Morir en tiempos del coronavirus
Empiezo a escribir sin saber si el título es mío o de alguno de los muchos textos que he leído estos días atrás, tal es la nebulosa mental que nos dejan estas fechas. De repente se nos caen encima las decenas de miles de muertes de estas semanas atrás y el dolor convierte en insoportable una muerte más. Imaginar este sufrimiento multiplicado, ahoga y es evidente el porqué morir en este tiempo de coronavirus, aunque ésta no sea la causa, es un doble dolor. No es sólo la pérdida de personas queridas, sino el no poder tener el consuelo del adiós. Escribir al periódico me parece una buena idea para, de alguna manera, despedir a los que se van.
Se ha ido Pilar Palazón y con ella se van muchos sentimientos que creo podría compartir con mucha gente de Jaén, ya que dedicó gran parte de su vida a la docencia. Nos brindó momentos inolvidables que todavía, pasados los años, nos arrancan la risa, pero lo mejor que nos dejó, y que sólo supimos apreciar mucho después, fue ese apoyo que nos proporcionó y que nos dio la seguridad que tanto necesitábamos en aquella época.
Años más tarde, se convertiría en amiga. Conocerla más allá de la adolescencia me permitió encontrarme a esa persona generosa, feliz, poderosa, inteligente, sensible, divertida, sarcástica, infatigable, indolente ante la envidia, ejemplo de lucha ante la injusticia, los abusos y la corrupción.
Hoy me vienen a la cabeza dos de sus rasgos que más gracia le hacía que le recordáramos: Que era una "esclavilla" de la cultura y una "mosca cojonera". De estas dos facetas, de su amor por la cultura y de su tesón y fortaleza, surgió el Museo de Jaén. De eso y de su capacidad para unir personas, de conectar los "puntos" que permiten los logros en la vida. Es esa capacidad suya de conectar a la gente lo que hoy nos permite estar un poco menos solos en el dolor de su pérdida.
Nos deja con el sabor de que aún nos quedaba mucho por compartir: a estas alturas de la vida seguíamos sin asimilar que su edad era la que era y hasta hoy pensábamos que sería eterna. Por eso de alguna manera este chasco y esta pena.
Solo dos cosas más:
-Ya es el momento de acabar el Museo Íbero de Jaén. No es que sea el capricho de nadie, es la posibilidad de aportar riqueza a una ciudad tan necesitada de cultura. Un museo maravilloso al que le falta el final: que se le permita ofrecer la posibilidad de enseñar a las jóvenes generaciones toda la riqueza que nuestro país tiene y que puedan aprender la pasión por la tierra y por la cultura.
-Ya es el momento de plasmar su nombre en una plaza, en una calle, en el Museo. Será tarde, pero como ciudad habremos dado un paso que nos hará mejores.
Hasta siempre amiga.
Carmen Morales López
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