La Soledad se convierte en la mejor compañía en pleno confinamiento

La antiquísima hermandad de la tarde del Viernes Santo pone en marcha varias iniciativas de caridad para asistir a quienes más lo necesiten durante la cuarentena

Como advocación mariana, hermosísima; como denominación popular de la hermandad, precioso, pero nada más. Sí, ser cofrade de La Soledad (o de El Yacente) imprime un carácter de colectivo pontificio, inmemorial y regio a sus hermanos, que sobrecogen la tarde del Viernes Santo con el rigor de sus túnicas, negras hasta en el cíngulo que las ciñe. De ahí a hacer del nombre de esta cofradía una forma de existencia, ni por asomo. Todo lo contrario. 

La fraternidad entre quienes componen la entidad gobernada por Pedro Merino forma parte del ajuar histórico y sentimental de El Yacente, y en tiempos del coronavirus su junta de gobierno es la primera en dejar las varas, arremangarse el corazón y dedicarle el tiempo que haga falta a quienes más lo necesiten:

"Hemos contactado con nuestros mayores, somos una cofradía antigua, con una media de edad superior a otras hermandades, y el perfil de nuestros cofrades es, en gran medida, de gente mayor. Así que nos hemos ofrecido para hacerles cualquier gestión, compra o recado que tengan que hacer", aclara el secretario de La Soledad, Jesús María Pegalajar. Y no solo a los suyos, que también están dispuestos a echar una mano aunque a los beneficiarios de su altruismo ni les suene el Señor de Unghetti: "Nos hemos ofrecido a Cáritas de San Ildefonso, por si alguien nos necesita, aunque no sean cofrades".

Ha llovido mucho desde aquel lejano 1556 en que nació este singularísimo grupo de devotos de la transfixión, pero los han aprovechado no bien: lo siguiente. Ahí está su carisma caritativo, que parece no haber variado en los más de 464 años que avalan su solera y ponen en práctica día sí, día también. Con esta iniciativa estarían ya más que cumplidos, pero no, les parece poco y algunos de los dirigentes de la hermandad se sobreponen al riesgo de contagio (pertrechados de elementos de protección, eso sí) y acuden, igualmente, al auxilio de los usuarios del Comedor de San Roque: "La gente mayor que lo atiende está entre la población de riesgo, así que no debe estar allí". Pueden estar tranquilos con los sustitutos.

Otra de las propuestas de La Soledad que va viento en popa tiene que ver con convertir la nostalgia de su procesión en dinero contante y sonante para los hogares más necesitados. Está claro que el Covid-19 tiene más mala uva que cualquier aguacero y que este año no será cuestión de a ver qué día llueve o no, de a qué hermandad se le agua el cortejo. Resignados ante esta realidad, los hermanos de El Yacente podian haber pensado en ahorrarse unos euros, pero qué va: 

"Conscientes de la urgencia y la necesidad que Cáritas y otros colectivos van a tener por culpa de esta pandemia hemos planteado la opción de que los cofrades paguen sus papeletas de sitio aunque la procesión no salga, hemos querido que el volumen económico que La Soledad recaude esta Cuaresma, con plazo hasta el 5 de abril, se le entregue a Cáritas para darle un uso efectivo; ¡qué mejor que a través de la papeleta de sitio de una procesión que no se va a celebrar sintamos la satisfaccion de destinar ese dinero a una de las patas fundamentales de la cofradía, que es sin duda la caridad!, sentencia Pegalajar. 

Vista la respuesta que a día de hoy tiene el llamamiento de la junta de gobierno, la iniciativa es todo un éxito: "Confiamos en superar la recogida de papeletas de sitio de otros años; si el nivel de respuesta es el que esperamos podríamos superar fácilmente los mil quinientos o dos mil euros". Como agua de mayo les vendrán a quienes más falta le hagan.