Plaza de Santiago, la tumba de un gran escultor del XVIII

José de Medina yace en la vieja cripta del perdido templo que dio nombre a la antigua collación, cuyo epicentro genera hoy grandes sorpresas arqueológicas

De los cementerios se dice que son lugares de descanso, pero de todo hay en la viña del Señor. Que se lo digan si no al escultor malagueño José de Medina (Alhaurín el Grande, Málaga, 1729-Jaén, 1783), cuyos huesos cumplen en 2023 ciento cuarenta años de nada en la cripta de la desaparecida parroquia de Santiago, en pleno casco antiguo jiennense. 

¡Con decir que solo unos meses después de ocupar sepultura en la capilla de Nuestra Señora del Rosario del viejo templo jacobeo ya empezaron las briegas en la última morada del autor de la Dolorosa de Nuestro Padre Jesús, por poner solo un ejemplo de su celebrada producción!

Sí, Rafael Ortega Sagrista averiguó y dejó escrito que "las fuertes lluvias e incluso huracanes, provocó que se hundiera la sacristía vieja y esto hizo que se destrozara parte de la escalera de la tribuna y órgano, además afectó la nave mayor de la iglesia". Vamos, de todo menos música celestial en los todavía recienmuertos oídos del imaginero. 

Apenas un cuarto de siglo más tarde, el jaleo de los jaleos, el ruido de los ruidos, cuando lo que ya era ruina cayó bajo la piqueta provocando en el sueño de don José otra intempestiva molestia. Lo dicho, que hay cementerios y cementerios. 

Y es que lo de quienes 'reposan' allí no tiene nombre: ¡hasta en refugio antiaéreo convirtieron las bóvedas de Santiago en tiempos de la Guerra Civil, con los consecuentes vejigazos lo mismo a plena luz del día que a la hora que sale El Abuelo!

Ahora, después de décadas y décadas de poco ajetreo en la plaza bajo la que 'descansan' los restos del escultor malagueño (a cuyo taller se atribuye nada menos que la prodigiosa imagen del Cristo de la Expiración), los de buena parte de su familia y los de un montón de ancestros de los jaeneros de ahora mismo, otra vez trajín, molestias, movimientos de tierra que (pensarán ellos) lo mismo vuelven a poner luz en sus cuencas vacías. 

UN IMAGINERO 'DE LEYENDA'

Humor negro aparte, lo cierto es que la aportación de José de Medina al repertorio artístico jaenés no es moco de pavo, ni mucho menos. 

Miren hacia arriba cuando entren en la Catedral y en más de una bóveda (la del coro, sin ir más lejos) podrán admirar esculturas de este inconfundible artista, al que además de achacársele la hechura del Crucificado de San Bartolomé o el San José catedralicio se le da como suya (lo tiene todo para ello, la verdad) la Dolorosa sedente de la casa de Humanes que sale en la procesión del Santo Sepulcro.

Y(confirmada en los papeles) la Virgen de los Dolores, "la muchacha dolorosa que sale del Camarín", imagen de mediados del Siglo de las Luces que, como el otro titular de la hermandad nazarena, Jesús de los Descalzos, acumula leyenda en su origen. 

El propio escultor dejó por escrito en una declaración fechada en 1751 que, finalmente, había decidido no cobrar la totalidad de lo estipulado para su realización (trece pesos-escudos de a quince reales", cuentan las ensoleradas crónicas) a cuenta del milagro que, según su testimonio, obró la Virgen al salvarlo "de un peligroso accidente".

Son días de máquinas en la Plaza de Santiago, de intensas búsquedas y felices hallazgos para la sociedad jiennense, pero bajo la estatura de esa vertiginosa plataforma que el mismísimo condestable Iranzo gustaba de visitar en Cuaresma (hace la tira de siglos) quieren seguir durmiendo los ojos huecos de José de Medina, tan malagueño que como su paisano del XX el poeta Manuel Alcántara, lo tiene claro: "Cuando se acabe la muerte, / si dicen a levantarse, / a mí que no me despierten".