Alucinante Nacedero del Urederra
En otra apacible y lluviosa mañana el rumbo norte viró a la derecha, del León Dormido al encuentro de un magnífico lugar varias veces recomendado por amistades y encuentros viajeros. Atravesando el valle de las Améscoas hasta llegar al término municipal de Baquedado, al encuentro del río Urederra, su nacedero y la ruta de las cascadas.
Otro grandísimo acierto de visita otoñal, pues las laderas de hayas y robles multicolor premonizaban una gozada de viaje al interior de la Reserva Natural del Nacedero del Urederra, y siendo la entrada sur del parque natural de Urbasa-Andía en tierras navarras. Baquedano es el punto de partida de la conocida ruta al nacedero. Comencé a caminar por una amplia pista que se iba adentrando poco a poco entre la arbolada hasta percibir ya de cerca el estruendoso sonido de las aguas del rio. El Río de la "Agua Hermosa", que es literalmente lo que significa Urederra en euskera. Esas bonitas fotos de aguas azuladas de poza en poza y suaves cascadas que se pueden ver del lugar, en el día de hoy y tras las incesantes lluvias de días previos, mostraban un cauce mas imponente y ruidoso, pero bienvenidos los cambios, porque están para sentirlos y saltarse la normalidad. Alucinante, increíble conjunción de colores y sonidos.
Ya en otra ocasión disfrutaré de este paraíso en otras circunstancias, pero las que se me presentaron en esa mañana fueron una auténtica pasada, bajo el cielo de nubes transeúntes. Todo el espacio de mi percepción era ocupado por el anonadamiento y el júbilo a cada paso que daba por este entorno mágico.
Los rayos de sol penetraban a través de la cálidas hojas de las hayas para despertarme la sonrisa y las muecas de asombro, embobado con la boca abierta se iban sucediendo pequeñas y grandes cascadas, pozas y cortinas de agua que lo inundaban todo. Caminado atento por la orilla del río Urederra no conseguí quedar satisfecho con el final de la ruta que apareció cortada, aun quedaban cosas por ver pensé. Entre las ramas de los arboles ya podía vislumbrar la gran pared de roca que me separaba del macizo Karstico de Urbasa. Allí tenía yo que asomarme, a la parte alta de ese precipicio, el mirador de Ubaba.
Precioso el preciso proceso de conocer un nuevo paisaje para la biblioteca de nuestros recuerdos. Sinuoso el camino conciso desde el fondo del valle a lo alto del tajo, danzando curvas con la furgoneta por esos túneles de arboleda verde y naranja, desde la ladera izquierda del cañón a la entrada de la meseta de la Sierra de Urbasa. En busca de la vista del pájaro, para recrearme en su vuelo al borde del abismo. Tenía que llegar a este mirador y así fue, desde el Balcón de Pilatos, inenarrables pálpitos de estupefacción. Alucinante el Nacedero del Urederra.
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