Valeria, la mercera cercana ¡y bailonga! de Puente de Génave

Llegó al municipio serrano para amenizar una verbena con su voz y ha terminado al frente de un comercio entrañable, de los de toda la vida
El acento y el primer apellido de la protagonista de esta historia dejan claro que no es, precisamente, una mujer de Jaén. O no lo era, al menos, porque se ha adaptado tan bien a su destino serrano que lo último que se le pasa por la cabeza es mudarse: "Por el momento estoy muy bien aquí, muy tranquila, me gusta estar donde estoy".
Se llama Valeria Farroni Domínguez, nació en la Córdoba argentina en 1982 y lleva siete años en Puente de Génave, donde llegó para cantar con su orquesta, conoció a su marido, tuvo a sus hijos y, ahora, atiende su propio establecimiento: Valeria Mercería.
"Me vine de Argentina en 2004, viví en el País Vasco y luego en Cantabria, donde entré en el mundo de la música, como cantante de verbenas; vivía sola y soltera en Cantabria con ganas de conocer mundo, y caí en Puente de Génave", explica.
Pero, ¿por qué precisamente en este precioso pueblo jiennense? "Puse un anuncio, porque quería conocer la zona de Andalucía, y me llamaron. Me vine y conocí a mi marido, que llevaba el camión de la orquesta. Poco a poco fui dejando la música, y aun así estuve un par de años con la tienda y cantando en verbenas", aclara.
Y así hasta que su suegra le susurró al oído: "¡Pon una mercería!". Dicho y hecho: "Vendí la casa que me había comprado en Argentina y con los ahorros y la ayuda de mis suegros, se montó la tienda". Valeria prosigue: "Yo siempre he tenido afán de mejorar como persona, de ayudar; hago manualidades, tejo, coso, y como el Puente se quedó sin mercería y me gustaban las manualidades... ¡Coser no me gustaba, pero ahora adoro coser!
Adora coser, sí, y parece que los demás adoran lo que cose, porque tiene clientela de "Villarrodrigo, de Bienservida, Orcera, Arroyo del Ojanco, Génave..., de muchos sitios". Y es que lo tiene claro: "La compra 'on-line' (que yo también uso) está bien, pero yo dejo los dineros en mi pueblo. La misma que me vende el pescado es luego la que me compra un sujetador".
Tan integrada, tan querida es en el pueblo que incluso cuando llegó a temer que todo podía venirse abajo, se llevó la mejor las respuestas por parte de la vida: "El año pasado estuve parada porque me operaron del tobillo y la recuperación fue larguísima; tenía mucho miedo a ver lo que iba a pasar cuando volviera a abrir, y me llevé la sorpresa grande de que la gente se volcó mucho. Cuando abrí tuve la gente que ya tenía, o más". Algo tendrá el agua cuando la bendicen, reza un refrán.
¿Será por su manera de ser, de recibir a la gente? "Me gusta ser muy cercana, hay abuelitas que van a verme por el simple hecho de que les regale una sonrisa o les dé un achuchón: me gusta solucionarle la vida a todo el mundo, me gusta la empatía, que la gente se quede con un algo de lo que yo soy", asegura. Eso y la atención personalizada que presta a quien se acerca a su negocio están, seguramente, detrás de su éxito.
¿Y la música? ¿De verdad que alguien que soñaba con cantar, con conquistar los escenarios del mundo, se ha hecho tanto a su nueva realidad como para no echar de menos sus sueños? "A veces estoy bailando mientras atiendo, echo de menos un escenario y entro a más de una mujer a bailar dentro conmigo". Ahhhhh, así sí.
Está en la gloria, vaya, y nunca mejor dicho, porque eso de vivir en un escenario cotidiano como el que procura Puente de Génave, no es cualquier cosa: "No me quejo, vivo muy bien, pero en mi vida pensé que iba a estar en España, en mi vida pensé que iba a salir de mi tierra. Ha sido duro, pero he tenido muchas recompensas", concluye.

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