La capital honra "a la mujer que convirtió una cárcel en un museo"
Representantes institucionales y de la sociedad jiennense arropan la memoria de Pilar Palazón en la inauguración de la calle con su nombre y el monumento que le rinde tributo
La presencia de Pilar Palazón era una evidencia espiritual indiscutible en el entorno del Museo Íbero hasta ayer viernes, cuando su memoria se encarnó en una calle a su nombre y un monumento a las puertas del espacio museístico que tanto anheló.
Sí, desde el 23 de abril de 2021, Día del Libro por más señas, la ciudad presume de esta "ciudadana ejemplar", como la calificó en su intervención el concejal de Cultura José Manuel Higueras, durante el acto de inauguración del monumento que, en su honor, ocupa ya un sitio de honor en el callejero jiennense, en la vía urbana que el Ayuntamiento le dedica en la capital del mar de olivos.
Higueras fue el primero en hablar ante el nutrido (pero limitado) aforo permitido para la ocasión, que incluyó a representantes institucionales, políticos, universitarios, culturales, eclesiásticos y de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y que, acto seguido, escuchó la descripción del monumento que su propio autor, el porcunense Luis Emilio Vallejo, ofreció a los presentes.
Se trata de una "piedra estela" labrada en un "zamarrón" de las canteras de Porcuna que, según Vallejo, representa "un diálogo entre la piedra, Pilar Palazón" y las propias manos del artista. De su boca, también, salió una de las más afortunadas y poéticas definiciones de la homenajeada: "Es la mujer que convirtió una cárcel en un museo", dijo en alusión al anterior uso de las instalaciones que se levantaban sobre el solar del actual espacio expositivo.
Por su parte, Arturo Ruiz, en nombre de la Asociación de Amigos de los Iberos (colectivo en el que Palazón fue todo un emblema), celebró el escenario del homenaje como "un lugar de la memoria que marcará el sitio, para quienes la conocen y para quienes no la conocen, de la huella que ha dejado en su ciudad".
De la fallecida destacó, además, su trascendencia más allá de las fronteras locales (reconocida con galardones como las medallas de Andalucía y del Mérito a las Bellas Artes).
Sobre el atril ubicado ante el monumento todavía cubierto por una tela morada (cien por cien Jaén hasta en el color), se amontonaron parabienes, palabras de tributo, recuerdos... en un Paseo de la Estación cada vez más poblados de curiosos que aprovechaban para fotografiar el histórico momento.
Tan breve como cargada de gratitud resultó la intervención de Javier Nogales, sobrino de la protagonista de la tarde, que en nombre de la familia se deshizo en agradecimientos hacia el Ayuntamiento jiennense y resaltó el 'jaenerismo' de su pariente: "Esta calle que hoy lleva su nombre hará que su recuerdo permanezca en su Jaén querido", sentenció antes de apostillar: "Fue una persona irrepetible".
El instante más esperado, el descubrimiento del monolito, estuvo precedido de la música, otra de las pasiones de Palazón. Un quinteto de viento-metal, formado por músicos de la Banda Municipal y bajo la dirección de su titular, Juany Martínez de la Hoz, interpretó la Marcha de los sacerdotes (todo un guiño) de La Flauta Mágica de Mozart y el Rondó de Maurer.
Con las rimbombantes notas de la segunda partitura todavía en el aire, ya en modo eco, el alcalde, Julio Millán, y Javier Nogales retiraron la tela que cubría el monumento y los aplausos tomaron la calle Pilar Palazón. Como un estandarte que anuncia la presencia inmediata del Museo Íbero, el nombre de la homenajeada recibió el primer golpe de luz de una tarde de una fecha que, si hubiera que dedicar a alguien, tendría en la recordada profesora a la mejor candidata.
"Pilar ha sido para esta ciudad un símbolo en el periodo democrático, como concejala y también como docente", expresó el regidor en tanto recordaba las asignaturas pendientes del Museo y destacaba los logros, desde ayer varios más: el nombre del alma mater de las instalaciones en la calle que lo mira de tú a tú, en su auditorio (otro de los actos de la tarde) y en ese zamarrón de Porcuna que la eterniza en la ciudad que amó, la patria de sus mejores luchas.
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