"Quien hace la Subida al Quiebrajano se va encantado"
No es una carrera más y no la puede hacer cualquiera. Muchos de los que el próximo 22 de septiembre se aventuren a cubrir los 13,6 kilómetros de la Subida al Pantano del Quiebrajano deberán enfrentarse a su más de 465 metros positivos de desnivel. Más allá de los tiempos, las pulsaciones, la cadencia, la resistencia y el resultado final, es una jornada de convivencia con dos denominadores comunes, el deporte y la solidaridad. Este año, los fondos son para la Asociación de Autismo de Jaén. El vicepresidente del Club Atletismo Quiebrajano, Juan José Valenzuela (Lopera, 1976), repasa su trayectoría deportiva y los detalles de la mítica carrera Subida al Quiebrajano.
—¿Cómo se inició en el mundo del running, correr... o no sé cómo lo llama?
—Me gusta llamarlo atletismo, de toda la vida (ríe). Yo me inició cuando tenía 16 o 17 años. En aquella época había dos tipos de corredores. Los primeros eran los muy buenos y el resto éramos los que nos estábamos preparando algún tipo de oposición. Así que corría por obligación.
—¿Qué oposición preparaba?
—Me estaba preparando para el ingreso a la Academia General Militar y estudiaba en Zaragoza. Ahí, como comentábamos antes de la entrevista, fue cuando le cogí cierta tirria a la pista del atletismo porque no es lo mismo correr por obligación que por gusto.
—¿Cuándo pasó a ser una afición?
—Fue de manera rara o bonita, según se mire. Seguí corriendo y haciendo deporte, pero no lo hacía tan asiduamente. Siempre practicaba alguna actividad hasta que llegó el día que cerraron el gimnasio que tenía cerca de casa. Empecé a trotar y un amigo de animó a participar en una carrera, la primera de mi vida. De esto hace unos 15 años. Así que me presenté en la carrera y el ambiente que se vive me convenció.
—¿Cuál es su distancia favorita?
—Yo soy de fondo y he hecho mucho ultrafondo. Con la distancia que más disfruto es con un maratón, pero la que más practico son los 10.000 metros y el medio maratón. El maratón conlleva un entrenamiento muy duro, con mucha carga de kilómetros como bien sabes y cuando acabas te deja lastrado para muchos meses; sobre todo si quieres competir. En mi caso, intento superarme a mí mismo con unos tiempos 'bonicos'.
—¿Su carrera favorita? Dejamos de lado la Subida al Quiebrajano (bromas).
—Los 101 de Ronda. Puede que no sea atletismo puro, pero se corre. Yo la hice en poco más de once horas y para eso hay que correr más que andar.
—¿Su mejor tiempo en maratón y media maratón?
—Es de 2 horas y 49 minutos, en Valencia. Con el medio maratón me pasa una cosa curiosa. Nunca me lo he preparado a conciencia, así que tengo una marca de 1 hora con 19 minutos, en Valdepeñas. Pero creo que podría bajar y es mi reto en el Campeonato de España que se celebra el 7 de octubre en Albacete.
—Hablemos del Club Quiebrajano. ¿Cómo llega a formar parte y ser vicepresidente?
—Llego por la carrera, por la Subida al Quiebrajano. Este amigo que te comentaba antes me metió en mi primer club, al que tengo mucho cariño. Era el Cronos. Con ellos participé en mi primera subida y me encantó. Se me da bien subir, aunque sufro como todos (bromea). De ahí entré en el club y soy vicepresidente por ayudar a Felipe Cano, que lleva a sus espaldas el club y la carrera, además de que la que organizamos en diciembre y eso es mucho trabajo. Ya está cansado y le echo una mano en todo lo que puedo.
—Este año es especial.
—Efectivamente. La subida cumple 20 años pero es que además se celebran los 30 del club.
—Hoy es 1 de septiembre y ya vamos por la recta final. ¿Cómo van las inscripciones?
—Queda el tirón final. El calendario de carreras es cierto que está muy saturado. Además, ésta es muy diferente y por eso también me gustó. Es en pretemporada y muy dura. Pilla a la gente que viene del verano, cuando se baja el rendimiento y se abusa más de la cerveza y de los helados (bromea). Esto hace que tenga menos tirón que en sus primeras ediciones, cuando las inscripciones se agotaban en cuestión de horas. Aún así, van bien. No llegamos a las 600, que son los que sacamos todos los años. Esta vez serán 700 por ser una edición especial.
—¿Cuál es la causa benéfica de este año?
—Es la Asociación de Autismo en Jaén.
—Unir causa benéfica con el atletismo es una de vuestras insignias.
—De siempre. Además, me pareció una idea tan bonita que en una de las Subidas al Castillo, la otra carrera que tenemos en diciembre, también la hicimos solidaria. Y es que tenemos casi los mismos corredores que en la del Quiebrajano.
—Además de la particularidad de la carrera y la convivencia, otra cosa que os caracteriza es la bolsa del corredor. Este año, con mallas y todo. Es mucha organización. ¿Cuántos sois en el club?
—Es cierto. Es mucha organización para un club pequeño. No pretendemos ser un club numeroso, sino más bien familiar, un grupo de amigos. Somos unos 35 miembros, más o menos. Es mucho trabajo pero especialmente para Felipe Cano.
—Esta es una carrera que echa para atrás por el desnivel, sobre todo para los corredores de asfalto que no suelen hacer montaña. ¿Qué mensaje lanzas a quienes tienen respeto por la carrera y no se apuntan por eso?
—Es una carrera que se hace dura los primeros 4 kilómetros con 800 metros. A partir de ahí es más asequible y solo hay que guardar unas pocas fuerzas más para la famosa Cuesta Felipe.
—Además de estas dos carreras, ¿hacéis alguna actividad más durante el año?
—Se suele hacer una carrera de convivencia, antes se hacía alternando fuera y dentro de España aunque últimamente nos estamos quedando en el país. Salir se nos complica cada vez más. Lo que mucha gente no sabe es que organizábamos una jornada de senderismo, que se dejó de hacer, y los tres primeros años de la Carrera de la Salud.
— ¿Jaén es ciudad de atletismo?
—Sí. Tenemos una de las carreras nocturnas más bonitas, la San Antón. Y la Subida al Quiebrajano suele contar con gente de fuera y se van encantados.
—Y eso que su orografía no es especialmente propicia, con tanta cuesta...
—Exacto. Yo comparto mis entrenamientos con gente de otras provincias y siempre me dicen que no haga tanto desnivel, que no es bueno. Siempre les contesto lo mismo: ¿no conoces Jaén, no?
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