"No haría cualquier cosa para vivir del teatro"
Quien viva o visite la capital de Jaén a menudo habrá visto a Miguel Ángel Karames (Barcelona, 1971) por el centro, paseando de aquí para allá. Admite que le gusta hacerlo sin ruta, con la intención de detenerse en los detalles. Karames es un apellido ligado a las artes en Jaén. Por él han pasado y pasan jóvenes que quieren dedicarse al teatro y al cine. Lo hace desde el laboratorio de teatro de la Universidad Popular avalado por una experiencia de más de 20 años que lo han llevado por países de la mayoría de continentes.
No sorprende que haya trabajado en la radio, porque la voz es de las que calan. El director y actor habla de política, de filosofía y de la importancia de ser un ciudadano con ánimo participativo. La entrevista es en un banco —de los de sentarse— de la Plaza de Miguel de Cervantes.
—De Barcelona a Jaén.
—Sí. Largo periplo. Mi familia como la de mucha gente de Jaén emigró a Cataluña. Mis padres vivieron allí diez años, y mi hermano mayor y yo nacimos en Cataluña. Luego nos venimos a Jaén, donde viví las etapas de colegio, instituto y primeros años de Universidad hasta que me volví a marchar. Estuve en Madrid, seis años en Sevilla y también en el extranjero. En esa fase sí que me estaba dedicando a las artes, al teatro en concreto. A base de vueltas, un verano en Jaén me ofrecieron trabajo y pude tantear. El amor hace contrapeso: te fija a la tierra. Pareja y trabajo. Va a ser difícil moverse de aquí.
—Y qué piensa ya un jiennense de adopción de la vida en Cataluña. ¿Es teatro?
—Me siento muy de Jaén. Es un ciclo que se estaba gestando hace siglos. Parte de la desconexión entre casta política y pueblo tiene que ver con que los tiempos no se han cumplido con el tema catalán. Está abierto, hay una serie de sentencias pendientes y va a ser bastante complicado que se pueda barajar algo a nivel nacional sin una resolución del tema catalán. Se ha fortalecido el nacionalismo extremo por los dos lados a base de buenos negocios y de una democracia formal que ha funcionado bien mientras se han respetado los terrenos. No sé si la resolución tiene que pasar por unas urnas exclusivas en Cataluña.
—Vayamos al teatro de verdad. ¿Cómo empezó lo suyo con la interpretación?
—Siempre había tenido desde pequeño bastante contacto con el teatro. Me atraía bastante, aunque no lo consideraba una alternativa. Mi madre había aparecido en un par de películas. Pero en la mayoría de los casos o el asunto viene entroncado o es muy difícil dedicarse a estas cosas sin que los deseos acaben frustrados. Me di cuenta de que el teatro me apasionaba cuando empecé la carrera aquí. Además los estudios no me llenaban. Empecé haciendo doblaje en Sevilla, y luego me formé como actor y director en el Instituto del Teatro. Más tarde seguí haciéndolo con diferentes compañías en Sevilla y Madrid. Con Cámara Negra llegamos a estar en festivales internacionales. Tuve la oportunidad de formar parte de embajadas culturales. Sí es cierto que no estoy dispuesto a hacer cualquier cosa por vivir del teatro. Hay algo que está muy perdido en el mundo de las artes: la dignidad. Casi hay que definirlo de forma negativa: aquello que molesta y no obedece al interés general. Hay que tenerlo presente.
—Si sólo pudiera hacer una cosa, ¿dirigir o actuar?
—Posiblemente, y siendo consciente del paso de los años, creo que la dirección sería la más apropiada. La actuación no es que tenga el tiempo contado, pero uno como actor es artista e instrumento. Y tu cuerpo está continuamente cambiando. Un violín Stradivarius también se enriquece con los años. Pero tu cuerpo cambia definitivamente. No tiene sentido hacer algunos personajes cuando estás en un desfase de edad importante. Y es cierto que en el caso de los hombres nos respeta mejor este asunto de envejecer. Para las mujeres es bastante duro cómo está montado el sistema de representación de la realidad o de sociedad simbólica a través del teatro, de la ficción y del cine. Me quedaría con la dirección. Porque siempre he tenido un pie un poco fuera de las cosas que he hecho. La idea de estudiar Filosofía me ha hecho estar vinculado con las artes escénicas, pero con un punto de apoyo distinto. A veces este enfoque es difícil de compartir con otros compañeros de las artes dramáticas, porque se estila mucho el divismo. Hay un ego brutal. Tener un punto de apoyo externo es siempre importante para evitar caer en el ser extraviado: esa persona que ya no es auténtica en su relación con las artes, pero sigue forzando la máquina. Es bastante patético.
"DEL LABORATORIO DE TEATRO HAN SALIDO GRANDES ACTORES DE JAÉN"
—¿Por qué nació el Laboratorio de Teatro de la Universidad Popular?
—Me ofrecieron en 2005 la posibilidad de hacer un trabajo de teatro en la Universidad porque al año siguiente se inauguraba el Centro Sabetay, que ha sido inaugurado media docena de veces. Abrían ese centro y no tenían a nadie. Yo estaba ese verano en Jaén. Me ofrecieron la posibilidad de quedarme y vi el panorama que había e intenté hacer algo diferenciador, con vocación profesional, que trascendiera el entretenimiento y que sirviese para gente con más aspiraciones. Desde 2006 está funcionando y de ahí han salido buena parte de los actores que están en activo en Jaén capital y provincia. Y sigue saliendo mucha gente, pero es cierto que ha habido un cambio: antes los actores se formaban y querían probar suerte en Jaén. Todos los que formo ahora en cuanto pueden se marchan. Sobre todo la gente más joven. El Laboratorio de Teatro quería abarcar el teatro desde varias perspectivas. No se trata sólo de interpretación, sino de que los actores también sepan involucrarse en la realización de un espectáculo: diseño de escenografía, principios de recepción, criterios estéticos y demás.
—Bajo sus órdenes pasan talentos jóvenes como Michi. ¿Qué tiene que hacer un joven director para no tirar la toalla?
—Me alegra que me pregunte por Michi. Es una excepción. Posiblemente sea de todos los jóvenes que han pasado por mis manos el que más proyección puede llegar a tener. Pero también es cierto que si no cuidas bien esa proyección, puede ocurrirte como el techo de cualquier invernadero: que te atrofies por lo difícil que puede resultar en Jaén querer dedicarte a otras cosas. Es importante el ámbito formativo para la mayoría de personas.
En el caso de Michi la cosa va un poco más allá, porque él ya tiene una visión de algo. Me llama la atención, porque la mayoría de los chavales con 17 ó 18 años no están en eso. No están pensando en montar negocios ni en intentar vivir de esto abarcando los campos tan amplios que tiene. No espero a que me llamen, sino que voy a generar la oferta. La personalidad de Michi es bastante más compleja. El consejo que le doy es que amplíe muchos más las fronteras. Viene de familia que sabe de negocios y esa formación le vendrá bien. Es importante, como digo, que tenga un pie fuera para contrastar y ver nuevas cosas. Aquí la oferta es más limitada.
—¿Ha tenido muchos alumnos que han dado el salto a la televisión o al cine?
—Eso ya exige marcharse de aquí. Es cierto que en los últimos años ha habido casos, como el de Juan Antonio Anguita. Él ha logrado algo increíble: hacer varias películas en Jaén. La democratización del cine ha permitido también eso, editar y grabar aquí. A la genialidad de Juan Antonio se han sumado actores que han estado a la altura. Luisje Moyano es otro caso de ida y vuelta en Jaén. Es obvio que se consume más cine que teatro. En España estamos a la cola y sólo un 17 por ciento de la población va a un espectáculo en vivo una vez al año. Normalmente suele ser la música. El teatro está en un segundo lugar. No somos un público fácil y ha habido perversiones como la política del todo gratuito. El público accede a la ficción por las series, que es de lo que me habla la gente joven a la que dirijo. Sobre la televisión, qué vamos a decir. No hay muchas alternativas. Remarco que hay chavales en la Escuela de Arte que ya hacen cosas interesantes con pequeños medios.
—He dicho 'dar el salto' y no sé si le molesta la expresión. Habrá gente muy cómoda en el teatro, sin ganas de moverse de ahí.
—No es que necesariamente implique una mejora, pero la industria del cine —el teatro no es industria— es otra historia y está geográficamente muy localizado. De Madrid para abajo cuesta encontrar un foco potente de cine. Hubo un movimiento en Sevilla y ahora en Málaga empieza a haber un foco. Pero ya digo, está todo muy localizado: quien se quiera dedicar al cine tiene que ir a Madrid o a Barcelona. En cuanto al éxito, hoy te lo dan las plataformas en directo. En el teatro no existe esa posibilidad. Si haces un lleno, está la gente que cabe en la sala. ¿Cómo competir con un capítulo de 'Juego de Tronos'?
—Después de más de 70 obras, ¿tiene la fórmula para que de verdad una funcione y consiga una gira por España?
—He perdido la cuenta del número de obras. Bueno, se desarrollan intuiciones y siempre tienes una visión para que salgan las cuentas. Hacer una producción en Jaén con gente de Jaén significa que hay que estrenar en Jaén, porque el retorno económico hará viable la producción. En otra ciudad sería complicado recuperar la primera inversión. Lo que yo hago es trabajar con palos muy distintos: desde gente que hace teatro acrobático hasta flamenco pasando por grupos muy diversos. No te da como para aplicar una fórmula perfecta. Y en las artes no es bueno ir con una plantilla cerrada. Hay que ir con mentalidad abierta. Incluso los problemas pueden ser beneficiosos si los incorporas al sistema de creación. Tienes que estar muy abierto. Es una caída sin red siempre. Te acostumbras a que el estómago se encoja.
"ME GUSTA DECIDIR CON QUÉ POLÍTICOS TRABAJO"
—Ha sido asesor de oratoria de políticos. ¿Cómo llegó a ese trabajo?
—Llevo años de manera particular trabajando para algún diputado, concejal o alcalde para mejorar los discursos. El relato, que es la palabra de moda. Ha saltado de la teoría cultural a la política. Y sí, he trabajado con políticos. Algunos tienen cierta capacidad natural o cuentan con formación útil. Pero no abundan. El sistema de partidos ha generado una relación cada vez más distante con la sociedad. A veces se curran el discurso, porque ante quienes responden son ante sus jerarquías. Hay políticos que asumen el miedo a hablar en público, y yo lo entiendo así: me parece un servicio a la democracia. Qué menos que un político sepa hablar. La oratoria es una técnica, pero intento no prestar esos servicios de forma mercenaria. Decido con quien trabajo.
—Hablando de política. Usted no quiere saber nada de ningún partido.
—Efectivamente. Tal y como está la cosa y después de analizar la democracia, el sistema de partidos es un error. Es imposible que haya acuerdos y hay una tendencia a alimentar el bipartidismo y las grandes maquinarias que durante décadas han extendido sus tentáculos. Es difícil salir de ahí. Y el pequeño partido se acomoda y se burocratiza a poco que gane dinero. Hasta parece que la ideología es lo último. Ten aparato y relato, y ya veremos dónde caes.
—¿Qué echa en falta en Jaén? ¿Qué le pide a los que mandan?
—Hay muchísimas cosas. Tenemos dificultades para expresar el absurdo de ciertas gestiones en esta ciudad. Vuelvo a la idea de antes: cuando alguien tiene ese pie fuera y viene a Jaén y ve los coches aparcados en las vías del tranvía, dirá: "Madre mía, qué locos están los de Jaén: aparcan en el tranvía". Luego tienes que explicarle que es una cosa que costó una millonada y aún no existe. Es nuestro particular día de la marmota. Una tomadura de pelo. Yo ya no digo si estoy a favor o en contra. Desde una vista aérea lo que vemos de Jaén es el Castillo de Santa Catalina, el Teatro Infanta Leonor y la línea del tranvía, esa herida abierta. Nos hemos instalado en ese absurdo.
La manera de ejercer la política en un pequeño ayuntamiento debería ir hacia una idea más participativa, con más fiscalización de la acción de poder y con una ciudadanía activa, más protagonista. Cuando una sociedad no está vertebrada, el político tiene manga ancha. Y así ocurren cosas como lo del tranvía. Hace falta una sociedad civil participativa, con ganas de implicarse. Si abandonamos ese papel sólo nos queda que la política abandone al ciudadano. En Jaén hubo una abstención del 40 por ciento. Si ves el número de votos te das cuenta que se podría gestionar la ciudad entre pequeñas representaciones de la ciudadanía.
—¿Añora la época de su vida en que vivió en el extranjero?
—Me queda la nostalgia, evidentemente. Pero peor es la nostalgia de lo no vivido, como dicen los alemanes. Posiblemente hoy yo no sería capaz de estar cuatro o cinco meses dando tumbos por la India. Me he hecho más viejo y estoy pensando que a la primera muero. En aquella época no lo pensé. Hoy posiblemente soy más cobarde, pero no lo echo de menos. Estoy bien en Jaén y aquí encuentro mis alicientes. Creo que por muy implicado que estés en la vida de una ciudad siempre hay que mantener una condición de exiliado. Jaén me sigue pareciendo un sitio habitable. Me encanta pasear sin ruta. Y la ciudad me sigue hablando. Cuando no ocurra, me marcharé de aquí.
—Un amigo me dijo una vez: 'No existen hombres valientes. Solo hay grandes actores'.
—Sí. Entronca con parte de la filosofía del teatro: configurar el mundo como un teatro y a su vez el teatro como un mundo. Es uno de los tópicos de la literatura más viejos. Calderón de la Barca y el gran teatro del mundo. Me atrae vernos como esas sombras que deambulan en vida y que ejercen durante un tiempo un papel. Claro que nos lleva al segundo tópico de la literatura: la muerte nos iguala a todos. En este mundo estamos de paso y todo lo que hacemos nos define, pero quién se va acordar de nosotros dentro de un tiempo. Intenta al menos que tu actuación merezca un aplauso. Estoy de acuerdo con la oración.
Fotografías y vídeo: Esperanza Calzado.
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