La pintura de Miguel Ángel López Expósito: una obra singular

Dibujo y color son las características principales del artista jiennense, que moldea la mirada del espectador con piezas en diálogo con el espacio donde expone

¿Un pintor orientalista, como el catalán Fortuny, o un impresionista encandilado por vasos y cráteras como el valenciano Sorolla?

Como el primero de ellos, en la obra del pintor giennense Miguel Ángel López Expósito resalta su apuesta por el dibujo y, al igual que el levantino, en los cuadros de este hijo de iliturgitano y mengibareña nacido en Barcelona en 1971 destaca sobremanera su debilidad por el color.  

"Para mí el dibujo es fundamental, aunque después lo envuelva y hasta pueda deformarlo; primero lo dibujo perfectamente y luego, a través del color, difundo para crear un juego cromático", explica.

Características que, junto con su afán sincrético, bien podrían situarlo en la línea de estos dos maestros de la historia del arte español, pero López tiene sello propio, sus cuadros resultan inconfundibles como la poesía de Alberti nada más leer un primer verso o la ópera de Puccini desde su primer silencio. 

De Jaén, sí, por más que su DNI sitúe su alumbramiento en la Ciudad Condal (donde marcharon sus padres años atrás y de la que regresó en plena adolescencia), sigue a pie juntillas las recomendaciones fonéticas que se marca La Faraona en un anuncio de cerveza: "Yo, cuando me preguntan si soy catalán, siempre digo que soy giennense; además, el acento me delata". 

El acento... y su frecuencia expositiva en los museos de aquí, que le cupo el honor de inaugurar la sala de muestras de las galerías altas de la Catedral y ha colgado su obra tanto en el Bellas Artes como en el Íbero, los Baños Árabes, la Diputación..., a más de un buen número de salas de la provincia.

Y fuera: Nerja (Málaga), Almería, Baza (Granada) o la Astigi hispalense, donde estos días exhibe sus Diálogos del pasado, "perfecta conjunción entre la visión personal de un artista y el concepto de un museo como el de Écija: patrimonio arqueológico y creación artística en mutua interlocución, compartiendo un mismo espacio museístico. Una feliz síntesis entre lo antiguo por excelencia (lo arqueológico) y lo nuevo por definición (la creación artística)", escribe el director del centro ecijano, Antonio Fernández Ugalde, quien apostilla:

"Las pinturas de Miguel Ángel López Expósito nos colocan frente a frente con la vigencia del pasado. Así, en su pintura del Efebo de Antequera (por ejemplo) uno siente que la escultura cobra una inusitada vida ante sus ojos. Los vasos griegos o ibéricos (piezas arqueológicas reales) son tratados con una delicadeza y contemporaneidad propias de los famosos bodegones de Giorgio Morandi: su fuerza reside en lo que sugieren, casi como en un susurro llegado desde el pasado".

Desde Jaén a cualquier parte, con próxima parada en el Museo del Cristo de la Sangre de Murcia, donde dará nueva cuenta de su talento con una propuesta completamente distinta a Diálogos del pasado: "Habrá algo de nuestra Catedral, piezas de Granada, de su arzobispado, e incorporaré otras nuevas y varias de otras muestras, pero centradas en el tema litúrgico". 

Dedicado profesionalmente a la realización de proyectos para la construcción, entiende la pintura como un complemento imprescindible de su existencia, "una pasión", sentencia con rotundidad, quizás inoculada por vía materna:

"Mi madre es artista, le encanta el dibujo, le gusta muchisimo la moda y ha creado moda; esa vinculacion me la ha transmitido y esa pasion, pero en vez de por la moda por las artes plásticas", concluye el también escultor. ¿No escribió el poeta Herbert que "una buena madre vale por cien maestros"? Pues eso.