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Noventa años de fidelidad azulilla y de vitalidad envidiable

Por Javier Cano - Enero 22, 2023
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Noventa años de fidelidad azulilla y de vitalidad envidiable
Rosa entrega al jugador Fran Carnicer el premio al juego limpio, la pasada temporada. Foto cedida por Rosa Núñez.

La forofa linarense Rosa Cabrera Fernández no perdona ni un solo partido del equipo de sus amores en el estadio de la Ciudad de las Minas

"¿Sabe usted lo que voy a hacer de comer?: ¡migas!". Con esta gastronómica y espontánea confesión pone en bandeja la conversación a Lacontradejaén Rosa Cabrera Fernández (Linares, 1932), una auténtica forofa que nada más abrir sus labios pone en el aire una voz jovial, plena de energía, llena de ganas de seguir disfrutando de sus balompédicas pasiones. 

Noventa años (¡eso sí que tiene miga!), como los minutos que dura un encuentro: el de una vida en la que el fútbol ocupa un lugar de privilegio y, en ese podio de querencias, con "su" Linares y el Atlético de Madrid como 'líderes' (por ese orden) de su clasificación sentimental.

Una pasión que no le viene de serie, sino que es cosa suya, innata, aunque Rosa no niegue que le hubiese encantado heredar ese gusto: "Por desgracia perdí a mi padre a los cuatro años, y a mi madre cuando yo solo tenía once años", lamenta.

Encontró, eso sí, un compañero a la medida, Juan Núñez Cerquera, tan enamorado de esta práctica deportiva como el que más, y si es verdad que antes de esa unión ya bullía en ella una apasionada del balompié, no es menos cierto que junto a aquel futbolista del CD Zambrana que llegaría a presidir el Linares CF se consolidó una afición que lejos de apagarse con el tiempo, sigue vivísima a día de hoy:

"Me da mucha alegría ver el fútbol, vaya que sí [coletilla cien por cien Rosa Cabrera]; sigo al Linares y al Atlético de Madrid, voy al campo y por la tele", asegura.

Lo pasa en grande, efectivamente, aunque se lleva también sus irritaciones: "El domingo me llevé un mal rato en el partido, eso de que echaran a un futbolista a poco de empezar el partido, por nada... Hablando malamente, el árbitro era... Cuando les dan porque no gane un equipo... Sí, lo paso bien pero me llevo mis irritaciones", confirma. 

 Rosa y su marido, Juan Núñez, con uno de sus bisnietos, en un partido de hace algunas temporadas.
Rosa y su marido, Juan Núñez, con uno de sus bisnietos, en un partido de hace algunas temporadas.

HISTORIA DE UNA PASIÓN

Pero la historia de esta veterana socia del Linares y de las peñas Azul Minera y Atlética El Minero (esta última fundada por su esposo, fallecido hace siete años) no solo sabe de penalties, golazos y cánticos a cuatro pasos de su casa, no, que también hubo años en los que sus paisajes la hacían sentir fuera de juego:

"Estuve dieciocho años trabajando en Madrid [en las décadas de los 50 y los 60]; nos fuimos a buscarnos la vida, mi marido en su trabajo y yo limpiando", recuerda. 

Cuando se marcharon a la villa y corte, llevaban ya con ellos a su primer hijo, Antonio, cuya ausencia ha dejado en el alma de Rosa un dolor que no tiene parangón ni con la más inesperada eliminatoria; sí, Antonio Núñez Cabrera, precisamente el heredero más significativo de la afición y las habilidades del matrimonio. 

"Fue futbolista del Linares, del Úbeda y del Estepona. Murió hace tres meses, pero nos dio muchas sastisfacciones. ¡Cuando lo veía con la camiseta del Linares...!", lo evoca su madre, y apostilla: "Eso era lo más grande".

Es fuerte, lo lleva con resignación y con la ayuda de sus otros tres hijos: Manuel, concebido en la capital de España pero alumbrado en Linares por voluntad de papá y mamá, y Rosa y Juani, cuyos DNI las reconocen madrileñas pero más de la Ciudad de las Minas (y su club de fútbol) que la cabria.

Todos ya en su tierra natal desde que a principios de los 70 decidieran regresar a la patria chica, "que es donde mejor se está" [sentencia la entrañable nonagenaria], disfruta del calor de sus diez nietos, quince bisnietos y hasta el tataranieto que la ha convertido en testigo privilegiado de cinco generaciones de los Núñez Cabrera:

"Todos mis hijos son aficionados y socios", dice, mientras su hija tocaya suscribe las palabras de la protagonista de este reportaje: "Es que lo hemos mamado desde pequeñas".  

 Con dos de sus hijas, una sobrina y compañeras de la Peña Azul Minera, en un partido.
Con dos de sus hijas, una sobrina y compañeras de la Peña Azul Minera, en un partido.

AFICIONADO INCOMBUSTIBLE

Algo tiene que tener Linares para haber dado al mundo un cantante (Raphael) que lleva ya seis décadas sobre los escenarios, un guitarrista universal (Andrés Segovia) que fue padre por última vez a los ochenta y tantos o a otra incombustible como Rosa Cabrera, que a sus noventa inviernos termina ronca después de cada choque:

"Si juega mi equipo, ¿cómo voy a estarme callada?", exclama. Haga el tiempo que haga, allí que se va, a las gradas, con sus hijas y el personal de su peña azulilla con el sombrero calado, la bufanda, la camiseta y una potencia vocal y de ánimo que ya quisieran para sí muchos de los que, en el minuto ochenta y ocho, no pueden tirar ya ni de su alma:

"Como hace tanto frío, mis hijos no quieren que salga de mi casa, me traen mi comidica y yo tan tranquila. Pero para el fútbol sí, eso que no me lo quiten. Si hace frío, me abrigo, tengo una mantica y me la echo por lo alto de los pies". Mejor equipada que los que están en el banquillo, vamos. 

Y sabe... la tira, chanela como el que más y no lo duda a la hora de manifestar su opinión sobre el presente del equipo que más ama, aunque con toda la gracia del mundo: "El Linares está ahora un poquito regular, un poquillo flojo. ¡Los mantecados lo han aflojado!".

Así transcurre su longeva existencia, entre las emociones que le procura el fútbol, la tranquilidad que disfruta en casa, rodeada de los suyos, y el primor de unas manos que se cuajan virguerías a croché, casi siempre con el deporte rey como fuente de inspiración: "Como gracias a Dios la vista la tengo bien y tengo buen pulso, me entretengo".

En eso o en repasar su larguísimo periplo por el mundo, de los miles y miles de partidos que lleva en la retina, o en suspirar por si el destino o ese Dios al que alude prácticamente en cada una de sus frases le regalara el 'fichaje' con el que desea contar en el once de la familia:

"Lo más grande para mí sería tener un futbolista en casa". Otro futbolista, quiere decir, mientras ve jugar con los ojos de su alma a Antonio Núñez, que dribla contrarios sobre el césped interminable de la memoria".

 Una de las labores de croché originales de Rosa Cabrera, con el Linares como motivo principal.
Una de las labores de croché originales de Rosa Cabrera, con el Linares como motivo principal.

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