidario en el hogar familiar:
"Mi padre y mi madre son así; él ha estado cuarenta y tres años de mecánico y siempre ha ayudado a la gente. A veces hasta le regañábamos, yo veía mecánicos con un capitalazo y mi padre todo lo contrario, cobrando lo mínimo, ayudando, haciendo favores... ¡Es así, y así hemos salido todos!". Pues eso.
Anécdotas tiene para parar un tren, como la de aquella vez que fueron a recoger a uno de los hermanos a la estación y conocieron "a una joven coreana que se despistó, se le pasó la estación donde debía bajarse y traspuso a Linares: "Nos la llevamos a casa, mis hermanos hablan inglés y la entendían, ¡y estuvo casi una semana! Le gustó Villacarrillo, se lo enseñamos y estaba encantada de probar nuestras comidas típicas".
Villacarrillo... Ese pueblo suyo que define como "grande en tamaño y también en corazón, donde le gustaría formar una asociación que atendiese a niños como los suyos: "Con el tiempo, cuando todo esté más equilibrado y yo mejor psicológicamente, me gustaría ayudar a mamás de nenes como mis hijos, toda la ayuda es poca", apunta, sentencia... ¡Anuncia!
Únete a nuestro boletín