"Me quedó un vacío muy grande y caí en la música"
Cualquiera sabe por qué cuando bautizaron a Ángel Lombardo (Jaén, 1964) lo llamaron así: Ángel. Alas no tiene... Probablemente, al oír sus primeros llantos, alguien advirtió que aquel lloriqueo ya sonaba a gloria y que, pasado el tiempo, se convertirían en una voz recia y segura que sonaría como la de los propios ángeles. Lo han comprobado quienes han asistido estos días al triduo en honor de la Virgen de los Dolores en el Camarín, donde este bajo barítono ha encandilado a cofrades y devotos de El Abuelo con su sencilla calidad.
—¿Cómo llegó usted a la música, o cómo llegó la música a usted, que tanto monta...?
—Por circunstancias de la vida; me pasaron una serie de cosas seguidas, me quedé solo, huérfano de madre y luego me vinieron también unas decisiones importantes que tuve que tomar en mi vida, como una separación. Me quedó un vacío muy grande y caí en la música. Unos caen en el alcohol, otros en el tabaco... yo convertí en música el dolor.
—Pero, ¿era una afición de toda la vida, siempre había cantado?
—Yo no había cantado en mi vida. Una amiga me llevó a un coro, lo escuché y me dije: ¡Yo quiero pertenecer, yo quiero hacer esto! Salí un poco de ese dolor que tenía por dentro y lo convertí en música.
—¿De qué año habla, cuándo empezó todo?
—Hablamos de 2011, no hace tanto tiempo. Me metí en la Universidad Popular y ahí conocí a Miguel Ángel Ruiz, que fue mi profesor mucho tiempo.
—Hace nueve años, más o menos. Una vocación tardía, pero segura...
—Claro. Miguel Ángel me dio muchas oportunidades, papeles importantes. Al final de curso hacíamos una representación y casi siempre estaba yo: —"¿Cómo me lo dices a mí, si no soy nada?". Y él me decía: "Tú tienes que hacerlo, tú vales para esto".
—¿Qué ha pasado por su garganta en estos años, Ángel?
—He hecho zarzuela, musicales, ópera... tengo un bagaje bastante bueno. Yo decía: "Dios mío, aprenderme un tocho de una ópera como Tosca, en italiano, sin que se me olvidase nada..." Pero, al final, pensé en que el tren iba a pasar, y que no quería dejarlo pasar: "¡Me voy a montar aunque tenga que tirarme en marcha!", me dije. Me monté, fui perdiendo el miedo y la vergüenza y aquí me veo.
—Parece que ha encontrado su sitio.
—Tomé la decisión de salirme del trabajo, que tampoco me apetecía mucho, y ahora me veo ganándome la vida con esto de forma semiprofesional.
—Y en el ámbito religioso y cofrade, ¿cuándo empezó a cantar en este tipo de celebraciones?
—Hace poco también. Conozco a un sacerdote que ahora mismo está en Úbeda y que me introdujo poco a poco en las cofradías. Empecé el año pasado, cantando en el triduo de la Virgen de Guadalupe de Úbeda un solo día. Luego hice otro día para el patrón de la ciudad, San Miguel, y este año ya me han llamado para hacer los cuatro días yo solo, a partir del 29 de septiembre. El último día, por cierto, me acompañaré y seremos cuatro voces. Es decir, que también puedo cantar a dúo, con más voces, con pianista...
(Ricardo Cobo, el hermano mayor de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús, define la participación de Lombardo en el triduo de la Dolorosa como "muy emotiva": "Ha cantado todo en castellano, no en latín, como suele ocurrir en la iglesia, y él ha procurado que la gente entendiera las canciones y pudiera participar". Cobo sentencia: Tiene una voz muy buena, y ha sido un auténtico descubrimiento que nos hará contar con él en el futuro").
—Por las palabras del máximo responsable de una cofradía tan representativa como la de Jesús, su intervención en los cultos de la hermandad nazarena ha sido todo un éxito. ¿Cómo se ha sentido en el Camarín?
—Hombre, el primer día iba un poco pensando en dónde me metía: "Esta es una gran cofradía, aquí ha cantado gente importante, como la que fue mi profesora Marta de Alba, que tiene una voz espectacular", me decía a mí mismo. A lo mejor no tengo una gran voz pero conecto bien, y he visto que la respuesta ha sido muy buena.
—¿Qué quiere decir con eso de conectar? Parece que cantar en un triduo deja poco espacio a la complicidad, ¿no?
—Quiero decir que yo llevaba la idea de una cosa, pero la gente demanda que sienta las cosas, que las vivas, así que si hay que cambiar el repertorio, pues se cambia. Como pasó el primer día de triduo, que venía a colación una canción con letra de Santa Teresa de Jesús y lo cambié sobre la marcha, no fue premeditado.
—Vamos, que además de barítono es usted un poco psicólogo, que escruta al personal y se adapta a lo que cree que pueden preferir.
—Voy recopilando, estudiando, informándome. Yo iba más en plan lírico al Camarín, pero luego me di cuenta de que son gente muy sencilla, muy normal y que agradece que yo también lo sea. Cuando canté Pescador de hombres, por ejemplo, me emocionó que me acompañaran, que cantaran conmigo. Fue muy especial.
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