'La mesita del comedor': del material con el que se forjan las pesadillas

Caye Casas prioriza la polivalencia de su elenco; que sepan moverse entre la tragedia, la comedia y todos sus espacios fronterizos

Acuñaba Humphrey Bogart, parafraseando a Shakespeare, en el clásico de cine negro El halcón maltés, aquella oración que ha permanecido indeleble en el inconsciente colectivo cinéfilo: “Del material con el que se forjan los sueños”. Desde suelo patrio y mucho tiempo después, Caye Casas, director y guionista de La mesita del comedor, parece querer subvertir aquella cita célebre para captar la sustancia esquiva no del sueño, sino de las pesadillas. Porque el largometraje del cineasta catalán es un macabro e inexorable estudio que disecciona el material con el que se forjan las pesadillas.

Con una primera escena hilarante, donde un matrimonio discute sobre la necesidad o capricho de adquirir un objeto —la dichosa mesa—, sacando a relucir otros aspectos enquistados de la relación, la película comienza su festival del desconcierto. Lo que parece una comedia negra de manual, bruscamente torna en algo inefable y absolutamente genuino: todo gira alrededor de algo inerte que acaba protagonizando una función donde lo tenebroso y lo bizarro se dan la mano. Sí, hablamos de la mesa, en apariencia tan solo mobiliario inanimado, parte indisoluble de la rutina de los personajes y por eso mismo, también elemento totémico; donde se depositan voluntades, anhelos y creencias, tan susceptibles de resquebrajarse, como la propia mesa. Y entonces comienza el horror.

Con un reparto escueto, donde destacan David Pareja y Estefanía de los Santos, que interpretan a una pareja de padres primerizos, parece que Casas prioriza la polivalencia de su elenco; que sepan moverse entre la tragedia, la comedia y todos sus espacios fronterizos. Cada actor y actriz entiende su rol a la perfección, representando con fluidez sus personajes en lo que aparenta ser una comedia de equívocos, donde el terrible secreto que esconde su personaje principal, solo es confesado al espectador, generando tanta complicidad como culpa. Pero no se confundan, aunque estructuralmente pueda considerarse parte del subgénero referenciado, si acaso con tintes negrísimos, la cinta acaba constituyendo un género en sí misma. A través de la mejor tradición española, tan noble como grotesca, el esperpento valleinclanesco, el surrealismo de Buñuel o la acidez berlanguiana se funden para crear algo, que aún integrando todo eso, se erige en retoño bastardo, destinada a ser película de culto.

La mesita del comedor toca temas que todos compartimos: la presión de la maternidad, el pavor de una nueva vida que aniquila la nuestra, los reproches calcificados en relaciones longevas, etc. Y también lo hace en escenarios comunes, familiares: el supermercado, una tienda de muebles y un piso. Todo es tan reconocible como minimalista; no hay distracciones de lo qué acontece y dónde lo hace. La puesta en escena, sombría y elegante, deja perfecto protagonismo a quizás el único elemento que imprime una forma singular a la cinta. La cámara, que a través de primeros y primerísimos planos, asfixia a los personajes, a los objetos y a nosotros. Solo una cámara es capaz de romper una normalidad que roza el costumbrismo y revelar lo que se oculta bajo la pesada losa de la monotonía. Es decir, el sustrato de las pesadillas.

A diferencia de la mayoría de películas de terror, el segundo largometraje de Casas entiende perfectamente nuestro miedo más atávico: no es aquello que no podemos ver, es justamente aquello que vemos todos los días, solo que invertido, del revés. Entonces, una sucesión de gags se convierte en una tortura cruel. Entonces, la rutina se transforma en un infierno. Entonces, el sueño revela su cara oculta, la pesadilla.

FICHA TÉCNICA

Título original: La mesita del comedor

Año: 2022

Duración: 90 minutos

Director: Caye Casas

Nota en IMDB: 7,1

Nota en FilmAffinity: 6,4

Nota del crítico: 4.5/5

La película está disponible en Filmin