LA CRUZ (Y LA CARA) DEL 'SECTOR COFRADE'
Por segundo año consecutivo, las cofradías no podrán sacar a las calles sus procesiones. Una situación que salpica con distinta intensidad a los sectores vinculados con la Semana Santa y que hoy, recién estrenada la Cuaresma, profesionales jiennenses afectados exponen para los lectores de Lacontradejaén
La suspensión, por segunda vez consecutiva, de la Semana Santa (al menos en su expresión más popular, las procesiones) lleva consigo la frustración de todo un colectivo pasionista que mueve a millones de personas cuyas túnicas o uniformes permanecerán, otra vez, colgados en los armarios.
Pero no solo eso, no: al sentimiento de quedarse en casa, la situación generada por la pandemia une una auténtica procesión de pérdidas, de efectos económicos, que más allá de a ámbitos como la hostelería o el turismo afecta de lleno a ese conjunto de artistas, artesanos y profesionales que conforman lo que se podría llamar el 'sector cofrade'. Músicos, bordadores, orfebres, doradores, tallistas, imagineros, floristas, cereros...
Con la Cuaresma recién estrenada, profesionales vinculados con la celebración de la Semana Mayor en la provincia jiennense hacen balance del año del coronavirus, analizan su presente para este periódico y abordan el futuro inmediato con una mezcla de incertidumbre y esperanza que les pesa (a unos más que a otros) como una cruz de mármol sobre los hombros... Esperando la resurrección, en el más amplio sentido de la palabra.
'CRUCIFICADOS' POR LA PANDEMIA
La provincia de Jaén cuenta con un notable número de implicados en la conmemoración de la Pasión, Muerte y vuelta a la vida de Jesús que dependen de la buena salud de esta tradición para poder poner el pan sobre la mesa cada día o elegir el ayuno cuaresmal como costumbre todo el año.
Víctimas indirectas del Covid-19 y sus consecuencias en el calendario cofrade, los protagonistas de este reportaje viven con distinta intensidad los efectos de la pandemia sobre su trabajo, pero ninguno de ellos con indiferencia, no ajenos a las consecuencias laborales que la situación sanitaria provoca también en el universo procesional.
Uno de los profesionales que se confiesa más azotado por la crisis es el rumano Daniel Nicolau Badulescu, afincado en Linares desde hace más de quince años. Singularísimo dorador, su apuesta por las técnicas bizantinas le abrieron las puertas de un mercado que, ahora, el coronavirus le ha cerrado con toda la violencia posible:
"De los que trabajamos en el mundo cofrade, todos más o menos estamos afectados; yo, por ejemplo, he tenido que paralizar dos trabajos porque las hermandades no podían pagarme, al no generar dinero", certifica.
Tanto es así que su taller ha debido ralentizar los pocos proyectos que siguen adelante (un paso para una cofradía malagueña, de Almojía, o un proyecto para Jódar) y el propio Badulescu se ha visto obligado a diversificar su actividad para salir del trance:
"He tenido que ponerme a trabajar en una empresa, de siete a tres, para poder pagar el taller y tener ingresos, y por la tarde me dedico al taller", lamenta este "fastidiado" artista que ve decaer a causa del Covid su vertiginosa implantación profesional en la provincia.
Sin ayudas institucionales de ningún tipo, lamenta, el dorador sentencia con vistas al futuro inmediato: "Creo, y no soy de ningún color político, que nos ha tocado un gobierno muy malo en unos tiempos muy malos. Yo no sé cómo evolucionará todo esto, y doy gracias a Dios por tener trabajo en esta empresa, donde hago algo que me gusta, pero no es lo mío, mi sueño es mi taller".
Con la música a otra parte se han tenido que ir los componentes de las numerosas bandas cofrades que pueblan la geografía del Santo Reino, toda vez que la suspensión de los cortejos penitenciales ha condenado al silencio a uno de los elementos más representativos de la Pasión.
"Somos uno de los sectores más afectados", declara el músico jiennense Gabriel Escabias, todo un referente. "La situación de las bandas de Jaén es la misma que la de otros lugares: la situación que vivimos actualmente, esto de no poder reunir a más de diez personas, impide tanto la unión para ensayar como para las procesiones, por lo que estamos viviendo con los ingresos de 2019 y las pocas ayudas que algunas hermandades, por gratitud y generosidad, entregaron a las bandas", explica el director del Despojado.
Un gesto que, por desgracia, difícilmente podrá repertirse en 2021, con las cofradías menguadas de ingresos: "El futuro es muy incierto, muchas formaciones se verán mermadas económicamente y también en número de componentes".
A este respecto cabe recordar que, en septiembre del año pasado, la banda María Auxiliadora, de la capital jiennense, anunció el cese de su actividad ante "la falta de empatía" de las hermandades que la contrataron para la Semana Santa de 2020, a la hora de pagar. La primera víctima jiennense del gremio.
Y es que mantener uno de estos conjuntos no es precisamente barato: instrumentos, uniformes, local de ensayo y sus gastos de seguro, luz, agua... "Estos son los gastos principales que, ahora mismo, tiene una banda, y esto va a ser muy complicado de mantener este año", apostilla.
Por si fuera poco, añade Escabias, las formaciones que pudieron grabar un disco el año pasado se vieron obligadas a posponer su presentación, la misma suerte que corrió la mayoría de los certámenes de música cofrade, con lo que los pocos beneficios que estos trabajos de estudio o las actuaciones pueden generar tampoco han llegado a sus arcas.
Gabriel Escabias reclama, no sin resignación, el auxilio institucional para que el esfuerzo de tantos años no se quede en agua de borrajas:
"En otras provincias andaluzas, los ayuntamientos se han volcado con las formaciones, han dado subvenciones económicas dado nuestro carácter sin ánimo de lucro, pese a que no se han podido realizar conciertos. Esos ayuntamiento han considerado estas actividades como cultura, como algo fundamental. Pero Jaén es el Ayuntamiento más endeudado, así que...".
Otro de los santos y señas del 'sector cofrade' en la provincia es la empresa iliturgitana Cera Bellido, que atraviesa, en palabras de Manuel Julián Bellido, "una situación bastante delicada", si se tiene en cuenta que la mayor parte de la producción de esta prestigiosa cerería tiene como destino las candelerías de los pasos y las manos de los nazarenos.
"Nuestra empresa tuvo que acogerse a un ERTE, y seguimos en él de momento hasta el 31 de mayo, que es la prórroga existente".
No en vano, la fábrica andujareña cuenta a día de hoy con solo ocho de los dieciséis trabajadores que, habitualmente, cumplen su jornada en las instalaciones de Cera Bellido.
Una situación que, según el cerero, no 'alumbra' más que incertidumbre: "Algunas empresas de nuestros sector no sabemos si podrán de nuevo abrir, porque serían dos años sin trabajo, este 2020/21 y el 2021/22, pues al suspenderse esta Semana Santa las velas las guardarán para gastarlas en 2022, o sea que, de seguir así, hasta la campaña 2022/23 no recuperaremos nuestra normal actividad", lamenta.
AGOBIADOS, PERO NO TANTO
Casi en la otra cara de la moneda, hay también quienes, sin librarse del todo, parecen salir más o menos airosos del terrible rebufo de los efectos socioeconómicos de la crisis del coronavirus.
El bordador de Baeza Manuel Lozano es uno de esos artistas sacros que no lo lleva tan mal: "No me puedo quejar, porque los trabajos que tenía cuando llegó el coronavirus los habíamos firmado antes del confinamiento, no me ha afectado tanto", aclara.
Su taller, en las antiguas Escribanías de la ciudad patrimonial, funciona a un ritmo más bajo que de costumbre, pero al menos no pasa por una situación dramática:
"Ahora mismo estoy trabajando de cara a la Semana Santa de Baeza, y los próximos proyectos que tengo son más bien para toda la provincia, además de cosas que pueden salir en Baza (Granada), Toledo...".
Encargos de "término medio", los califica el artesano, nada de bordar un palio o afrontar la confección de una pieza de gran coste, eso sí, asegura un creador que, si bien sortea la crisis con cierto aire, se sabe un privilegiado en su gremio:
"Hay gente que lo está pasando peor, que no dejan de trabajar del todo pero han notado mucho el bajón a la hora de formalizar contratos, de los pagos. Muchos de estos trabajos se hacen a través de donaciones que reciben las cofradías, y con la situación actual han bajado bastante", apostilla Lozano.
Por su parte, el más optimista de los consultados es el tallista arjonillero Juan Carlos García, un artista de la madera que, pese a conocer el calvario que suben muchos de sus compañeros, puede respirar con cierta soltura.
"Muchos de los tallistas que conozco lo están pasando realmente mal, incluso hay talleres de mucha trayectoria profesional que han tenido que echar a gente y que tienen el trabajo muy justito. Yo, e incluso me da pudor decirlo, no me puedo quejar, sigo teniendo trabajo".
Sí, el estado de alarma sorprendió a García con dos proyectos recién firmados, para las provincias de Málaga y Murcia, y aunque vio irse al garete otros cuatro por la imposibilidad de las cofradías promotoras para asumir los costes, no se queja, todo lo contrario:
"Eso me permite poder atender los proyectos que me lleguen ahora", manifiesta el tallista. Y en ello está, porque no deja de recibir encargos: "Las hermandades, al no salir, han podido ahorrar en música, en exorno floral, en cera... Todo ese ahorro, la hermandad que tenga un proyecto podrá dedicárselo, invertir en un paso, por ejemplo". Victoria pírrica, que diría un remilgado.
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