CAMINO DE LIBERTAD
Venezolanos exiliados en la provincia relatan cómo llegaron a Jaén y confían en que el liderazgo de Juan Guaidó acabe con la dictadura chavista y devuelva la libertad al país
Viajaron desde América hasta Europa, pero no querían. Algunos ni se atrevieron a hacer el primer movimiento en avión. Dejaron Venezuela, pero no querían otro país ni otra bandera; lucharon en casa por un proyecto de vida que truncó un régimen totalitario. Hay familias rotas por más que la distancia.
Cerca de tres millones de venezolanos han dejado el país que aún secuestra el chavismo en los últimos años, según datos de las Naciones Unidas. Algunos de ellos se han exiliado en Jaén. Comparten con este medio la historia que les llevó a refugiarse en la capital y en municipios de la provincia. Todos tienen ahora un común denominador: están esperanzados, creen que regresar será posible si el liderazgo de Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, sigue siendo legitimado, como ya han hecho Estados Unidos, Australia y el Parlamento Europeo, entre otros países e instituciones. Los exiliados saben que regresar solo será posible si vuelven al país la libertad y la democracia.
"CUANDO ME PREGUNTAN CÓMO ESTÁ VENEZUELA, RESPONDO: 'YO ERA JUEZ DE MUNICIPIO Y DEJÉ ALLÁ UNA HIJA DE 14 AÑOS Y UN NIÑO DE AÑO Y MEDIO'"
Yenny Reverol (43 años) ha dejado en Barinas, la ciudad de Venezuela donde vivía, a una hija de 14 años y a un niño de año y medio. Ella trabajaba de secretaria de tribunal y juez de municipio. Concursó por una plaza para ser fiscal auxiliar en la Fiscalía del Ministerio Público. La ganó, pero la dictadura no entiende de meritocracia. "No me dejaron", cuenta por teléfono a este periódico el jueves 31 de enero, un día después de las protestas en Venezuela.
Abandonó Barinas hace siete meses. Ahora vive en Alcalá la Real gracias a la hospitalidad de una familia que la ha acogido, al tiempo que ella cuida a un mayor. "No pago ni alquiler ni comida, y así puedo mandar dinero para allá", indica. Si se le pregunta cómo estaba su país cuando decidió irse, ella responde: "Ay, hijo, qué tan buena está Venezuela como para que yo deje a mis niños". Ahora solo puede hablar con la mayor a través de WhatsApp. Lo hace cada día. En el sur de Jaén está bien: trabaja en la Cruz Roja como asesora jurídica en el voluntariado y ya ha solicitado el asilo político, con vistas a la doble nacionalidad. "Estoy en la Lista Tascón", apunta. Se trata de una publicación en internet que recoge firmas entre los años 2003 y 2004 para la destitución de Chávez, entonces presidente de Venezuela, mediante un referéndum revocatorio.
El cambio político, dice, pasa por Juan Guaidó. "Él ha venido a revivir esa esperanza de una Venezuela libre y democrática, a despertar el sueño que teníamos dormido", afirma. Reverol nunca fue partidaria del socialismo bolivariano, aunque reconoce que la escasez de recursos ha sido progresiva, y que cuando el exgolpista Hugo Chávez fue nombrado presidente en 1992 la situación aún no era tan decadente. "Con Chávez comenzó la crisis, pero Nicolás Maduro la agudizó hasta volverla insoportable e insostenible. Nos obligó a dejar nuestra tierra para buscar el pan de nuestros hijos", manifiesta.
Ahora Yenny Reverol tiene miedo de que se desate la guerra y que los más pobres —el pueblo— sufran las consecuencias. "La situación en Venezuela es muy delicada y una sueña con volver y que todo se resuelva sin derramamiento de sangre", implora.
NELLY TORRES: "ERA PROFESORA UNIVERSITARIA Y FUI PERSEGUIDA POR EL CENTRO DE ESTUDIANTES"
Nelly Torres (50) nació en La Guaira, también la ciudad de nacimiento de Guaidó. Ella llegó con dos hijos a Jaén el pasado 8 de julio de 2017. En La Guaira casi pierde su casa. "El régimen hace censos para saber si la habitas o no, y de paso te marcan políticamente", cuenta a este medio. Torres tiene el permiso de trabajo en España y está en proceso de recibir asilo político. Además, ella y un grupo de unas 20 personas afincadas en la capital jiennense están siendo ayudadas por la asociación Jaén Acoge.
La venezolana es enfermera en su país y llegó a impartir clase en Capiripio como profesora de la Universidad de Monagas. Vivió cómo el chavismo penetró en el ámbito académico, cada vez con más violencia. Los estudiantes afines al régimen eran, según denuncia, capaces de poner y quitar profesores. "Aquello sobrepasaba los límites de la ética, y algunos de nosotros nos opusimos a través de un sindicato", cuenta. La lucha interna creció y el acoso fue más intenso: "Cuando el centro de estudiantes de turno supo que yo tenía otras ideas, me persiguieron", continúa.
Nelly Torres empezó a disfrazarse en las protestas contra la dictadura. No lo hacía por una cuestión estética. Con el tiempo fue una activista de Voluntad Popular, el partido que el destacado disidente Leopoldo López fundó en el año 2009. Ella no pudo hacer nada por la vida de estudiantes desnutridos, minados también por la carencia de medicinas. "Los militares se llevaban la mitad de los alimentos en las colas interminables en los comercios", lamenta. Llora hasta dos veces en la entrevista.
Las muertes no se olvidan. Por eso hoy, miércoles 30 de enero, Nelly Torres y su hija Keily acuden a la explanada de El Corte Inglés con la bandera de Venezuela y la camiseta que reivindica a Leopoldo López. La madre y la menor reciben el apoyo de otra familia exiliada: Ángel Daniel Dorante (33), docente de Secundaria, y José Ángel, su hijo de 10 años. Ellos llegaron a Jaén el 23 de noviembre del año pasado, acompañados por Karina Castillo, la madre del chico y pareja de Dorante.
PEDRO JOSÉ SEGOVIA, PINTOR Y JORNALERO EN ALCALÁ: "EL ARTISTA TIENE QUE ESTAR CONTRA EL RÉGIMEN"
Pedro Segovia Lara (52) solo quería viajar a España en 2003 para nutrir su formación artística. Voló desde Venezuela rumbo a Vinaroz (Alicante), donde ya había expuesto en 1995 y en 1998. Tenía amigos españoles. Era una forma de volver. Se había quedado sin trabajo en su país, porque la entrada de Chávez al Gobierno mandó al paro a los ingenieros inspectores como él. Salió de Mérida, su ciudad, sin su esposa y sin sus dos hijos.
—Me ofertaron venir a Alcalá la Real —recuerda hoy, 29 de enero de 2019, en el bar que linda con la Estación de Autobuses. Lo acompaña su hijo menor, Pedro Segovia, de 18 años.
La idea era exponer en Alcalá y regresar a Mérida. Pero la cosa empeoró en Venezuela. Y decidió quedarse. Le era imposible convalidar la ingeniería en España, de manera que puso empeño en la faceta artística. Empezó a dar clases de pintura en las aldeas de Alcalá y en Frailes. La otra 'pata' para los ingresos fue la recolecta olivarera. Es un jornalero consumado. Este año, otra campaña más a la espalda. En octubre de 2016 pidió la doble nacionalidad, que está en proceso.
Segovia volvió por última vez a su país el año pasado.
—Venezuela está destruida. La producción del barril de petróleo ha menguado hasta un tercio de lo que se producía en el inicio del nuevo milenio —lamenta.
Hay colegas que ahora recuerdan al artista que él un día fue chavista, cuando Hugo Chávez salió elegido y empezó un periodo que se ha dinamitado con el paso de los años.
—Yo lo era, y soy de izquierdas, pero el chavismo no es la izquierda. Venezuela no es una cuestión política, sino de humanidad —dice—. Los artistas somos como los jóvenes, tenemos que ser revolucionarios, y ahora solo hay una causa para la revolución: la libertad.
Pedro hijo concluyó Bachillerato en Venezuela. Quiere hacer estudios universitarios sobre informática. Le apasiona la tecnología. Lleva apenas un par de meses en Alcalá, y ya se afana en hacer amigos. Está ilusionado con "la oportunidad" que representa Guaidó.
—Hablo con mis amigos de otros países latinoamericanos que viven acá y todos tenemos la ilusión de volver. Ahora se abre la esperanza de un futuro mejor —expresa el joven.
Pedro Segovia ya tiene a sus dos hijos —el otro, de 30 años, se llama Yahir José— con él en el piso que comparten en un edificio de la Avenida Iberoamérica, enfrente de la parroquia El Salvador. Por los topónimos parece que estén en su continente de origen; solo es una ilusión nominal. Porque la esposa y madre quedó a miles de kilómetros, en la vivienda donde fueron una familia venezolana.
—El problema es que invertimos todo allá. La casa, el coche. Si mi mujer se sale, igual nos quitan la casa —lamenta.
Hay color en el piso alcalaíno de los Segovia. El padre ha llenado de cuadros propios las paredes de los pasillos y de las habitaciones. La obra del venezolano apela tanto al realismo como a ideas subjetivas.
Los pechos de una mujer junto a la máscara de Anonymous.
Un anciano que toca el saxofón.
El trasero imponente de una mujer asomada a un balcón.
Y un cuadro que, sueña el autor, podría resumir el futuro en paz de Venezuela: dos niños muy diferentes juegan juntos a béisbol, uno hincha de Magallanes, el otro, de los Leones de Caracas. Se titula Niños venezolanos (2016), y apela al sentido común, trasnochado en la política: rivales, pero unidos.
CUIDAR A MAYORES, REFUGIO EN LA PROVINCIA
Aurora (50) es la tía de Julia (26). Son venelozanas, vivían en el Estado de Sucre, y ahora residen en la Sierra Sur de Jaén. La primera ha dejado a cinco hijos en Venezuela; la segunda es ingeniera de petróleo, y si hoy está delgada, cuando llegó a Jaén aún era "más flaca". Ambas han encontrado acomodo en el ámbito de la ayuda a domicilio. Son mano de obra extranjera necesaria por el envejecimiento de la población española.
Aurora —también delgada, de cabello negro y piel morena— tiene cuatro hijas y un chico cuyas edades son 30, 28, 24, 22, 20 y 17 años. La madre llegó a España el 14 de junio de 2017 procedente de Carúpano, del estado de Sucre. Una amiga la animó a viajar al sur de Jaén. Ya ha estado en dos municipios diferentes.
—Yo trabajaba en mi país, pero el sueldo no me alcanzaba. Tenía a dos hijas estudiando, y necesitan tantas cosas. Cuando no se las puedes dar, sientes impotencia.
La situación se había vuelto insostenible. Dice Aurora que las imágenes en televisión de la gente haciendo cola en supermercados de Venezuela no están exageradas ni son parte de propaganda antichavista; es la realidad, la realidad de la pobreza.
—Había días que si desayunábamos, no había para el almuerzo —recuerda. Mis hijas me preguntaban: 'Mami, ¿qué esta pasando? La cosa está fuerte: no se puede comprar'. Yo las mandaba a la bodega (la tienda) y me decían que se había triplicado el precio de un artículo.
La inflación.
La locura.
En los comercios, cuenta, siempre está "la mafia". Los llaman los bachaqueros, comerciantes que compran y revenden productos básicos para sacar negocio en medio de la escasez.
—Es el mismo venezolano el que está jodiendo al venezolano —apunta.
Aurora viene de tradición "demócrata". En casa el socialismo estaba mal visto. Como otros venezolanos que viven en Jaén y han sido consultados por este medio, Aurora no sabía quién era Juan Guaidó. Ahora toda la esperanza para los demócratas del país y los exiliados es Juan Guaidó.
Julia —de estatura mediana, el cabello rizado— llegó a Jaén el 21 de septiembre del año pasado procedente de Guiria. Ella celebra que no tenga hijos, como su tía, porque el sueldo en Venezuela no daba ni para una economía unipersonal. Ella estudiaba, estaba empleada y tenía un negocio de venta de bolsos. Ella es diseñadora e ingeniera de petróleo, pero allí le servía de poco.
—De lo que más se hablaba cuando yo me fui es de la falta de medicamentos. Y de la falta de trabajo —cuenta.
El relato sintético que ofrece Julia del chavismo es quizás el más extendido: Hugo Chávez empezó ayudando a los más pobres, pero la política económica arruinó su ambición social.
—¿Cree que Chávez era un malvado listo y Maduro, en cambio, un malvado tonto?
—Sí. Es eso. Y detrás de Maduro está Diosdado Cabello, un militar y narcotraficante —responde.
Julia sostiene que no vio nada positivo en su país desde que Maduro se puso al frente del régimen bolivariano en abril de 2013. La joven tampoco conocía a Guaidó, el hombre que ahora intenta lo que no consiguieron Henrique Capriles y Leopoldo López, reconocidos políticos disidentes: liquidar el chavismo.
El reciente anuncio del presidente de España, Pedro Sánchez, de reconocer como homólogo venezolano a Guaidó, si no hay elecciones, es solo una "noticia positiva" para Julia.
—El detalle es que de verdad se dé la situación. Que las muertes en las protestas no hayan sido en vano. La gente anda desesperada. No importa quién esté en el Gobierno, sino que haya un nuevo Gobierno.
Los exiliados que han compartido sus historias y sus posiciones políticas con este periódico coinciden: otras elecciones con Maduro en el poder serían un fraude. Julia —y el resto de venezolanos que se vieron obligados a salir— quiere un camino de vuelta.
—Me encantaría, cómo no. Es mi país. Pero estoy acá en Jaén para ayudar a mi familia, para que tengan comida.
Si vuelve, que sea en libertad.
Fotografía principal y galería: Esperanza Calzado.
Vídeos: Fran Cano.
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