Derroche de fe en el VIII aniversario de la beatificación de Manuel Aranda

El lugar donde fue martirizado el seminarista de Monte Lope Álvarez, en su aldea natal, acogió los principales actos preparados para celebrar la efeméride

El octavo aniversario de la beatificación del seminarista de Monte Lope Álvarez Manuel Aranda fue todo un derroche de fe del que los asistentes regresaron a sus casas emocionados, eufóricos de fe, ungidos por el carisma del joven mártir. 

"Unos momentos entrañables", en palabras del sacerdote Antonio Aranda Calvo, presidente de la Asociación Beato Manuel Aranda y sobrino del venerable marteño, que tuvieron su epicentro en la Ciudad de la Peña y en el lugar exacto de su ejecución, acontecida en agosto de 1936.

Ocho años ya de presencia en los altares cuya conmemoración llegó cargada de citas a cuál más piadosa y que comenzó a las cinco de la tarde del día de la Virgen del Pilar con el traslado del retrato de Aranda que, a partir de ahora, se expondrá para su veneración en la parroquia marteña de San Francisco, salido de los pinceles del artista Manuel Portillo. 

Posteriormente, el punto exacto donde el beato recibió el martirio, en su aldea natal, acogió a los fieles, que escucharon de labios de Antonio Aranda "el significado de la reorganización" de dicho espacio, al que se le han colocado unas simbólicas pérgolas de hierro que abrazan el escenario donde cayó abatido el siervo de Dios. 

Una visita a la parroquia monteña de Nuestra Señora del Carmenprecedió a la llegada al santuario de la Virgen de la Villa, que alberga los restos del mártir y donde tuvo lugar una eucaristía que incluyó, además, la bendición del retrato, que puede admirarse ya en este templo. Como explica Antonio Aranda, una oración de despedida puso fin a una jornada de lo más enriquecedora en torno a uno de los nombres propios de la Iglesia jiennense.