Vida normal, vida distinta
El fin de la desescalada es la enésima llamada a la responsabilidad individual para contrarrestar cualquier escenario de rebrote del virus
Llegó la normalidad distinta, denominada 'nueva' por el Gobierno, pero a todas luces diferente, porque el coronavirus aún existe y porque la forma de relacionarnos ha cambiado. El fin de la desescalada, que ha supuesto un recorte de libertades sin precedentes en democracia en aras de la salud de todos, apela de nuevo a la responsabilidad individual. Los rebrotes son una amenaza real, tal y como ya ocurre en Alemania, país con una incidencia del virus bastante menor que en España.
Jaén ha demostrado el civismo que exigía el plan del Ejecutivo, con fases cuyas restricciones han ido menguando a medida que la evolución de la pandemia ha sido positiva para la ciudadanía. El esfuerzo de colectivos sociales en los pueblos y en ciudades de la provincia ha sido y todavía es encomiable. La ayuda colaborativa desarrollada en los momentos más difíciles del confinamiento representa una brújula ética que no debe ser perdida de vista ni siquiera cuando el Covid-19 sea historia.
Alcaldes y alcaldesas reconocen que el futuro ahora es incierto. No saben en qué medida podrán ejecutar inversiones, porque un nuevo rebrote y un nuevo confinamiento alteraría los planes de la legislatura. El temple de los máximos responsables municipales, también actores debutantes un escenario de incidencia mundial, es otra lectura positiva en Jaén; la responsabilidad ha reinado, a diferencia de en la esfera nacional, contaminada por discursos de odio.
La recuperación económica necesita que el verano sea más que una nunca un punto de inflexión para crecer. La hostelería ya recupera el cien por cien del aforo en las terrazas y el turismo de interior jiennense —en especial las casas rurales y los alojamientos— puede competir este año con el de sol y playa. Los parques naturales de la provincia son destinos seguros.
No habrá fiestas ni festivales en Andalucía, porque ciertamente con cerca de 30.000 muertos en el país no hay nada que celebrar; sería absurdo, por otra parte, proponer multitudes después de tanto esfuerzo. Volverán las fiestas cuando el Covid-19 deje de ser una amenaza. Volverá la normalidad. La que empieza ahora es todavía diferente a la anterior a la pandemia.
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