"Mis tres máximas son constancia, compromiso y disponibilidad"
"Mira si soy jaenero / que andando por el Gran Eje / me considero extranjero", cantaba (con 'leves' variaciones geográficas) el mítico Manuel Molina, aunque bien pudiera haberlo hecho Sergio Ramírez Pareja (Jaén, 1992) si la voz fuera uno de sus fuertes. Hijo del Arrabalejo adoptado por el Bulevar, viene al Zoom de Lacontradejaén en calidad de notario de la curia (el gobierno de la diócesis, hablando en plata).
Un cargo que este licenciado en Derecho compatibiliza con el de director de las Oficinas de Transparencia y Rendición de Cuentas, Protección de datos y Cumplimiento normativo, entre otras responsabilidades.
—Ha escogido usted, como escenario de esta entrevista, el claustro de la Merced. Un equilibrado recinto abierto del XVI al que está vinculado como vicejefe del Grupo de Oración Padre Pío.
—No solo por esa vinculación, sino también por una vinculación ciertamente familiar. Mis antepasados, mis bisabuelos y tatarabuelos vivían muy cerca de aquí, en la calle Horno Puerta de Granada, y mi bisabuela Micaela Castillo en la calle Hervás; es decir, conoce a mi bisabuelo prácticamente del barrio y deciden casarse. Es un sitio que a mí me evoca mucho, por supuesto por el grupo de oración y porque es la parroquia del Obispado, la zona donde habitualmente trabajo.
—Pío de Pietrelcina... A simple vista no parece tener demasiada relación con el Santo Reino. ¿Qué les ha movido a ustedes a optar por un santo italiano a la hora de fundar el grupo de oración? ¿Es que despertaba mucha devoción por aquí?
—Es un grupo muy especial, una asociación internacional de fieles que se dedica, realmente, a la oración en encuentros de oración y retiros espirituales, que también se hacen, y a todas las actividades que en la parroquia se realizan de nueva evangelización o de cualquier actividad que nos pide el párroco. Es un grupo que nace y que crea el padre Pío de Pietrelcina, un sacerdote capuchino italiano que vivió a caballo entre el siglo XIX y el XX.
—¿Cómo llegó Sergio Ramírez al grupo, o el grupo a Sergio Ramírez?
—Yo conocí esa devoción en el año 2016 más a fondo, pero con anterioridad, durante mi adolescencia, a través de una película que es mitiquísima, del italiano Carlo Carlei, que se ha dado muchas veces en televisión. A raíz de ahí conozco al padre Pío y me intereso por él. Sí que es cierto que aparecen muchas noticias en internet y biografías sobre él que no se ajustan quizás a la realidad de un hombre con esa sencillez y autenticidad, un hombre de profunda oración y que, a pesar de la oración, no dejó de lado los problemas de su pueblo.
—Un hombre comprometido, quiere decir.
—La acción social del padre Pío para todo tipo de personas (pobres, desempleados, enfermos...) es encomiable, y a mí me atrae esa figura, y también como capuchino orante.
—Es usted el vicejefe del grupo, solo uno de los muchos cargos que le ha tocado desempeñar a lo largo de su vida, pese a su juventud. Hablando de juventud, cabe recordar que fue usted (o eso dicen) el hermano mayor más joven de una cofradía en España (en su caso, la Virgen del Carmen y Ánimas).
—Sí, con dieciocho o diecinueve años. Yo siempre digo que fue en un momento muy complicado de la cofradía, no había nadie que se presentara, yo tenía una amistad muy profunda con don José Lomas, que en paz descanse, vieron que podía ser un periodo de transición (de hecho estuve nada más que tres años) e hice lo que pude: muy joven, muy inexperto, aprendiendo mucho... Guardo buenos recuerdos, y a la vez también recuerdos más bien negativos.
—¿Por qué lo dice?
—Porque yo, en la gestión de una hermandad... Es algo complicado.
—¿Salió con ganas de repetir o de no volver?
—No, no, de repetir no, todo lo contrario.
—Pero algo bueno tendría aquella experiencia, ¿no?
—Me sirvió para ver que dentro de la Iglesia hay muchos más grupos y muchas más asociaciones de fieles y también para saber bien que el cristiano no necesita tantos adjetivos, que hay que ir más al sustantivo, al ser cristiano, y no hace falta muchas veces estar tan vinculado a tantas asociaciones y grupos como hay en la Iglesia y que están muy bien, pero no hace falta tanto.
—En 2021 Lacontradejaén le entrevistó a cuenta de su pregón de la romería de Santa Catalina y respondió usted que ese era su primer y último pregón.
—El primero y el último, sí.
—¿Ha mantenido su promesa? Y lo que es más esclarecedor, ¿seguirá manteniéndola?
—Sí, la he mantenido y tengo pensado mantenerla, porque el pregón no es un género que me guste. Lo hice entonces por pura amistad con el párroco de San Pedro Pascual; estaba la cofradía en una comisión gestora y también el presidente de la Agrupación (que era Paco Latorre) me pidió el favor y lo hice, lo mejor que pude, pero no me gusta. Sin embargo estoy más desenvuelto en conferencias y demás, y si me pides una conferencia del padre Pío, por supuesto que estoy disponible. Y en lo mío, el Derecho, mis asuntos profesionales.
—Hermano mayor y pregonero por compromiso: ¿No tiene la sensación de ser un apagafuegos?
—[Ríe] Sí, sí.
—También se implicó de manera destacada en el renacimiento de la Academia Bibliográfica Mariana 'Virgen de la Capilla', de la que es miembro de número. No se le caen a usted los anillos a la hora de arrimar el hombro, ¿verdad?
—Siempre ha habido tres máximas en mi vida, que son la constancia, el compromiso y la disponibilidad: cuando me he comprometido con algo he sido constante en el trabajo que haya habido que hacer hasta el final, y disponible siempre para todo el mundo, siempre.
—Tendrá su horario de desconexión...
—Siempre. El teléfono no para cuando estoy con la familia o cuando estoy con Lucía, mi prometida; ella lo entiende, lo respeta y sabe que me debo a los demás, a servir a los demás.
—¿Eso es vocación de servicio?
—Sí, yo siempre lo he sentido así, y si no fuera así no sería yo.
—¿Su única vocación? ¿Nunca le ha tentado la majestuosa sencillez de una sotana, ese 'zuloaguesco' encanto?
—De joven me lo decían, pero mi vocación estaba clara al matrimonio, siempre he tenido esa vocación de formar una familia. Soy muy chiquillero, me encantan los niños (de hecho he sido catequista de niños tanto de despertar religioso como de confirmación) y mi vocación siempre ha estado muy enfocada hacia el matrimonio. Si Dios quiere, en unos seis meses me casaré.
—¡Vamos, que está usted en capilla! Que sea enhorabuena. Ahora toca hablar de su trabajo, que otra cosa quizá no tenga pero lo que es nombre rimbombante y atractivo, vaya que sí. Antes de aclarar en qué consiste exactamente su tarea profesional, ¿podría explicar cómo se llega a eso, a notario de la curia?
—Yo me gradué en Derecho aquí en Jaén, en 2015 (tardé un año más porque empecé la carrera de doble grado en Derecho y Dirección de Empresas, y el segundo año le dije a mi padre que me cambiaba, que me gustaba más el Derecho y que la economía y las Matemáticas no se me daban bien. Cuando terminé la carrera le dije a mi padre que quería cumplir también un sueño.
—¿Qué sueño era ese, Sergio?
—Me gusta la investigación, me gusta la historia, así que opositaria a funcionario de la Diputación pero en mis ratos libres me dedicaría al Instituto de Estudios Giennenses, con una estancia de carácter investigador.
—¿Qué hacía en el IEG?
—Yo, allí, clasificaba fotografías con los compañeros becarios, terminé mi estancia con una exposición titulada Passio et Gloria, importante, y justo al día siguiente de la inauguración me llamaron del Obispado para ofrecerme un puesto de trabajo. Una cosa que iba a ser temporal (iba a trabajar en el proceso de canonización de los mártires); entro como auxiliar administrativo y al cabo de los siete u ocho meses me encuentro con que un compañero fallece y me nombran notario para ese proceso de canonización.
—En la línea de monseñor Cobo Cano: una carrera meteórica. Continúe, señor Ramírez.
—Con el tiempo llegué a ser delegado de Protección de datos y todos los cambios normativos en España; con la ley nueva de 2018, la diócesis necesitabas una figura de ese tipo, me formo en ello y me nombran. El último cargo, que ha sido ya en 2024, en enero, por jubilación de un sacerdote de la curia, me nombraron notario de la curia.
—Que a uno lo llamen desde un bar, una oficina o un taller para trabajar entra dentro de lo relativamente cotidiano, pero cualquiera no puede contar que lo llaman desde un obispado. Quien lea estas líneas puede apelar a cierta relación previa entre la parte contratante y la parte contratada. ¿Hay algo de verdad, o nada más alejado de la realidad?
—La verdad es que nunca había trabajado allí; conocía a muchos sacerdotes por mi vinculación con la parroquia [de San Bartolomé], tanto a don José Lomas como a otros sacerdotes de la diócesis, pero nunca había pensado en echar un curriculum ni nada por el estilo. Simplemente fue una ayuda puntual que se convirtió en otra cosa. De hecho tuve que dejar las oposiciones para dedicarme enteramente a mi trabajo en la curia.
—¿Un notario de la curia es, a la Iglesia, lo que un notario de toda la vida a la sociedad civil?
—No, tiene que ver pero no. El notario, por el canon 483 del Código de Derecho Canónico, es el que da fe pública con su escritura en todo tipo de documentos, pero dentro de la Iglesia. Pueden ser documentos para un asunto particular, para asuntos judiciales o para cualquier otro asunto que ataña a la curia. Entre ellos están los expedientes matrimoniales (personas de todos los puntos de España que se casan aquí, lo que se llama popularmente pasar por la vicaría).
—Eso es muy de película americana...
—En esos casos asisto al vicario general, y en este caso también al provicario general, para cualquier tipo de trámite de documentación, rectificación de partidas de bautismo, de los libros parroquiales, reconocimiento paterno-filial..., en ese aspecto, o también en otros aspectos como pueden ser las nulidades matrimoniales. No somos iguales que los notarios públicos.
—Pero a los ojos de la Iglesia, viene a ser lo mismo.
—Exactamente, de la Iglesia y de la curia sí.
—Un notario civil se enmarca dentro de los profesionales liberales autónomos; un notario de la curia...
—Soy un trabajador del Obispado con una relación contractual. Yo, cuando me han dado estos cargos, no me lo he tomado como nada especial sino como un oficio al servicio de la Iglesia, por lo tanto al servicio de todo el mundo, no solo de sacerdotes y religiosos sino de todos, de cualquier fiel, que se puede acercar y ante cualquier duda lo asesoramos lo mejor que podemos.
—De alguna manera, este trabajo suyo le ha permitido cumplir su sueño de andar entre legajos, inscripciones, registros y documentos antiguos.
—Sí, sí.
—Con la experiencia acumulada y desde la perspectiva que le da una treintena larga de vida, ¿se siente realizado profesionalmente?
—Sí, mi trabajo me gusta muchísimo, voy cada mañana (me levanto muy temprano, porque me gusta subir andando y ver cómo despierta la ciudad) y para las ocho menos cuarto llego a la curia. Cada mañana es una aventura nueva, una aelgría nueva, un servicio nuevo a la gente... Me siento muy realizado, no podría decir lo contrario, es un trabajo que no tiene nada que ver con lo que otros puedan soñar, que lo encontré de esta manera tan casual como fue mi caso pero en el que me siento muy realizado.
—Trabajar en un palacio debe de ser atractivo, pero algún quebradero de cabeza también le habra dado la notaría de la curia, ¿verdad?
—Como todo en la vida, pero eso se olvida; hay que pensar, primeramente, en separar la vida familiar de la vida laboral, no llevarse los problemas ni los berrinches a casa. Además no somos funcionarios, no trabajamos en la administración pública: es la Iglesia. Entonces, para desahogarse uno no va a terapia, va a la oración, al encuentro con el Señor. ¿Ha podido haber quebraderos? Sí, pero no han sido muy grandes. No puedo decir algo que me haya hecho daño, y si me lo ha hecho en su momento, yo he olvidado.
—¿De qué se viste Sergio Ramírez cuando se quita el traje de notario? ¿Futbolista, senderista, cazador, pescador...?
—Me gusta pasear mucho por la ciudad, incluso correr, ahora que vienen los calores voy a intentar volver a correr, quiero perder un poquito de peso.
—Lo que quiere entrar en el traje de novio y que, además, le quede fetén...
—Sí, también, pero más por salud.
—¿Qué mas, Sergio, qué más?
—Bueno, desde hace bien poco mi prometida, Lucía, se ha podido venir aquí a Jaén a vivir y tenemos una perra, una golden retriever (Filipa se llama, que si no digo el nombre me mata) y me encanta pasear con ellas por la ciudad. De hecho los sábados la saco con mi padre al Bulevar, al parque canino, y soy un ciudadano muy cívico, porque recojo siempre todo. Disfruto mucho, me gustan mucho los animales. En estos dos últimos años he cumplido mi sueño...
—¿Otro sueño? Confiéselo, señor Ramírez, que estarán los lectores en ascuas.
—Tanto con Lucía, amar a una mujer tan extraordinaria como ella, y tener un perro. Eran dos sueños que he cumplido.
—A ver, repaso al tópico de lo que toda persona debe de hacer una vez en su vida, toda vez que lo de tener un hijo queda claro que forma parte de sus proyectos vitales: ¿Publicar un libro?
—Estoy en ello, llevo setenta páginas escritas. Me gustaría sacarlo este año. Te puedo decir que será un libro benéfico, lo va a editar una editorial religiosa y por supuesto será sobre el padre Pío, aunque no una biografía al uso.
—El árbol, ¿qué quiere usted dejar plantado en la tierra que hoy pisa y algún día lo cubrirá?
—A mí no se me dan muy bien los árboles, le tendría que preguntar a un tío mío que si se le dan muy bien. No sé si un naranjo o un limonero.
—La próxima entrevista, si le parece, será a la sombra de ese árbol.
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