"Hasta que no sales a trabajar no sabes lo que implica ser terapeuta ocupacional"
Cuando desde Bachillerato encaminas tus pasos hacia las Ciencias de la Salud y acabas sacando un 13 de nota media en la EBAU, la temida selectividad, la tendencia de la gente es pensar que vas a estudiar Medicina. No le pasó a Virginia Rivas Marchal (Jaén, 1996). Esta jiennense que reside en Fuerte del Rey pensó que el trato con el paciente no se le iba a dar bien y se decantó por la investigación, la Biomedicina. No entró, pese a sus notas. Se tomó un año sabático y quién le iba a decir que le cambiaría la vida para siempre.
Ahora es terapeuta ocupacional y en su currículum aparece el Premio de la Universidad de Miguel Hernández a la calificación más alta en el Máster de Terapia Ocupacional en Neurología en la promoción 2018/2019, Premio Extraordinario Fin de Grado expedido por la Universidad de Granada o el Premio UGR-Caja Rural de Granada a la Excelencia en el Rendimiento Académico Universitario. Resta importancia a esos reconocimientos porque saben que no garantizan nada. Para Virginia, la garantía del éxito es trabajar y cuando empezó a hacerlo descubrió todo lo que implica ser terapeuta ocupacional. Hoy, nos lo cuenta en Lacontradejaén.
—¿Siempre tuvo claro que quería hacer Terapia Ocupacional o desconocía qué era, como le pasa a tanta gente?
—Yo también lo desconocía igual que la mayoría de la población, que desconoce qué es. Evidentemente, no quería ser ni hacer algo que ni siquiera sabía que existía. Lo que sí tenía claro es que quería dedicarme a la rama de Ciencias de la Salud y desde cuarto de la ESO me fui enfocando en esa línea. Mi primera intención era hacer Biomedicina. Mi objetivo siempre ha sido ayudar a la gente a mejorar su salud pero pensaba que el trato directo con los pacientes no se me iba a dar bien, por eso me decanté por la investigación. Sin embargo, no conseguí entrar y me quedé la primera en la lista de espera.
—¿Qué hizo?
—El año que todo el mundo pensó que iba a ser perdido fue en el que decidí el rumbo de mi vida, prácticamente. Por eso le recomiendo a la gente que se tome un año sabático para aclararse y decidir qué quiere hacer realmente con su futuro.
—¿Paró, entonces?
—No del todo, pero no empecé otra carrera, porque quería Bioquímica. Lo que hice fue un voluntariado con Cruz Roja en el Hospital de Jaén, con un proyecto que se llama 'Atención a la Infancia Hospitalizada'. Iba dos horas los sábados por la mañana en el que básicamente jugábamos con los pequeños para ayudarles a evadirse del hecho de que están enfermos y hospitalizados. Y ahí me di cuenta de que sí estaba hecha para el trato con los pacientes, en contra de mi creencia inicial. De hecho, me gusta y se me da bien. Fue por eso que empecé a mirar otras posibilidades.
—Ahí cambió el rumbo de su futuro...
—Empecé a mirar Medicina, Enfermería... hasta que llegó a mi vida el término Terapia Ocupacional. Busqué en internet que era y me encantó. Con una nota de un 13 me matriculé en una formación para la que se exige un ocho, aproximadamente.
—¿Qué le dijeron en su casa?
—Cuando estás estudiando Ciencias de la Salud y tu nota es de un 13 todo el mundo espera de ti que hagas Medicina. Pero mis padres siempre me han apoyado en mis decisiones. Se extrañaron más profesores y compañeros que daban por hecho que haría Medicina.
—Al año siguiente ya sí se matriculó.
—Llegué y tampoco sabía muy bien lo que era, más allá de lo que has visto en internet o lo que te cuentan. De hecho, estás en segundo de carrera y todavía no tienes muy claro qué es. Hasta que no sales a hacer las prácticas y trabajar no sabes todo lo que implica ser terapeuta ocupacional. Es muy difícil explicarlo porque estamos presentes en muchos ámbitos. En mi caso, me dedico a trabajar con niños y lo que buscamos es que sean lo más independientes posible en su vida diaria a pesar de que tengan algún tipo de limitación sensorial, psicológica, física... Adaptamos las actividades, los entornos y les facilitamos las herramientas para que sean lo más autónomos posible.
—La teoría suena muy bien pero ¿cómo se lleva a la práctica en el día a día?
—En mi caso concreto, hago sesiones a domicilio y soy la única de la provincia que lo hace de manera exclusiva. Para que una persona se haga una idea, se trata de jugar todo el rato. A través de los juegos le enseñamos habilidades y estrategias para que luego ellos lo puedan llevar a su día a día. Por ponerle un ejemplo, jugamos a disfrazarnos. ¿Cómo se traduce en su evolución? Sirve para aprender a vestirse solo.
—¿Los padres que tienen hijos con este tipo de dificultades son conscientes de la necesidad de invertir en un terapeuta ocupacional?
—Hay neuropediatras que ya empiezan a conocer los beneficios de la terapia ocupacional y nos derivan a los pacientes. Pero, por lo general, son los compañeros psicólogos, logopedas, fisioterapeutas... Ellos son los que nos conocen más y solemos hacer mucho equipo.
—¿Hay gente que considera que vuestra labor es el último complemento en el tratamiento?
—Lo considera la gente y el propio sistema sanitario. En Atención Temprana en Andalucía, por ejemplo, no es obligatoria la figura del terapeuta ocupacional pero sí otras como los psicólogos, fisioterapeutas o logopedas. Eso hace que la gente tenga la impresión de que somos el último complemento pero realmente va a depender de lo que necesite el menor.
—¿Cómo se siente cuándo se observa la evolución de un paciente?
—Mucha satisfacción. Pero la verdad es que si un niño o niña evoluciona en ese proceso tenemos mucho que ver los profesionales que trabajamos con ellos. Pero los que más influyen en esa evolución son sus padres. Ellos son los que están todo el día con ellos y si un menor evoluciona es porque esos padres están siguiendo las pautas que les ofrecemos los profesionales. Por muy buenos que seamos, con una hora o dos a la semana no podemos cambiarles la vida. Las cambian esos padres que siguen las pautas que les estamos dando.
—Vamos a volver atrás en la entrevista, a su época de voluntariado. No sólo estuvo en Cruz Roja, sino también en Aspace. ¿Como fue la experiencia?
—El voluntariado en Aspace lo hice mientras estudiaba la carrera. Lo quise llevar a cabo para conocerme más a mí misma y ver cómo me desenvolvía en el entorno en el que después desarrollaría mi carrera profesional. Trabajé con menores con trastornos que suelen ser más crónicos, para toda la vida, y me aportó mucho autoconocimiento. Confirmó que dentro del ámbito de la terapia ocupacional me quería enfocar en la infancia.
—Con un 13 de nota media en selectividad todo el mundo espera que haga Medicina. Sin embargo, viró el camino y su expediente ha sido excelente, hasta el punto de conseguir varios premios. ¿Qué se siente?
—En el día a día no lo sientes. En el momento en el que te reconocen el trabajo es una gran satisfacción pero lo cierto es que no es algo que marque mi vida. Al final, hay muchos compañeros de carrera y de máster que lo hicieron muy bien y por sacar dos décimas menos no tienen ese premio. Sin embargo, son buenísimos profesionales, por lo que sacar la mejor nota de la promoción no garantiza nada; hay que seguir trabajando.
—¿Dónde te ves en un futuro?
—Ni idea, voy dejándome llevar. Empecé en una clínica de neurorehabilitación trabajando por cuenta ajena. Aprendí muchísimo hasta que decidí dar el salto a ser autónoma. Ahora mismo estoy muy contenta con mi trabajo porque puedo marcarme mis propias normas y tomar mis propias decisiones. Tiene sus problemas, como que todavía no tengo un equipo detrás. Pero lo que le digo, me voy a dejar llevar como hasta ahora.
—¿Se considera una mujer emprendedora?
—En parte sí. Ser una mujer emprendedora implica tener ideas novedosas y tener la valentía de llevarlas a cabo. Yo tuve la idea de hacer terapia ocupacional exclusivamente a domicilio y era arriesgado. Pero lo llevé a cabo y estoy muy contenta con los resultados.
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