Pedro García, pasión por el balonmano a pesar de todo
El entrenador del GAB Jaén, que padece esclerosis múltiple, se pierde por primera vez un partido de su equipo para extremar el riesgo de contagio
Pedro García (Cambil, 1977) ama el balonmano. El lugar común se despeja con pruebas fehacientes. Una de ellas es que vive a caballo entre Cambil y Aranjuez (Madrid), donde trabaja su mujer, y aún así entrena al sénior del GAB Jaén después de cientos de kilómetros. La otra realidad es más personal, desde hace una década padece esclerosis múltiple. "La enfermedad de las mil caras", dice alguien que arrastra fatiga y aún así ejerce su pasión. Este fin de semana no dirige al equipo en Córdoba para evitar riesgos con el Covid-19. Es la primera vez que se ausenta en año y medio.
García llegó al club jiennense en 2002 y ésta es su segunda temporada al frente del sénior masculino. Antes, mucho antes, se formó como jugador en las escuelas deportivas de Cambil, en el propio GAB y en el Ciudad de Jaén. "Mi carrera fue a la inversa. Primero fui entrenador en mi pueblo y a los 23 ó 24 años me animé a jugar con el sénior", recuerda.
En su casa siempre respiró deporte. Su padre, José García, es "un gran aficionado" y su hermano Miguel Ángel García, licenciado en Ciencias del Deporte, es el entrenador del sénior femenino, también en el GAB. Ahora Pedro García está ultimando un reto, conseguir la titulación de entrenador a través de la Escuela de Entrenadores de la Federación Española de Balonmano. "No tengo más aspiración que seguir en el GAB. Le debo mucho al club por la sensibilidad y la compresión que han tenido siempre con mi enfermedad", dice.
"ESTOY AUTOCONFINADO DESDE LA TERCERA OLA"
Pedro García trabajó durante 15 años como maestro de almazara, labor que alternó con la práctica del balonmano hasta que le diagnosticaron esclerosis múltiple en 2010. A partir de ahí dejó de jugar. Con el tiempo retomó la dirección de un equipo. Asegura que aún lo hace principalmente por interactuar con compañeros, algunos de ellas leyendas mundiales del balonmano. "La escuela española es la más reconocida", asevera.
La enfermedad provoca que García tenga que guardar descanso después de dos o tres horas de actividad. La acumulación de fatiga es insoportable, y desde la llegada del coronavirus vive con la alerta. "Estoy pasando la tercera ola autoconfinado", apostilla.
La temporada para el sénior en Segunda División Nacional —compite en un subgrupo con otros cuatro clubes de Córdoba— está siendo difícil, pues sólo ha jugado cuatro partidos con el de este fin de semana. Además, las lesiones han lastrado a un equipo que necesita de los juveniles para completar las convocatorias. García alaba el trabajo de Patricia López, la entrenadora de los canteranos, y de los propios jóvenes. "Su compromiso es un ejemplo. Están adquiriendo experiencia en partidos de nivel", valora un hombre cuyo vínculo al balonmano es incuestionable.
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