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Sergio Pérez:  "Quiero desarrollar mis proyectos de cine en Jaén"

Sergio Pérez: "Quiero desarrollar mis proyectos de cine en Jaén"

Por Fran Cano - Diciembre 07, 2025
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Sergio Pérez (Jaén, 1982) disfrutó con el preestreno en Maristas de Ocaso16, la película que rodó en Peñamefécit para hablar de la violencia de género a partir de una historia real. La experiencia de volver a las aulas resultó genuina para un hombre que, aunque ama a Jaén y ha promocionado el Santo Reino en sus trabajos, siente que las administraciones todavía no le han dado el respaldo que sus proyectos merecen.

Antes de Ocaso16, Pérez ya demostró su inclinación hacia el cine social con Al alba, un corto que desnudó el drama de los desahucios en un momento donde aún no habían aterrizado en la narrativa audiovisual. Afincado desde comienzos de año en Málaga como profesor de Arte Dramático, Sergio Pérez encuentra el hueco en el calendario para visitar la sede de Faecta y hablar del presente y del futuro con Lacontradejaén.

—Ha pasado ya más de un mes de su regreso triunfal a 'Maristas', donde presentó la película Ocaso16. ¿Cómo lo recuerda ahora?

—Fue muy bien, el preestreno resultó emotivo y estoy contento por cómo se dio. También fue una manera para que toda la gente que participó en la película pudiese ver el trabajo. Pasado este tiempo, reconozco que tengo resaca emocional, estrés y cansancio. Ahora espero meterme con el subtitulado en inglés para poder mandarlo a festivales al extranjero y empezar con la distribución.

—En su personalidad, ¿cuánto hay del niño que entonces estudiaba allí?

—Yo creo que queda todo. En Maristas aún estaba más dedicado al deporte y luego ya cuando encontré el grupo de teatro escolar sí que hallé mi mundo para encauzar mi vida. Eso provocó que años después estudiase Arte Dramático en Córdoba, y desde ahí empecé con audiovisuales y a formarme en otros ámbitos como el guión o la producción.

—¿Ya entonces lo suyo era contar historias?

—Sí, la verdad es que sí. Ahí ya empecé a dirigir espectáculos, a colaborar con compañeros en obras de teatro, en las puestas en escenas también. Antes de irme a Córdoba trabajé muchos años montando escenarios aquí en Jaén, en el Teatro Darymelia y en el Auditorio. Hice una gira de ayudante técnico con Teatro La Paca antes de formarme en Córdoba. Después volví a Jaén para sacarme el Certificado de Aptitud Pedagógica (CAP) y así ser profesor. Entonces me llamaron a la misma vez Teatro La Paca e Isla Mágica, y decidí quedarme en Jaén con la compañía. Lo de Sevilla, que era un espectáculo con piratas, salió gracias a la recomendación de profesor y querían contratarme para el elenco.

—Un teatro en vivo, ¿no?

—Exactamente, es lo que tienen allí montado. Como ya había empezado con el CAP en la Universidad de Jaén, no quise dejarlo. Era de incorporación inmediata, para trabajar enseguida. Entonces, también me llamó Teatro la Paca para actuar en la compañía y así estuve durante cuatro años y pico, con 400 funciones. Una locura.

—¿Y cómo se dio el punto de inflexión que lo llevó del teatro al documental?

—Subí a Madrid tras esta etapa que le comentaba de teatro. Mi idea era meterme más en el audiovisual, porque empecé a hacer cursos más especializados en dirección. Probé suerte y me llamaron para trabajar en Arrayán en Andalucía.

—La mítica serie.

—Sí, la mítica Arrayán. Y tuvo guasa: me subí a Madrid a buscarme la vida y ahora tenía que ir a Coín (Málaga) a rodar unos capítulos. En Madrid me salieron bromas de cámara oculta en el programa Inocente, Inocente. También participé en Hospital Central y en una serie juvenil llamada 18 RDC, que duró poco tiempo. Hice publicidad, además. El punto de inflexión fue la enfermedad, que me llevó a replantearme la estancia en Madrid y decidí volver a Jaén. Con el cúmulo de la experiencia, personal y laboral, ya quería meterme a contar historias y empecé a escribir sobre los desahucios en el año 2013.

Me llegó la información del concurso Rodando por Jaén, que a priori sólo se iba a celebrar ese año por el centenario de la Diputación. Aproveché el momento, y era una manera de canalizar el impacto que supuso para mí ver tanta pobreza en Madrid allá por 2010 ó 2011. Recuerdo el desahucio de unos vecinos míos: la Policía, el abogado, el cerrajero... Con todo eso llegué a Jaén y grabé Al alba, un corto de veinte minutos.

Luego hice un documental sobre lo desahucios con el apoyo de Cáritas, de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca de Jaén y de un colectivo que trabajaba en La Merced con personas en situación de vulnerabilidad. Fue el primer trabajo que salió en España sobre los desahucios, y hacerlo en Jaén supuso aterrizarlo en Andalucía, hacerlo más local.

"PEÑAMEFÉCTI ME APOYÓ MUCHÍSIMO EN EL RODAJE"

—¿Cómo fue rodar Ocaso16 en Peñamefécit?

—Empecé a trabajar en la película en el año 2016 ó 2017, si no recuerdo mal. Ahí ya estaba pensando en las localizaciones. El barrio de Peñamefécit me permitía muchas posibilidades para la historia que yo quería contar. Está inspirado en un caso real de entonces ocurrido en Zamora. Un hombre acuchilló a una mujer a las puertas de un supermercado. Es la base que utilizo para desarrollar la otra parte de la historia.

Y Peñamefécit me gustaba mucho porque, por un lado, es un barrio común, muy callejero y urbano. Además tenía todo cerca: el Mercado de Abastos, el servicio de Emergencias 112, calles muy emblemáticas, como la Plaza de la Igualdad, que era imprescindible para mostrar los dieciséis tipos de violencia. También tenía la calle La Reconciliación, como un guiño hacia el perdón, el bar y el Centro de Asuntos Sociales.

—Todo a mano.

—Todo muy cerca. Estaba previsto rodarlo en muy poco tiempo para que pudiésemos ir a las localizaciones andando. Fue un rodaje de batalla. Dos días y medio a tope, veinticuatro horas en tres días. La historia sucede desde que amanece hasta el atardecer. Había que aprovechar ese margen de tiempo.

—¿Cree que la gente ajena al sector sobreestima los rodajes? No sé si en realidad son trepidantes o cansinos.

—En Peñamefécit fue muy sorprendente. Tuvimos que cortar la calle al tráfico, todo el barrio se informó con tiempo de que íbamos a rodar escenas de violencia de género, con ambulancias y ruido. Imagínese: estaba todo el mundo asomado por las ventanas. Las sirenas no paraban de sonar. A mí me interesaba mostrar cómo actúan los sanitarios en cualquier emergencias. La gente estuvo fenomenal, entregada. Sin los vecinos no podríamos haber rodado. Hay una historia que sucede en el Bar Dortmund. En el exterior, junto a la Escuela Oficial de Idiomas había que cortar el tráfico porque ahí se daba el acuchillamiento. Era todo complicado y muy llamativo.

—¿Cuál será su siguiente proyecto y qué puede adelantar?

—Bueno, no me gusta hablar mucho del futuro ni de los proyectos (risas).

—Hasta que no se hagan.

—Eso es, pero sí, sí, quiero meterme en un largo que llevo tiempo dándole vueltas. Ya tengo el boceto y las localizaciones. Me gustaría rodarlo en Jaén, también en la provincia. Espero esta vez contar con el apoyo de instituciones que hasta la fecha no me han apoyado.

—Sería tu primera película como tal, por la duración.

—Sí, hasta ahora ha sido un corto de 20 minutos (Al alba) y Ocaso16, que dura media hora. Hay festivales que lo consideran mediometrajes y otros cortos, pero siendo el corto de mayor duración posible.

—¿Cómo lleva las plataformas, tanto como espectador como creador?

—A nivel comercial y para la gente que vende el producto cultural es interesante, porque da más facilidad. Pero de cara a la exhibición, la proyección y la experiencia en el cine es una lástima. Se lo están cargando. Las plataformas y el coronavirus han perjudicado a la industria del cine. También creo que ahora cualquier tiene un pantallón, un proyector o un equipo de sonido con barras de maravilla en casa. Se ha perdido la idea de compartir. Incluso hay gente que ve películas en el móvil. En la gente más joven la consigna es consumirlo en el teléfono y rápido.

—Igual les viene largo una película de hora y media o dos horas.

—Claro, y es complicado atraer ese público o reeducarlo. Es una tarea pendiente.

—¿Se ve adaptándose a ese tipo de audiencia?

—Sí, en Ocaso16 me empeñé en el preestreno en Maristas para hacerlo en un cine, porque lo fue en la Guerra Civil. Es una pantalla grande, con asientos de cine, rodeado de personas. Es el cine como lo hemos entendido siempre. No es lo mismo que hacerlo en un salón de actos o una biblioteca.

"AL ALBA TUVO REPERCUSIÓN EN LATINOAMÉRICA"

—Vive en Málaga desde febrero. Si compara con Jaén, ¿son mundos diferentes dentro de Andalucía?

—La verdad es que sí. A mí me gusta mucho Andalucía. Viví cuatro años en Córdoba durante la carrera y me encantó. En Jaén llevo toda la vida entre idas y venidas, y Málaga es mi primera experiencia continuada. Por un lado me gusta y veo cómo evoluciona. La sensación es que es una ciudad muy dinámica y muy activa en la que no para de haber mejoras, todo está bien y en orden. El centro, sin embargo, es una locura. La ciudad se llena y no puedes ni andar.

—¿Se quedaría en Málaga?

—No, en el centro de Málaga, no. Por la periferia, que es por donde vivo, sí. No deja de ser un barrio más.

—¿Y qué extraña de Jaén?

—Sobre todo el apoyo de las instituciones (ríe). Quiero desarrollar mis proyectos aquí, en Jaén, y hasta ahora no me están dando el respaldo que esperaba, pese a todo lo que hecho en términos de promoción de la ciudad, con el Rodando por Jaén, por ejemplo. Recuerdo que Al alba fue un pelotazo. Hice un montón de entrevistas y, cuando nos consultaron sobre la continuidad del concurso, dijimos que sí. Entonces se replanteó el certamen con diferentes premios, por categorías, y he participado en algunos como actor. Ocaso16 es una respuesta por mi parte a la falta de apoyo de las instituciones y de algunos equipos de Gobierno, que no me dieron baza en su momento.

Al alba es anterior a la película Techo y comida, de Juan Miguel del Castillo, protagonizada por Natalia de Molina.

—Creo que estaba en fase de preproducción, con un campaña de mecenazgo o algo así. Hasta 2016 no logré sacar Al alba en festivales. Pasaron tres años. Yo tuve que reducir guión, presenté al concurso los quince minutos y a los festivales mandé la versión 20 minutos, que era el metraje que yo consideraba que debía tener para que la historia se entendiera y se pudiera desarrollar. El metraje de quince minutos lo mandé sin la banda de sonora original al completo, porque entonces era un mes para todo. Ahora han cambiado los procesos y las dinámicas del concurso.

Luego tardé tres años en darle el cierre como yo quería. Y en 2016 es cuando empiezo a distribuirlo y justo en 2016 el estreno que hago de Al alba, la versión definitiva, coincide con el de la película Techo y comida en los cines de La Loma. En dos salas primero se proyectó mi corto y después la película. De ahí llegó la repercusión, que llegó incluso a Latinoamérica.

—Antes le preguntaba por las plataformas. ¿Recomienda alguna película o serie a los lectores de Lacontra que le haya encantado?

—Me encantan Chaplin, Mel Gibson, Ridley Scott, Isabel Coxiet, Montxo Armendáriz o Alberto Rodríguez, entre otros directores.

Fotos y vídeo: Fran Cano.

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