"Hemos perdido la sensibilidad hacia el otro"
Pepa Jiménez Tello (Jaén, 1978) decidió pasar a la acción política allá por 2011, cuando Equo se estaba gestando. Lo hizo porque no había otra fuerza preocupada por el planeta. Hoy acumula experiencia y tiene discursos para proponer ideas que, aparte de ser respetuosas con el medioambiente, den puestos de trabajo. Está convencida de que la eficiencia energética es un nicho de mercado por explotar en Jaén.
Licenciada en Ciencias Ambientales y miembro de Equo Jaén, Jiménez se curte con la batalla ingrata de las oposiciones. No le queda otra que ser positiva: si se cierra una puerta, que se abran mil. Es madre y sabe que tiene una tarea: concienciar a sus hijos para que mejoren el mundo que habitan.
—Vox, tercera fuerza de Jaén y de España. ¿Qué me dice?
—Es una catástrofe. Que los ciudadanos hayan olvidado lo que es la ultraderecha y lo que supone votar a la ultraderecha es una muy mala noticia. Triste y preocupante. Imagínese qué pasaría si llegan a gobernar. ¿Qué medidas podrían llevar a cabo en contra de las libertades individuales? Me refiero al sistema sanitario y a la educación. Favorecerían seguro a las clases más pudientes, cuando la mayoría somos de media y baja.
—¿Cree que la lucha contra el cambio climático se puede banalizar si continúa el auge de partidos ultraconservadores?
—Sí, por supuesto. Son políticos negacionistas al máximo. Sólo hay que pensar en cómo actúa Donald Trump en Estados Unidos. No quiere participar en la próxima cumbre del clima. Prácticamente lo que él quiere es seguir contaminando y seguir utilizando los recursos energéticos que no son renovables, como el petróleo y el carbón. No apuesta por un sistema energético global con energías renovables y transporte sostenible. Fíjese lo que ha ocurrido con Bolsonaro en Brasil: ha utilizado el fomento de la minería para acabar con indígenas de la Amazonia.
—¿Por qué dio el paso de participar en Equo?
—Poco antes de que surgiese Equo yo estaba en un periodo de transición. No sabía qué rumbo tomar, porque no tenía trabajo y veía que en mi ciudad ocurrían cosas que no me las podía creer. En 2009 empezó la construcción del tranvía. Recuerdo que hicimos propuestas sobre el itinerario y la tala de árboles que tenían más de 80 años, los de la Avenida de Madrid. Faltaba un partido que se preocupase por el medioambiente. No había una fuerza genuina con la ecología política, que es transversal.
"EL ECOLOGISMO NOS ENSEÑA NUESTRO LUGAR EN LA TIERRA"
—¿Qué significa ser ecologista?
—Nosotros vivimos en ecosistemas antropizados, como son los pueblos y las ciudades, y luego están los ecosistemas naturales, como es la naturaleza o el propio medioambiente. Pertenecemos a un sistema que se ha modificado, con la construcción de edificios y demás. El ser humano ha usado su capacidad para hacer cambios que no son adecuados para el resto de seres vivos. Lo que hacemos es pensar sólo en nosotros. La ecología pretende tomar conciencia de que formamos parte del mundo y somos una especie más en el planeta. Precisamente porque somos inteligentes debemos proteger todo lo que nos rodea. No podemos hacer lo que nos da la gana, que es lo que propone el capitalismo: explotar y explotar sin pensar en mañana. El ecologismo nos da nuestro lugar en la sociedad sin perjudicar al resto de elementos de la tierra.
—El colectivo Fridays For Future Jaén ha sido un soplo de aire fresco. ¿Le ve futuro al movimiento?
—Siento una sensación de alivio. Justamente es la generación posterior a la mía, y que se haya dado cuenta de los problemas tan graves que hay y que afectarán a su vida es una buena noticia. Los jóvenes saben que no podemos vivir sin estar en equilibrio con la naturaleza. Hemos llegado a un punto de inflexión en el que o hacemos algo o no hay futuro ni para nosotros ni para nada en el planeta.
—Supongo que habrá tenido la oportunidad de hablar con miembros y portavoces. ¿Cómo son ellos?
—Son responsables. Han perdido el miedo que teníamos las generaciones anteriores y que nos hacía quedarnos en casa para no señalarnos. Han despertado y están intentando que el resto de compañeros lo hagan. El mensaje, como digo, es ahora o nunca. Me parece una juventud valiente y preocupada por el futuro.
—En una ocasión hablamos sobre salvajadas contra los animales. ¿Hay forma de cortar de raíz el maltrato animal?
—Evidentemente no es fácil cortarlo de raíz. Porque la gente tiene muy interiorizado que somos superiores a los animales y que éstos sólo están para hacernos compañía o incluso ni siquiera eso. Porque todos hemos visto cómo hay maltratos constantes por parte del sector de la caza a los perros. Tienen una idea utilitarista del animal: cuando ya no me sirve, lo dejo. La sensibilización en los centros educativos es fundamental. Los menores tienen que comprender que no somos superiores a los animales. Al tener inteligencia, como decía antes, debemos tener otro tipo de actitudes. En algunos casos parece que involucionamos, como ocurre con el maltrato animal. También me parece una involución que la Junta de Andalucía quiera introducir la caza en las aulas. Es una medida que rompe el respeto al medioambiente. Me parece surrealista. A la escuela no se va a aprender a cazar, sino a aprender las ciencias naturales y el resto de teoría con la transversalidad de las emociones.
—Hay posiciones también discutibles. Personas que prácticamente ponen por delante el sufrimiento de un perro al de una persona que, por ejemplo, vive en la calle. Que haya protestas por animales que sufren maltrato y se haya aceptado como parte del paisaje a las personas sin hogar, ¿no le parece delirante?
—Creo que los medios han hecho daño en la involución que comentaba. Estamos tan acostumbrados a las imágenes de guerra y a ver a niños ahogados en el Mediterráneo que todo se ha aceptado como natural. Hemos perdido la sensibilidad que debería de caracterizarnos y la hemos trasladado a los animales, porque vemos que no tienen capacidad de defenderse. Prima esa idea de que no me toquen mi parcela. Perdimos la sensibilidad hacia el otro. No se puede permitir que haya personas pasándolo mal con la riqueza que tenemos y que está tan mal distribuida. Las administraciones no deben permitir que haya gente sufriendo pobreza energética y sin trabajo.
"CON LAS OPOSICIONES TE CUESTIONAS TODO EL TIEMPO"
—Es ambientóloga y está preparando oposiciones. ¿Cómo lo lleva?
—Es un proceso que te lleva constantemente a replantearte tu vida. Te cuestionas si estás tomando o no las decisiones correctas. Yo tengo dos niños pequeños. Mi marido asume el peso de la casa y de la crianza de los hijos, porque tengo que dedicarle muchísimas horas al estudio. Tienes la incertidumbre de si estás perdiendo el tiempo. Hay que estar muy comprometida con lo que haces. Pero como siempre digo: si algo no sale, otra cosa vendrá. No hay que perder la esperanza. Tenemos que poner de nuestra parte, claro.
—En su ámbito, ¿es más factible el ámbito público que el privado para conseguir trabajo?
—No, la mayoría de la gente que yo conozco se ha hecho autónoma para hacer informes de impacto ambiental u otro tipo de estudios que competen al medioambiente. Hay empresas que contratan a muchos profesionales de mi ámbito. El problema en Ciencias Ambientales es que a las primeras promociones nos dieron charlas desde la Junta de Andalucía para hablarnos de las bondades de este tipo de estudios. Nos decían que todas las instituciones iban a necesitar un ambientólogo, y todas las empresas privadas. Fue un 'boom'. La carrera se instauró en toda Andalucía. Y ahora es al contrario. No hay tanta gente que vea su futuro laboral ligado al medioambiente. Es irónico, porque estamos en emergencia climática. Ahora la carrera de Ciencias Ambientales debería estar en su máximo apogeo no sólo en España, sino en todos los países. Tengo compañeros que han buscado salidas laborales en otros ámbitos, como los riesgos laborales o la docencia.
—Su madre le inculcó el amor y el respeto por la naturaleza. ¿Cómo le va a usted como madre?
—Mi hijo mayor está muy concienciado con el medioambiente. Cuando vamos por la calle y ve basura se queja: 'Mamá, qué guarra es la gente'. Eso me dice. Con el agua también es muy sensible: si ve que su hermano deja el grifo abierto, lo subraya. Me dice también: 'Mamá, vamos a votar a Equo, que es el que va a salvar el planeta'. Siempre me acompaña a las manifestaciones. Creo que es la única forma de que los hijos se conciencien. Un maestro en el colegio le está dando clases de higiene personal y pidió a los alumnos que trajeran toallitas. Mi hijo ya sabe que son muy contaminantes y que el océano está muy contaminado con las bolsas. Sólo la educación hará que los menores sean adultos responsables. El cambio ahora pertenece a la gente. Y sólo se puede hacer si se lo pedimos a nuestros gobiernos y hacemos gestos individuales.
—¿Quiere añadir algo más?
—Sí. La eficiencia energética en edificios es un nicho de trabajo espectacular, sobre todo en una ciudad como la nuestra, con inviernos tan fríos y veranos tan calurosos. Hay que plantar muchos más árboles, cinturones verdes, para contrarrestar la contaminación de los vehículos. En todos los tejados de los edificios deberíamos tener placas fotovoltaicas para que sean sostenibles y no depender de las grandes eléctricas, que son las que más contaminan. Y la agricultura ecológica es fundamental.
Fotografías y vídeo: Fran Cano.
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