SIN CRONISTA OFICIAL
Tres años llevan la provincia y su capital sin historiadores institucionales que, a fuerza de desentrañar su pasado y ponderar sus costumbres, difundan las bondades de Jaén
La segunda acepción del diccionario de la Real Academia de la Lengua es meridianamente clara a la hora de definir la figura del cronista: "Historiador oficial de una institución" lo llama, así, sobriamente, como acostumbra la noble entidad fundada por Carlos III. La Real Asociación Española de Cronistas Oficiales (Raeco), por su parte, los reconoce como "defensores de los valores históricos, artísticos, urbanísticos, lingüístico-literarios, paisajísticos y humanos" de sus territorios, según reza en sus estatutos. Pero, sin duda, la más sonora de las definiciones es la que da Juan Carlos Castillo, presidente de la Asociación Provincial de Cronistas Oficiales Reino de Jaén: "Se convierte en un asesor, es un concejal honorario", dice. No en vano, se le distingue con la misma medalla que lucen los concejales "y hasta puede asistir a los plenos, sobre todo a los más importantes, donde se tomen decisiones históricas", afirma Castillo.
Se trata de una suerte de oficio no remunerado (al menos en la actualidad) que supone una prestigiosa distinción para quien lo ejerce y cuyo nombramiento recae en corporaciones territoriales como los ayuntamientos o las diputaciones, entre otras. En el caso del Santo Reino, la vigencia del cargo está garantizada en la amplia mayoría de sus municipios, con nombres propios que trabajan afanosamente y por amor a su patria chica para desentrañar la historia de sus pueblos, divulgar sus costumbres y, en definitiva, ponderar su idiosincrasia.
"No se cobra, pero eso no resta que en algunos casos se puedan cubrir los gastos que se tengan para poder realizar sus funciones", aclara Antonio Luis Galiano, presidente de la Raeco, la entidad que agrupa a estos estudiosos en el ámbito nacional.
Juan Carlos Castillo apostilla: "No cobramos ni un duro, al revés, te cuesta el dinero. No tenemos subvención, en algún caso te ayudan para ir a un congreso, pero normalmente no. Pero lo hacemos con agrado, de ahí que muchas veces se nombre a personas jubiladas o con disponibilidad de tiempo". Sarna con gusto no pica, reza el refrán, y el presidente de 'Reino de Jaén' no lo duda si tuviera que aceptar un sueldo por lo que hace: "Tampoco lo veo tan claro, te han elegido de manera altruista, por determinados méritos, el hecho de que te aproveches de eso no lo veo bien, yo no cobraría, porque entonces entrarían en juego otras cosas, tienes que ser imparcial, te han elegido todos los políticos, tienes que tener neutralidad absoluta, otra cosa es que tengas que denunciar lo que no se haga bien, pero sin ideología aparente".
Extraña que, mientras lugares como La Carolina o Lopera cuentan con más de un cronista oficial, ni la capital del mar de olivos ni la propia provincia tienen, a día de hoy, historiador institucional. La muerte, en agosto de 2016, de Vicente Oya Rodríguez, que acumulaba en su persona ambos títulos, dejó vacantes unos cargos que muchos pretenden pero que, desde entonces y hasta la actualidad, siguen como los dejó el que fuera también cronista oficial de Cambil, su tierra natal.
La explicación hay que pedírsela a la Diputación y al Ayuntamiento, instituciones encargadas de nombrar a los cronistas provincial y local, respectivamente.
"Hay muchos sitios que cuando fallece una persona, tardan tiempo en nombrar, cada institución tiene su criterio. Normalmente dejan pasar un tiempo". No especifica Antonio Luis Galiano en sus palabras de qué tiempo se trata pero, visto lo visto, ni el palacio de la Plaza de San Francisco ni el de la de Santa María tienen mucha prisa en reconocer la labor de los `cronistables´de aquí. "Depende de la voluntad de las corporaciones", sentencia el presidente de la Raeco.
"El panorama político nacional no es para tirar cohetes, tenemos un Gobierno interino y gran incertidumbre política. Tras el fallecimiento de Oya, puede ser que no se hayan puesto de acuerdo o que ni siquiera se haya planteado esto. Tienen que encontrar a alguien que tenga el consenso de todos, y eso es difícil", suscribe Juan Carlos Castillo.
Y eso que la tarea del cronista oficial no es moco de pavo: "Es una distinción de carácter honorífico y vitalicio, que otorgan los ayuntamientos u otras instituciones de carácter provincial o regional a personas que se distinguen por su trabajo de investigación y estudio en historia, antropología, literatura y un largo etcétera para defender los valores históricos, artísticos, urbanísticos, lingüístico-literarios, paisajísticos y humanos, dentro de la esfera de sus competencias", añade Galiano basándose en los estatutos de la entidad que preside.
PROCEDIMIENTO PARA NOMBRAR AL CRONISTA DE LA PROVINCIA
Para Juan Carlos Castillo, "un cronista es una persona que para ser elegida tiene que cumplir una serie de requisitos". El también profesor universitario añade: "Hay pueblos que tienen normativa de premios y dist¡nciones y lo regulan, pero la mayoría no lo tienen, entonces se busca a una persona con cierta proximidad y sensibilidad con la historia, la cultura, las tradiciones, el patrimonio y que haya destacado en ese ámbito; se pueden presentar varios candidatos, pero en los que no hay regulación el nombramiento es por unanimidad, si uno o dos concejales no están de acuerdo, no se nombra a esa persona".
El concejal de Cultura del Ayuntamiento jiennense, José Manuel Higueras, en declaraciones a este periódico, asegura que tiene intención de retomar este asunto más pronto que tarde para que la ciudad de Jaén cuente, en un plazo no muy largo, con su historiador de cabecera: "Es un tema importante y vamos a trabajar en él muy pronto", sentencia el edil. Al parecer, no existe normativa alguna en el Consistorio, de ahí que Higueras anuncie la elaboración de un reglamento: "Vamos a hacer uno, hay muchas ciudades de la provincia que lo tienen, y también la Diputación, así que vamos a empezar a construirlo y espero que a lo largo de este año esté hecho y que podamos nombrar a un cronista con criterios objetivos de méritos". Higueras descarta que la capital cuente con cronista oficial al menos hasta que dicho documento entre en vigor.
En cuanto a la Diputación, fuentes de la entidad aseguran que "en estos momentos no se ha tomado ninguna decisión al respecto". Eso sí, hojear la normativa que contempla la existencia del cargo es tan fácil como adentrarse en el Boletín Oficial de la Provincia del 4 de febrero de 2009 y acceder a Reglamento de Honores y Distinciones de la Diputación Provincial de Jaén, el documento que muestra, punto por punto, cómo y sobre quién puede recaer este honor. "El título de cronista oficial de la provincia podrá concederse a la persona física que se haya destacado notablemente por su conocimiento sobre la provincia de Jaén", aclara el BOP. Convertir a un ciudadano en todo un historiador institucional de su municipio es una prerrogativa del presidente de la Diputación, que puede adoptar "de oficio o a instancia de cualquier persona, entidad o asociación"; eso sí, "previa motivación suficiente", añade el boletín.
Efectivamente, muchas localidades jiennenses (por limitar este reportaje al Santo Reino) no cuentan con una norma oficial que regule la concesión de esta dignidad; extraña, en cualquier caso, que una ciudad de las dimensiones de Jaén no lo tenga, pero es lo que hay.
En cuanto a los candidatos, "no es normal que una persona se postule a sí misma". "Creo recordar que en un pueblo de Jaén salió una convocatoria para que se presentaran candidatos y se elegir a uno. Lo normal es que te echen el ojo porque destaques por tu pasión por tu pueblo y sus tradiciones y te propongan"; son palabras de Juan Carlos Castillo que destacan la excepcionalidad de un caso (la autocandidatura) que, sin embargo, está en la memoria de muchos cronistas, aunque todos los consultados prefieren omitir la identidad del postulante.
UN 'OFICIO' POCO CONOCIDO
No frecuentan la televisión ni ofrecen ruedas de prensa, su trabajo es más bien silencioso, casi siempre entre legajos, en el misterio de los archivos. De ahí que la figura del cronista oficial no sea, precisamente, de las más conocidas por la gente de a pie. Si a ello se une que los resultados de sus estudios, normalmente, se difunden por cauces especializados, apaga y vámonos.
"Es una figura que ha tenido poca publicidad, se conocía a algunos cronistas, pero tenía solo a unos pocos. Muchos pueblos de Jaén hasta 1989, cuando se constituyó la asociación provincial, ni siquiera tenían cronista. Otros sí, o se morían y no se nombraba. Somos grandes desconocidos. Ahora, con conferencias y charlas, con las actividades que celebramos y nuestra lucha para que el patrimonio se conserve, se reconoce un poco más, pero la gente no sabe que es un cargo altruista, que lo hacemos por amor a nuestro pueblo", confiesa el presidente de los cronistas provinciales jiennenses.
Juan Carlos Castillo, además, expresa su gratitud hacia la Diputación Provincial, de la que, dice, reciben aliento: "Ahora mismo es el principal elemento de apoyo que tenemos;. el cronista Juan Infante decía que si la casa del cronista es el Ayuntamiento, la casa de los cronistas es la Diputación, que es la que más se ha empeñado en reconocer esta figura y en que haya cronistas en todos los pueblos".
Pocos jiennenses sabrán, seguramente, que el de historiador oficial es un nombramiento vitalicio, cuyo cese solo puede producirse a petición propia; en caso de que la demanda no parta del propio interesado, el `despido´(como en cualquier empresa que se precie) debe argumentarse y motivarse suficientemente: "Hay pleitos entre cronistas y corporaciones por esas cosas", recuerda Castillo.
CINCO CRONISTAS OFICIALES DE LA PROVINCIA EN LA HISTORIA DE JAÉN
El cargo de cronista oficial de la provincia, como tal, no se implantó en Jaén hasta el año 1896, y la historia de su nacimiento, además de rigurosa, resulta entrañable.
Setenta y un años de edad contaba por entonces el viejecito del gabán azul, el gran poeta Antonio Almendros Aguilar, un personaje hoy legendario que, tras una vida acomodada, alcanzó la vejez en una situación no precisamente boyante. Lleno de prestigio pero apenas con lo justo para salir adelante, el autor del célebre Soneto a la Cruz se convirtió en el primer jiennense reconocido con tan honroso título. Para su fortuna, una decena de diputados y admiradores de la obra del galduriense, al conocer la precaria existencia que llevaba, pidió el nombramiento para Almendros, que una vez aceptado (no sin ciertas críticas) le permitió vivir sus últimos ocho años de existencia de una forma más desahogada.
No en vano, el tratamiento económico que, en la época, recibió el flamante cronista provincial, lejos de una gratificación, consistió en todo un sueldo de funcionario: mil quinientas pesetas. Así, con los bolsillos poblados y el prestigio intacto e, incluso, en alza, el literato romántico de aquí por excelencia acabó sus días rodeado de parabienes (su retrato en La Económica y su nombre en la calle donde vivió y murió) y hasta pudo dejarle a su viuda, Luisa Camps, una pensión digna tras su muerte en 1904. Una desaparición que, lejos de postergarlo en el olvido, engrandeció el mito local cuyo celebérrimo soneto, una década más tarde, sería grabado en la roca de San Catalina, al pie de la cruz, por iniciativa de un apasionado admirador suyo y que, en una ciudad donde no abundan, cuenta incluso con una estatua.
El recordado polígrafo Manuel Urbano, en un detallado estudio sobre la figura del poeta, certifica los intentos de alguno de los hijos de Almendros (Octavio según algunos autores y José, para otros), por perpetuar el apellido en el cargo, infructuosos si se tiene en cuenta que pasaría muy pero que muy poco tiempo hasta la llegada del ilustre sustituto del no menos insigne finado.
Sí... A los pocos días de su fallecimiento, la plaza vacante recayó en un ubetense muy conocido en la capital y en la Diputación, Alfredo Cazabán Laguna. El propietario y director de la mítica revista mensual Don Lope de Sosa se ganaba la vida como funcionario en el Palacio Provincial, en cuyas plantas bajas estaba instalado el primer Museo Provincial que él mismo dirigía. Aunque su sueldo le permitía vivir sin dificultades, no tuvo Cazabán la fortuna de su predecesor y, si bien el cargo de cronista de la provincia le supondría honor y aplausos, en el aspecto puramente crematístico los derroteros serían otros. Sí, el flamante historiador institucional del Santo Reino dispondría de quinientas pesetas anuales "para compra de libros de y busca de antecedentes", según los papeles de la época, pero de salario, nada de nada. También es cierto que, al pasar de los años, Cazabán iría siendo excusado paulatinamente de cualquier otra actividad para ejercer su condición de funcionario únicamente en labores propias de cronista.
Más de un cuarto de siglo ocupó el autor de `Cosas de antaño´el cargo que la muerte obligó a abandonar a Almendros Aguilar, veintisiete años en los que, además de la citada publicación mensual (todo un hito para el estudio de la historia jiennense), publicó libros, impartió clases, dirigió el museo y realizó un sinfín de ocupaciones que lo convirtieron en un personaje imprescindible. Como Almendros, una calle de la capital (a más de las que su nombre rotula en el resto de la provincia) le rinde homenaje cotidiano junto con un sencillo y entrañable monumento en Úbeda, su patria chica, y un premio de investigación cada vez más cotizado de cuya convocatoria se encarga la Diputación, la entidad cuyas puertas tantas veces cruzó la oronda humanidad del maestro.
Al igual que hoy día, tres años, aproximadamente, permaneció la provincia sin cronista hasta el nombramiento de su sucesor, Luis González López, un alicantino de 1889 que llegó a Jaén como funcionario de Correos y que terminaría completamente imbricado en la vida del Santo Reino. Discípulo de su antecesor, continuó la labor emprendida por Cazabán con Don Lope de Sosa con su revista Paisaje, que editó entre 1944 y 1966 y donde daba cumplida crónica de la actividad cultura y social jiennense, junto con importantes aportaciones literarias e históricas de un nutrido grupo de colaboradores.
No las tenía todas consigo Luis González, que dos años después de ocupar el cargo fue destituido por el nuevo presidente de la Diputación en la convulsa etapa de 1936 para, eso sí, ser restituido al finalizar la Guerra, ya en 1939. Con treinta y cinco años de ejercicio, fue el cronista provincial que más tiempo ostentó este título.
El cuarto nombre propio de este ilustre quinteto fue un jimenato de 1915, José Chamorro Lozano. Periodista e historiador, Chamorro llevó las insignias institucionales desde 1974 no sin dificultades al principio, cuando una agria polémica puso en tela de juicio la conveniencia o no de mantener el cargo vigente o extinguirlo. Se optó por lo segundo y, hasta 2006, cuando falleció, se mantuvo activo. Entre sus obras, un catálogo artístico provincial que es libro de referencia, todavía, para conocer la riqueza patrimonial jiennense.
Tras la muerte de Chamorro, y a pesar de ser una distinción tan apetecible como apetecida por muchos, el título de cronista oficial de la provincia de Jaén vivió su periodo más extenso en situación vacante, diez años. Toda una década en la que o bien no se daba con el nombre capaz de conformar una opinión unánime en torno a él o, por la razón que fuere, no se contempló la necesidad de cubrir el puesto.
Así, no sería hasta 2016 cuando una serie de voces autorizadas solicitó que se subsanara esta ausencia, poniendo al cronista de la ciudad de Jaén y de la villa de Cambil, Vicente Oya Rodríguez, en la palestra. Oya, cambileño de 1939, periodista, historiador, funcionario, pregonero de la práctica totalidad de fiestas jiennenses, era un habitual de la vida sociocultural de la provincia, a la que dedicó sus estudios. Presidente de Aprompsi, miembro del Consejo Social de la Universidad, consejero del Instituto de Estudios Giennenses, oficial de La Económica...
Con él se fue, también, el último cronista del mar de olivos sin que, hasta la fecha, haya noticias de alguien cuyo prestigio resulte indiscutible para reactivar el que algunos llaman el peor pagado de los honores; ese por el que muchos pagarían.
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